Cuando quienes mandan son las avenidas

“Saragosse, Porte del Carmen”. Por el vano de la puerta, en el lado derecho, podemos ver la fachada de la Escuela de Veterinaria, señalada por el mástil. Justo enfrente, la iglesia conventual de la Encarnación. 1889. J. Levi et Cie. Archivo Roger-Viollet
“Saragosse, Porte del Carmen”. Por el vano de la puerta, en el lado derecho, podemos ver la fachada de la Escuela de Veterinaria, señalada por el mástil. Justo enfrente, la iglesia conventual de la Encarnación. 1889. J. Levi et Cie. Archivo Roger-Viollet

Esto no va a ser fácil. Hay que retrotraerse, y mucho, para llegar a imaginarnos en las proximidades de la actual calle de Cádiz una ermita rodeada de pinares. Allí, puro extrarradio, en el siglo XV los carmelitas calzados fundaron el convento del Carmen, origen del nombre de la actual plaza.

La fundación, amén de un grandioso templo, reedificado en el XVII, y del hospital anejo, incluía el Colegio de San José, con su capilla. Así pues, situándonos a principios del XIX eran posesiones del Carmelo todo lo hoy comprendido entre la avenida de César Augusto y las calles Val-Carreres, Isábal, Bilbao y Canfranc, hasta la vieja puerta de Baltax, rebautizada por ellos también como del Carmen. Aclaremos, no obstante y antes de extraviarnos entre los claustros, que una cosa era este convento, masculino, y otra cosa el vecino, de monjas, también carmelitas y calzadas, que bajo el nombre de “La Encarnación” desde 1614 se situaba a la derecha de la puerta y lindaba con los terrenos del hospicio, cenobio que todavía persiste pero reducido y en un entorno bastante más ruidoso.

No infundadamente, la “Grande Armée” consideraba a los conventos territorios hostiles y se ensañó con ellos. En el asedio de 1808 el del Carmen, como muchos otros, quedó arruinado. Cuenta Casamayor que idos ya los invasores los religiosos se vieron en la obligación de vender tierras en la Almozara, la Ortilla y el Rabal para obtener dineros con los que a partir de 1814 levantar casi desde cero lo dañado.

Imagen del interior del templo tomada desde el lado de la epístola. 1949. Cedida por F. Sangorrín Perdiles. Centro de Estudios Borjanos
Imagen del interior del templo tomada desde el lado de la epístola. 1949. Cedida por F. Sangorrín Perdiles. Centro de Estudios Borjanos

Y aquí viene el primer giro de la historia. Sólo habían pasado 20 años de la reconstrucción cuando la comunidad fue incluida en los listados de la desamortización. El Estado ordenó que la iglesia mayor fuese demolida, y en 1837 gran parte del recinto carmelitano dejó lugar al cuartel, que eso sí, de forma muy respetuosa fue bautizado como “del Carmen”. No es cosa rara en España que lo nominal sustituya a lo material. Otra parte sirvió de casa cuartel a la Guardia Civil, y en 1842, en el extremo más próximo a la salida de la ciudad, fue cedido al Ayuntamiento un lugar para que lo habilitase como depósito de cadáveres.

El Colegio de San José, que llevaba suprimido desde 1820, pudo conservarse y ser ocupado por los maestros ejercientes en la Casa de Misericordia, hasta que en octubre de 1871 el Gobierno creó allí la Escuela de Veterinaria, que por razones de espacio necesitó habilitar como secretaría y archivo el coro de la pequeña iglesia desacralizada. En 1896, con la pretensión de recuperarla y convertirla en parroquia el Arzobispo Vicente Alda elevó un escrito al Ministerio de Hacienda. Sucedió al contrario, y en 1922 una nueva fachada dejó a la capilla inscrita en el conjunto, sólo sobresaliendo cúpula y espadaña.

El Arzobispo Rigoberto Domenech preside un acto litúrgico en la capilla del Cristo de los Sitios. 1949. Cedida por F. Sangorrín Perdiles. Centro de Estudios Borjanos
El Arzobispo Rigoberto Domenech preside un acto litúrgico en la capilla del Cristo de los Sitios. 1949. Cedida por F. Sangorrín Perdiles. Centro de Estudios Borjanos

Todos los citados edificios estaban avecindados en la calle Soberania Nacional, que antes fue la de la Reina y en 1926 se le dedicó al general Sanjurjo, a la sazón Gobernador Militar de Zaragoza. Puesto que dicha vía corría en dos tramos acodados, en la inmediata posguerra se quiso honrar con uno de ellos al capital Portolés Dihinx, caído en Rusia en 1942 (desde 2009 lleva el más justo nombre de Antonio Val-Carreres), y dado que las calles de Canfranc, Albareda y Casa Jiménez no tenían salida, lo otrora abarcado por el Carmen componía una manzana trapezoidal y compacta. En 1932 uno de sus vecinos vendría a ser el descomunal Frontón Aragonés, alzado en la esquina de Albareda con Bilbao.

No hubo más mudanza hasta que en 1943 la Escuela de Veterinaria fue convertida en facultad y se trasladó al edificio de nueva planta de la carretera de Castellón. Poco le costaba ya al Estado entregar a los carmelitas unas dependencias, a modo de convento, y la iglesia, reabierta al culto en 1948 y que por encontrarse desmantelada y desnuda necesitó ser dotada de un nuevo retablo, pintado por los maestros Leopoldo y Manuel Navarro (Arte Sacro Navarro). Merced a los borjanos afincados en Zaragoza, una de las capillas de la epístola estuvo dedicada a la Virgen de la Peana, con una imagen salida del taller de los Albareda. Para los extremos del transepto el tallista Mariano Urdániz realizó sendos altares, uno dedicado a San José y el otro al histórico Cristo de los Sitios.

El altar mayor, con el retablo de Leopoldo Navarro y Manuel Navarro (“Arte Sacro Navarro”). 1949. Cedida por F. Sangorrín Perdiles. Centro de Estudios Borjanos
El altar mayor, con el retablo de Leopoldo Navarro y Manuel Navarro (“Arte Sacro Navarro”). 1949. Cedida por F. Sangorrín Perdiles. Centro de Estudios Borjanos

Hay quien asegura que se trataba del Cristo que muy antaño coronaba el retablo, atribuido a Forment, existente en la demolida iglesia conventual, que separado del conjunto pasó a convertirse en objeto de veneración de forma individual. Por azares bélico-divinos la imagen sobrevivió íntegra al ataque del 4 de agosto de 1808. Las crónicas dicen que ante la inminente toma del colegio por los franceses, María Lostal arriesgó su vida llevando los objetos sagrados al cercano Hospital de Convalecientes, dando por hecho que serían profanados. Aunque el salvamento del Cristo es igualmente atribuido a la desconfiada heroína, es obvio que la talla no pudo caberle en el capazo con las patenas y los cálices. Por lo demás, quien suscribe no sabe concretar el periplo llevado posteriormente por la imagen, de modo que ruega al lector que admita sin más que en 1948, tras un paréntesis de 140 años, la imagen se encontraba en la renovada parroquia del Carmen.

La parroquia del Carmen a medio derruir. Captura desde la que hoy es calle Albareda. Ca. 1964. Gerardo Sancho. Archivo Municipal de Zaragoza
La parroquia del Carmen a medio derruir. Captura desde la que hoy es calle Albareda. Ca. 1964. Gerardo Sancho. Archivo Municipal de Zaragoza

Y aquí vino el segundo giro. Ese mismo año el general Amado Lóriga, director de la Academia General Militar, dio en crear en ella el “Museo de los Sitios”, valiéndose en especial de piezas cedidas por el Provincial de Zaragoza, sin que podamos saber tampoco si su entonces director, José Galiay, tuvo alternativa a no cedérselas. Sí nos consta en cambio que al prior del Carmelo, Sánchez Carrasco, le plació entregar al general la cruz de madera, negra y orlada en oro, que hasta entonces había sustentado al Cristo, al que se le proveyó de una nueva. El museo no prosperó. Cerrado en 1955, la antigua cruz, rota por algún avatar en su parte superior, hoy cuelga en una desangelada sala junto a unos pocos artefactos relacionados.

Mas faltaba aún el giro definitivo, en el que nada tuvieron que ver jacobinos, liberales o bolcheviques. Fue el católico Ayuntamiento de la Inmortal quien dictaminó el destino del enclave carmelita. Años atrás, en el anteproyecto de ordenación general de la ciudad, firmado en 1943, los arquitectos Borobio, Yarza y Beltrán habían planteado la creación la Avda de los Héroes, que arrancaría junto a la Academia y empalmaría con la Vía Imperial hasta alcanzar la puerta del Carmen. El forano procedente del Norte cruzaría el Ebro por un modernísimo puente, y tras pasar frente a las reinventadas murallas flanquearía la soberbia fachada de la iglesia de Santiago (antes habría que rematar sus mochas torres) hasta llegar a la puerta y al Paseo de Pamplona. Con el tiempo y sin salir del eje —esto ya de mi cosecha— podría alojarse en un gran hotel de cinco estrellas. Tal actuación suponía echar abajo una buena porción de restos de la Zaragoza centenaria, prescindibles para los munícipes propulsores; el Mercado Central, al que calificaban de obsoleto mamotreto, la manzana que separaba Escuelas Pías y Cerdán, en forma de vaina, y el barrio que fue de la morería, donde también estorbábanle los prostíbulos.

Calle Sanjurjo. Ca. 1966 Gerardo Sancho. Archivo Municipal de Zaragoza
Calle Sanjurjo. Ca. 1966 Gerardo Sancho. Archivo Municipal de Zaragoza

La ocurrencia entonces no pasó de las mesas de dibujo, pero sería rescatada en futuros planes urbanísticos. Las plazas de Salamero y San Ildefonso, en 1958 “liberada” del Hospital Militar, trasladado a la carretera de Valencia, se convertirían en una sola, algo que nunca se cumplió. Finalmente, hacer desembocar la proyectada travesía en la mismísima puerta del Carmen exigía ensanchar la calle de Sanjurjo. Ello obligaba a hacer desaparecer su acera de los impares, donde se hallaba la recuperada iglesia, que cayó a pico en 1964, sólo veinte años después (la cifra se repite) de que los carmelitas la reabriesen al culto.

La calle Sanjurjo en pleno ensanchamiento. Junto a las vallas publicitarias, la impronta de la parroquia. La iglesia del convento de la Encarnación tampoco existe ya. Ca. 1968. Gerardo Sancho. Archivo Municipal de Zaragoza
La calle Sanjurjo en pleno ensanchamiento. Junto a las vallas publicitarias, la impronta de la parroquia. La iglesia del convento de la Encarnación tampoco existe ya. Ca. 1968. Gerardo Sancho. Archivo Municipal de Zaragoza

Se trató de una notable pérdida artística e histórica para la ciudad, pero relativa para la orden. En 1967 el arquitecto Romero Aguirre concluía para ellos el nuevo Colegio Universitario del Carmen y la parroquia del paseo de María Agustín, paradigma del movimiento moderno, donde fue reubicado el Cristo.

Allí quedó, si bien y como se diría entonces, el contexto era algo yeyé. Y allí continúa, dicho sin ánimo de molestar, venerado sobre una pared blanca junto a un extintor. Otra estética, pero el Mesías sin duda está ya curado de espanto.

Parroquia y Colegio Mayor del Carmen. En breve, su fachada lateral quedará oculta por el inmueble vecino, conocido como “Edificio Ebrosa". 1967. TFG. Ignacio Fernández Ráfales.
Parroquia y Colegio Mayor del Carmen. En breve, su fachada lateral quedará oculta por el inmueble vecino, conocido como “Edificio Ebrosa". 1967. TFG. Ignacio Fernández Ráfales.

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