Opinión

Cumpleaños del proyecto europeo

Cuando se va teniendo una edad, el cumpleaños es la oportunidad para reflexionar y hacer balance en perspectiva. La consideración de los momentos, circunstancias, carencias y logros, enfoca una biografía en su dimensión global. Algo parecido sucede con el proyecto europeo: el 25 de marzo cumple 62 años, en unas circunstancias que invitan a la reflexión.

La situación económica muestra señales de alarma; en amplios sectores de la sociedad permanece el malestar por las consecuencias de la última crisis; la tensión geopolítica y los desafíos de un mundo globalizado  forman parte del paisaje cotidiano. La convocatoria de elecciones al Parlamento Europeo en un par de meses cierra el cuadro. La llamada a las urnas el 26 de mayo traslada a 500 millones de ciudadanos la responsabilidad de optar entre opciones políticas que decidirán el futuro.

Desde la firma de los Tratados de Roma, en 1957, la actual Unión Europea se ha mostrado como un experimento que no tiene precedente: desborda la categoría de organización internacional sin llegar a ser un súper-Estado. Nació en la posguerra, con la propuesta de Schuman para tejer solidaridades de hecho, mediante la cesión de soberanía. El objetivo de asegurar la paz y el progreso en un continente devastado por los conflictos se ha conseguido.

Avanzando paso a paso, y decidiendo por consenso, el proyecto sigue en construcción. Las tensiones entre los miembros del club, soluciones imaginativas en las situaciones de crisis, y compromisos de las instituciones para continuar adelante, son latidos de un organismo vivo. Lo mucho alcanzado queda a la vista, y también las cuestiones pendientes de enfoque y mejora. Alternando tiempos de bonanza y de dificultad, las Comunidades Europeas de 1957 han ido ampliando sus miras y objetivos: desde la libre circulación de personas, bienes y capitales, hasta las políticas comunes de justicia e interior, defensa y seguridad, pasando por la moneda común y en tiempos más recientes las medidas de política fiscal y financiera. La incorporación de estos y otros aspectos requirió la puesta al día del ordenamiento primario: con el paso de los años vieron la luz el Acta Única (1986), los Tratados de Maastricht (1992), Ámsterdam (1997), Niza (2000) y Lisboa (2009), actualmente en vigor.

Más allá de los aspectos competenciales y técnicos, el fundamento del proyecto de integración han sido unos valores, entre los que destacan la democracia, la libertad, el estado de Derecho y la solidaridad. La caída del muro de Berlín en 1989 fue la ocasión para poner a prueba esa amplitud de miras. Cuando algunos estados del Centro y Este de Europa llamaron a la puerta, fueron diez los nuevos miembros acogidos con entusiasmo en las ampliaciones de 2004 y 2007. Los seis países iniciadores de la aventura en 1957 llegaron a ser 28 con el correr de los años, siendo Croacia la última incorporación (2013). Tras la marcha inminente del Reino Unido, los otros 27 se han comprometido a impulsarlo. En tiempos en los que parece que cada uno va por su cuenta, esta unidad de propósito es una buena noticia.

Desde otros continentes miran a la Unión Europea con envidia, y es polo de atracción para muchos que huyen de situaciones de conflicto, o buscan una vida mejor. ¿Cómo gestionar el flujo migratorio desde la responsabilidad, la solidaridad, y el respeto de los derechos humanos? No acabamos de encontrar la fórmula. Es una de las asignaturas pendientes. Otra es el diseño de una UE eficaz en un contexto complejo y cambiante. La paradoja es que para que se oiga su voz en un mundo globalizado, cada uno de sus miembros debe primar el interés común por el encima del nacional. Habrá que gestionar las consecuencias del Brexit, y decidir los nombramientos en las instituciones, respetando el equilibrio entre las distintas familias políticas y el peso de los Estados miembros. La UE va cumpliendo años, y el éxito alcanzado contrasta con la distancia crítica de una parte de la sociedad civil: hasta ahora, la participación en las elecciones ha sido cada vez más baja, a la vez que ha ido creciendo el apoyo a opciones críticas.

La Unión Europea se encuentra en un momento de encrucijada. Aunque no faltan motivos de preocupación, al considerar lo conseguido en estos años surgen también razones para pensar en positivo. El proyecto ha pasado por momentos delicados, y hasta ahora siempre ha salido reforzado de esas situaciones El próximo 26 de mayo los ciudadanos tenemos la oportunidad de seguir apostando. Un balance en perspectiva de seis décadas puede ayudar a decidir la opción.