Opinión

Rumanía y las decisiones "políticas" de la UE

En 2019 se cumplen treinta años de la caída del muro de Berlín. Desaparecida la división artificial del continente, en la Unión Europea se abrió el debate entre los partidarios de madurar y profundizar en lo conseguido, y los valedores de una ampliación a la sombra del momento histórico. En una UE de 15 Estados, el Consejo Europeo de Copenhague (2002) optó finalmente por el paso a 27. La decisión fue un claro compromiso con la consolidación de las nuevas democracias.

En 2019 se cumplen treinta años de la caída del muro de Berlín. Desaparecida la división artificial del continente, en la Unión Europea se abrió el debate entre los partidarios de madurar y profundizar en lo conseguido, y los valedores de una ampliación a la sombra del momento histórico. En una UE de 15 Estados, el Consejo Europeo de Copenhague (2002) optó finalmente por el paso a 27. La decisión fue un claro compromiso con la consolidación de las nuevas democracias. La primera fase de la ampliación se materializó en 2004, con la incorporación de diez Estados. Bulgaria y Rumanía tuvieron que esperar hasta el 1 de enero de 2007, una vez demostrado el cumplimiento  de los requisitos para la admisión. Doce años después, Rumanía ostenta por primera vez la Presidencia semestral de la UE. Si se tiene en cuenta el impulso experimentado en estos años, la Comisión acertó en 2005 al dar luz verde al ingreso de ambos países. Permanece, no obstante, la duda sobre el cumplimiento de los requisitos. En última instancia, se trató de una ‘decisión política’, como tantas otras adoptadas desde el inicio del proceso de integración, en 1957.

Las recientes críticas de la Comisión Europea hacia Rumanía confirman la sospecha, no sólo por las fricciones entre la Presidencia (conservadora) y el Gobierno (socialista). El pasado octubre el vicepresidente Timmermans señaló ante el Parlamento Europeo, en presencia de la primera ministra Dancila, el retroceso experimentado en la lucha contra la corrupción. El asunto viene de atrás. Los informes sobre la candidatura de Rumanía en la fase previa a la admisión señalan la corrupción como un grave déficit de los criterios políticos exigidos (MEMO/06/346). Cuatro meses después, el 26 de septiembre de 2006, se confirmaba el ingreso para la fecha prevista: “a la luz del sólido progreso realizado, la Comisión considera que ambos países [Bulgaria y Rumania] estarán en condiciones de asumir el 1 de enero de 2007 los derechos y obligaciones que lleva aparejada la condición de miembro de la UE” (IP/06/1257). El presidente Barroso se felicitó por la decisión, fruto de una “evaluación objetiva” de la situación. Estaba convencido de haber tomado “la decisión correcta para Europa”. Han pasado doce años y la UE continúa denunciando la corrupción en el país. ¿Hasta qué punto se valoraron los criterios exigidos a los candidatos?

Estos días en los que Rumanía inaugura su Presidencia semestral he repasado la monografía que dirigí en 2010 a un alumno de Bachillerato internacional interesado sobre cuestiones europeas. El trabajo de investigación, uno de los requisitos para obtener el diploma del IB, trató de responder a una pregunta sobre la ampliación de la UE en 2007: ¿Había sido coherente la UE en la aplicación del artículo 49 TUE? El estudiante analizó las condiciones para la admisión, y los aspectos de mejora señalados en los informes de seguimiento, disponibles en la web de la UE. Sin otro bagaje que su interés por las cuestiones europeas, y ganas de investigar, destacó el “contraste entre la falta de mejoría real [de las cuestiones pendientes] con la posición oficial de las instituciones de la UE”. Concluía que “la decisión final a la hora de admitir nuevos Estados no es tanto ética [de respeto a los valores] como de oportunidad política”.

Doce años después de su ingreso, Rumanía ostenta la Presidencia semestral de la UE sin haber despejado la incógnita de la corrupción. Por su falta de compromiso con los valores, algunas voces sugieren la aplicación del artículo 7 TUE, como se ha hecho con Hungría y Polonia recientemente. Pero tanto la Comisión como el Parlamento lo consideraron en 2006 un asunto superado. La paradoja visualiza hasta qué punto la capacidad de adaptación a los contextos, y criterios de oportunidad política, determinan las decisiones.

Rumanía culminará su Presidencia sin mayor alteración: en época de turbulencias no es sensato complicar más las cosas. A su debido tiempo habrá también solución para los contenciosos de Polonia y Hungría. La importante elección del 25 de mayo al parlamento europeo, el laberinto del Brexit, y una propuesta de futuro que concite ilusión y complicidad en la ciudadanía, son razones suficientes para centrar los esfuerzos y no abrir nuevos frentes. El reto es difícil, pero encontrar soluciones que permitan avanzar está en el ADN de este proyecto original, complicado, mejorable y al mismo tiempo necesario, que es la Unión Europea.