Opinión

Cómo ser médico después de la Covid-19

Ese es el título de un seminario online que voy a dar estos días dirigido a mis colegas, intentado esencialmente dos cosas: darles recursos para no desfallecer en su complejo y angustioso día a día; y, por otro lado, proporcionarles información para prevenir la avalancha de denuncias y demandas que se están produciendo.

Difícil tarea nos hemos planteado, animar a los que están quemados no, “achicharrados”. Y a la vez informar sobre una “medicina defensiva”, en la que nunca hemos creído ni invocado, pero que cada vez va a ser más necesaria, nos guste o no, cuando se les acuse de cribar a determinados pacientes, no atender a todos por igual, hacer una medicina telefónica, que no real; en fin, cuando pase este marasmo psicosocial que es la peor secuela de la Covid-19.

Los profesionales de la salud están desbordados, sufren ansiedad, en muchos casos están agotados emocionalmente y, por si fuera poco, tienen que seguir representando un papel con el que ni están de acuerdo, ni les gusta, pero al que están obligados por las directrices de un Gobierno inestable que cambia de criterio como de camisa.

Por otro lado, las televisiones, intentando anestesiar al ciudadano. Lo último, lo más reciente, lo mas “in”, el sainete de Kiko Rivera quien acude a televisión a dirimir públicamente el problema que tiene con su madre Dª Isabel Pantoja, algo que debería hacerse en la intimidad o, como mucho, en los juzgados que para eso están. Pero no, ha preferido hacer partícipe a toda España de su sufrimiento íntimo, buscando el apoyo y la complicidad popular.

¡Pobre chico! ¡Mala madre!, ya ha sentenciado el pueblo. Y ese veredicto es inapelable, sumarísimo, no permite recursos y requiere una ejecución rápida y sin miramientos. “Pan y circo”, decían los romanos y, ¡qué apropiada es ahora esa frase!

Que estamos en quiebra, que cada día siguen muriendo cientos de personas, que la investigación española está a la cola de la de los países de su entorno, que estamos sufriendo una política Pauloviana con órdenes contradictorias que nos angustian e inquietan, es igual. Todo lo aguanta y lo soporta esta sociedad anestesiada y acomodada, si el fin de semana me puedo escaquear, saltarme el control de turno para ir al campo o ir de fiesta, también los clásicos nos dejaron el aforismo que dice: Carpe Diem.

Y a él se agarran algunos como si les fuera en ello la vida. No les voy a negar que es útil, que es cierto, que hay que tenerlo presente: vive el momento, disfruta del día de hoy, no te agobies excesivamente por el futuro, bástale a cada día su afán. Pero servidor piensa que nos estamos pasando con esta actitud, saludable, pero siempre con medida y aplicándola con tiento y prudencia.

España va mal y Europa también. Una minúscula partícula nos ha puesto en jaque total. Y esta sociedad, llamada pomposamente del bienestar, sigue sin aprender y sin darse cuenta que hay un cambio de paradigma global. Pero eso comparado con el problema de la Sra. Pantoja, no tiene color. Lo dicho: “Pan y circo”.