Opinión

Soñar a lo grande

Antes de que la llegada de los Reyes Magos nos invite, el próximo día 5 de enero, en la capital aragonesa, a contemplar a soñadores aragoneses, a soñadores visionarios o a fabricantes de sueños, que son los personajes que se apuntan este año a formar parte de la cabalgata real, estas líneas pretenden invitar a hacer un alto en el camino, y a soñar.

Antes de que la llegada de los Reyes Magos nos invite, el próximo día 5 de enero, en la capital aragonesa, a contemplar a soñadores aragoneses, a soñadores visionarios o a fabricantes de sueños, que son los personajes que se apuntan este año a formar parte de la cabalgata real, estas líneas pretenden invitar a hacer un alto en el camino, y a soñar.

No un sueño cualquiera, sino un ejercicio de ensoñación relacionado con la magia de los grandes magos con mayúscula, con la fantasía, con lo que más identifica esa mirada encandilada de los chavales, al paso de la comitiva real de oriente, o con la ilusión de los mayores convertida en donación y regalo de los Magos Melchor, Gaspar y Baltasar. Y por ello un sueño inocente, nuevo y cordial. Muy al estilo de los días en que estamos,  por los que hacemos fiesta y la celebramos.

En realidad, solamente sueña de verdad quien espera contra toda esperanza. Quien es capaz de leer los acontecimientos desde la confianza en el sentido de la historia, de la vida y del ser humano, y por ello, a pesar de todos los pesares, se convierte en faro que ilumina y alienta el camino hacia un mañana diferente.

Muy al contrario de quien dice soñar, y realmente lo que hace es instalarse en la ficción, para fabricar allí utopías y escenarios imposibles, amén de interesados, que abocan a la desilusión y al desencanto del fraude cuando quedan al descubierto. En ocasiones, algo que acontece demasiado tarde para algunos. Cuando ya han gastado la existencia en apuestas sin sentido.

La esperanza es por ello un buen termómetro para medir la temperatura de una sociedad y su futuro, lo que cabría esperar de ella. Porque sin esperanza no hay lucha que merezca la pena y sin esperanza no puede alumbrarse un futuro al que dirigirnos.

Junto a la sociedad líquida, en la que no existen certezas, convive también la sociedad fría, incapaz de empeñarse en la búsqueda de lo mejor de sí misma, y por ello carente de esperanza.

Ahora que estos días del calendario nos brindan oportunidades, momentos para saborear aquello en que nos reconocemos, soñar a lo grande debiera constituir un ejercicio personal ineludible. Por salud, bien ser y bien estar. Eso sí, esta capacidad de soñar depende de la esperanza. Fomentarla y hacerla crecer puede ser todo un aliciente para el 2019. Que sea feliz año, por cierto.