China y Zaragoza, una aleación cultural paradigmática

Las tradiciones de las antiguas dinastías chinas imprimen posiblemente los capítulos más ancestrales de la historia de las civilizaciones. Infinidad de sus rasgos culturales han sido referenciados en libros, documentales e incluso en leyendas. Algunos de esos rasgos tienen incluso más de 3.000 años de antigüedad. Es el caso del festival tradicional más relevante de China: la celebración del año nuevo. Una imponente celebración repleta de costumbres y rituales, a la que se van sumando cada vez más ciudades de occidente. Entre ellas, Zaragoza. 

El pasado 5 de febrero, España entera conmemoró la entrada del nuevo año chino. Aunque adelantándose varias jornadas al calendario oficial, la capital aragonesa dio la bienvenida al Año del Cerdo unos días antes, revistiendo, por primera vez, las calles más céntricas de un único e inédito espíritu oriental. El Instituto Confucio y la Comunidad China de Zaragoza, organizaron al alimón un conjunto de llamativas actividades turístico-culturales sin parangón, logrando despertar la curiosidad, el asombro y el interés de una ciudad en donde la hospitalidad se amplifica día a día. 

Un festival de primavera que potencia la empatía intercultural

En la antigua mitología china, el dragón encarnaba la gobernanza del tiempo y el agua. Un animal legendario e imperial que sigue presente en las principales celebraciones chinas. Fue precisamente el emblemático y regio dragón rojo quien desfiló por las calles del centro de Zaragoza para homenajear la entrada al nuevo año, entre tambores, música, mujeres y hombres engalanados con trajes de gala asiáticos y fuegos artificiales. 

A sus pies, formando una perfecta aleación intercultural, más de 500 chinos junto con cientos de vecinos aragoneses aplaudían cautivados por la escenificación de la comitiva, sin soltar un instante ninguno de ellos su teléfono móvil o cámara fotográfica, evitando perderse un solo detalle de la vistosa performance. Todo un espectáculo armonioso de color, aromas, y melodiosas entonaciones orales y musicales que el propio director del Instituto Confucio, Rafael de Miguel, califica de auténtica “explosión de alegría”, digna del más exquisito Festival de Primavera –como también se conoce a la festividad-.

El embajador chino acudió a la gran gala inaugural del Instituto Confucio en 2017
El embajador chino acudió a la gran gala inaugural del Instituto Confucio en 2017

Los organizadores del Año Nuevo chino experimentaron cierta sensación de asombro por el éxito de la primera edición del evento. De hecho, la acogida ayudó a reforzar la intención inicial del instituto de convocar próximas ediciones, para terminar dándole continuidad en el tiempo. Al fin y al cabo, el objetivo de todo ello es estimular y avivar la interculturalidad. El instituto Confucio trabaja a diario para proyectar una cultura “fascinante”, realza Rafael de Miguel, y, por cierto, muy anterior a la española. Para ello, desde el instituto llevan a cabo lo que la Unesco y Naciones Unidas categorizan como “Comprensión Global”, esto es, la mutua empatía. 

Principalmente, y más allá de las actividades culturales de base, desde el instituto se educa a la ciudadanía en las experiencias chinas más destacadas dentro del ámbito de la gastronomía, el teatro, las artes marciales o la medicina tradicional. Pero este año, y por primera vez, van a adherir a su programa la literatura china. Para Rafael “es la gran desconocida en occidente”; sin embargo, gracias a ella, puede uno impregnarse de la inmensidad de la cultura china. Una cultura originariamente “profunda” desde el prisma de la reflexión, el pensamiento, el conocimiento. Una cultura que obedece a las leyes del pacifismo, incontrovertiblemente deseables en tiempos geopolíticos tan nebulosos como los de hoy. 

El dinámico ensamblaje de dos culturas

Y dentro de ese controvertido plano internacional, China gana terreno. Rafael asevera que supera ya a Reino Unido como segunda potencia tecnológica mundial, además de contar con gente “brillante” en el campo de las ingenierías o las ciencias. Muchos de ellos, de hecho, pasarán antes o después por Zaragoza. Las últimas cifras reflejan que en la capital aragonesa hay casi 6.000 chinos empadronados. Una cifra substancial que se ve engrosada por la población flotante de estudiantes e investigadores que llegan “queriéndose sentir zaragozanos”, matiza Rafael. 

Casualmente, la mayor parte de ellos provienen de la misma región china y, por ventura también, más de la mitad de esos 6.000 se han ido asentando en la zona de Delicias. Un distrito que aspira a convertirse, reflexiona Rafael, “en el China Town zaragozano”. Se trata de un barrio muy extenso, clarificador ejemplo de la sucesión demográfica: Las nuevas generaciones se han mudado a los barrios más nuevos, como Valdespartera o Arcosur, y la zona más originaria de Delicias -como la calle Daroca o la propia calle Delicias- han sido ocupadas por la población asiática. Una población que se ensambla “perfectamente” con la oriunda no solo desde el punto de vista social, sino comercial. 

Rafael analiza que, en ese sentido, los chinos saben cómo diversificar su actividad. Hay numerosos bazares, peluquerías e incluso autoescuelas chinas. En el caso de los restaurantes, acaban regentando los establecimientos, pero manteniendo tanto al personal como la carta local. Para el director del instituto, los chinos aportan “gran valor a la economía aragonesa”, y su presencia acogerá cada vez más relevancia dentro del estratégico sector de la logística. Sin ir más lejos, apunta Rafael, “con la ruta de la seda”. Desde el instituto Confucio también colaboran con Aragón Exterior para orientar e impulsar la internacionalización de empresas aragonesas en territorio chino, fortaleciendo así, aún más, la sinergia entre ambas regiones. 

El distrito de Delicias aspira a convertirse en el China Town zaragozano
El distrito de Delicias aspira a convertirse en el China Town zaragozano

La comunidad china asimismo desprende cifras de alto impacto en el sector turístico. Zaragoza acoge anualmente 80.000 pernoctaciones de chinos, otorgándole el primer puesto en procedencia extranjera. La tarea del instituto asimismo se adhiere a la de la Oficina de Turismo. De manera conjunta, se trabaja por la elaboración de estrategias promotoras de un turismo “de mayor calidad”. Al chino, generalmente, “no le interesa el sol, sino alargar su estancia lo máximo posible”, apunta Rafael. Además, suelen ser turistas “de un nivel cultural y económico medio-alto”, lo que les confiere un enérgico potencial como activo turístico y económico.

La presencia extranjera acoge en numerosas ocasiones voces críticas. La turbulencia socio-política a la que asiste la gestión transnacional es buen ejemplo de ello, donde las guerras tecnológicas o comerciales con China copan los titulares internacionales. Sin embargo, Rafael aprovecha los posibles discursos alterofóbicos planeantes para lanzar una reflexión: “China ya no es aquel país que conocimos durante la segunda mitad del siglo XX, sino un territorio que va camino de ser la primera potencia del mundo”. Por tanto, concebir el mundo actual desde Zaragoza o Europa sin comprender a China, “es no entender nada de cómo funciona hoy el mundo”, zanja.