Opinión

La Oratoria en las aulas de Bachillerato

Los que nos hemos dedicado durante muchos años a impartir Lengua y Literatura Castellana en las aulas de Secundaria o de Bachillerato siempre hemos echado de menos la participación más activa del alumnado en los contenidos de la materia, ya sea mediante debates, mesas redondas o aportaciones personales. Han sido muchos los motivos –la mayoría sin fundamento- que han llevado a convertir esta asignatura en algo rutinario, poco creativo y demasiado teórico.

Los que nos hemos dedicado durante muchos años a impartir Lengua y Literatura Castellana en las aulas de Secundaria o de Bachillerato siempre hemos echado de menos la participación más activa del alumnado en los contenidos de la materia, ya sea mediante debates, mesas redondas o aportaciones personales. Han sido muchos los motivos –la mayoría sin fundamento- que han llevado a convertir esta asignatura en algo rutinario, poco creativo y demasiado teórico. Lo mismo podría decirse de otras materias que corresponden al amplio ámbito de las Humanidades, como la Filosofía o la Historia. En la transmisión de los conocimientos de estas disciplinas sigue habiendo un predominio del papel del profesor, muy cercano a la enseñanza magistral, y se mantiene todavía la actitud receptiva y de pasividad propia de un discente atento y silencioso.

Afortunadamente, los tiempos van cambiando y los planteamientos educativos son cada vez más audaces y participativos. Un ejemplo de estos impulsos renovadores es la intención del Departamento de Educación, Cultura y Deporte de la comunidad autónoma de Aragón de incorporar la asignatura de Oratoria al currículo de Bachillerato como materia optativa para que el alumnado aprenda a hablar y a exponer en público con un discurso coherente y mejore así su capacidad de autoestima y de liderazgo. Aunque, en principio, solo se impartirá una hora a la semana, es de desear que en los próximos cursos se vaya incorporando progresivamente a todos los niveles tanto de Primaria como de Secundaria. Porque resulta paradójico que insistamos en la expresión oral en otros idiomas y dejemos de lado la práctica activa y participativa del castellano. Es, por tanto, una buena noticia para la incorporación de esta disciplina al ámbito educativo.

En el mundo clásico grecolatino han destacado grandes oradores, como los griegos Pericles y Demóstenes o el romano Cicerón. Pero también hay que recordar a figuras relevantes en el ámbito de la política como Winston Churchill, Nelson Mandela o Barack Obama. Todos ellos han adornado su personalidad con una oratoria excelente y convincente. Y es que la oratoria siempre ha estado asociada al liderazgo y a lo que se ha llamado don de gentes. Porque hablar bien en público no es, ni mucho menos, una capacidad innata. Hace falta una disciplina y un aprendizaje. Y si no que se lo pregunten a los que están en la primera fila del mundo de la comunicación, a los que dirigen y gestionan grandes empresas o a los que ocupan cargos de responsabilidad en organismos educativos o culturales. Porque, de vez en cuando, es bueno volver la mirada al pasado para poner en práctica en el presente aquello que enriqueció a la sociedad en un momento determinado. Y la Oratoria ha sido una de las disciplinas más descuidadas en los últimos sistemas educativos.

En esta época dominada por las nuevas tecnologías y surcada de norte a sur por las redes sociales, uno echa de menos debates sosegados y coherentes, diálogos con una dialéctica convincente y personas que se expresen con fluidez, riqueza de vocabulario y dominio del idioma. Y no hace falta volver al Trivium de los romanos, que agrupaba tres disciplinas relacionadas con la elocuencia. Sería suficiente con este impulso de la Oratoria en las aulas  para contrarrestar el diálogo de sordos con los teléfonos móviles o la ausencia de comunicación en esta sociedad plural, anónima e individualizada.