El barrio de las Acacias, un lugar para chiflados (II)

Los coquetos edificios correspondientes al paseo de Cuéllar números 15, 17, 17 interior y calle de Vista Alegre nº 76, antes de su derribo. Las casas darían paso a los actuales números 15, 17, 19 y 1-3 de Vista Alegre. Fecha de la toma 1966. Colección María Pilar Gonzalo Vidao
Los coquetos edificios correspondientes al paseo de Cuéllar números 15, 17, 17 interior y calle de Vista Alegre nº 76, antes de su derribo. Las casas darían paso a los actuales números 15, 17, 19 y 1-3 de Vista Alegre. Fecha de la toma 1966. Colección María Pilar Gonzalo Vidao

Aquel barrio que poco a poco se iba poblando con las familias de grandes industriales, provenientes del comercio, de terratenientes o simplemente de ciudadanos ansiosos por conquistar nuevos espacios urbanos libres donde levantar sus hotelitos de recreo, comenzaba a generar cierta simpatía, lejos ya de aquellos primeros exabruptos que los tildaban de chiflados subidos a sus torres de fantasía. Durante la primera década del siglo XX los zaragozanos de a pie habían dejado de considerarlos unos esnobs para, simplemente, admirar su forma de vida. Tal es así que durante las fiestas patronales del barrio, dedicadas, como no podía ser de otro modo, a la “Santísima Virgen del Amor Hermoso”; patrocinada por aquellos pioneros del barrio que pusieron sus dineros en 1903 para abrir la capilla al culto, bendecida por el M. I. Sr. Vicario general, José Pellicer; raro era el día en el que no aparecían en la prensa local declamando las bondades de los festejos con sus calles adornadas con gallardetes, farolillos venecianos, banderitas, bombillas eléctricas, arcos de follaje… y todo ello colocado con gusto exquisito y mejor disposición, amenizado con la banda del regimiento del Infante, dispuesta a tocar las piezas de moda con gran aceptación entre el público femenino.

Suponemos que en la sofocante canícula zaragozana, las sombrías y exóticas acacias atraían a un nutrido número de ciudadanos huyendo de la atronadora urbe, si es que no podían tomar los baños en Alhama o emigrar hasta la Concha donostiarra, como era costumbre en la época para la población más pujante. Es evidente que los farolillos de “Las Acacias” en las interminables noches de estío no eran comparables a las magníficas farolas, que adornan aún hoy, el paseo de esa playa urbana. Sin embargo, cuesta creer que un pasodoble agarrado a la cintura de una buena moza rezumando aroma de lavanda entre los pliegues de su falda, no causara el mismo éxtasis en los jóvenes del lugar.

Perspectiva del paseo de Cuéllar con el parque de Pignatelli frente a los números 9,11 y 13 edificados en el moderno bloque de viviendas de ocho plantas junto a las casas correspondientes a los números 15, 17, 17 interior y calle de Vista Alegre nº 76, antes de su derribo. Las higiénicas moles que dominaban el horizonte sentenciaron a muerte a los frágiles hotelitos. Fecha de la toma 1966. Colección M. Pilar Gonzalo Vidao
Perspectiva del paseo de Cuéllar con el parque de Pignatelli frente a los números 9,11 y 13 edificados en el moderno bloque de viviendas de ocho plantas junto a las casas correspondientes a los números 15, 17, 17 interior y calle de Vista Alegre nº 76, antes de su derribo. Las higiénicas moles que dominaban el horizonte sentenciaron a muerte a los frágiles hotelitos. Fecha de la toma 1966. Colección M. Pilar Gonzalo Vidao

Pero no todo era idílico en una barriada que aparentemente albergaba lo necesario para que así fuera. En 1914 el alcalde, Alejandro Palomar de la Torre, recibía a una comisión de vecinos por los siete casos de calenturas tifoideas y varios casos más de otras enfermedades contagiosas debido a los vertidos que en la acequia que pasaba y pasa por el barrio se llevaban a cabo. Algunos de estos vertidos provenían de las fábricas colindantes y otros de los retretes que todavía no estaban regulados. Se solicitaba la instalación de una fuente para agua de boca costeada con las acometidas que los propietarios harían. El agua, ese bien preciado e indispensable, todavía no tenía un lugar público más allá de la acequia de San José que era envenenada de manera constante y consciente en las primeras décadas del siglo XX.

Curiosa resulta la solicitud para cubrir la vacante del fallecido guarda jurado del barrio de Las Acacias en 1934, los interesados no podían tener más de 45 años ni menos de 28. Se exigía estar casado, y, en igualdad de condiciones, se elegiría a aquel que hubiera prestado el servicio militar obligatorio. No se podían tener antecedentes penales y se tendrían en cuenta los oficios desarrollados hasta el momento.

Aquellos vecinos que solicitaron comisiones al Ayuntamiento para la mejora del barrio en años sucesivos, fueron los mismos o sus descendientes quienes, durante la contienda civil de 1936 tuvieron que aportar la cantidad de 100 pesetas para el famoso “pro avión Zaragoza” a la Junta Recaudatoria Civil, encargada esta de confeccionar listas “blancas” que señalaban a los buenos ciudadanos que contribuían de manera patriótica en la lucha contra los del supuesto contubernio judeo masónico. En las listas “negras” con multas y “servicios de vigilancia incluido”, para aquellos que no querían tributar, mejor no aparecer. Todo ello publicitado en prensa, como Dios manda.

Fotografía tomada desde el nº 37 del Pº de Cuéllar en el que aparece el bloque de viviendas de los números 9, 11 y 13 del mismo paseo junto a las cuatro casitas sin derribar de los contiguos 15, 17, 17 interior y la torre de Vista Alegre. Afeando la imagen emerge en primer plano a la derecha, el bloque de viviendas en construcción del nº 23-27 esquinero a la calle de Luis Sallenave. Fecha de la toma, 1963. Colección Manuel Ordóñez
Fotografía tomada desde el nº 37 del Pº de Cuéllar en el que aparece el bloque de viviendas de los números 9, 11 y 13 del mismo paseo junto a las cuatro casitas sin derribar de los contiguos 15, 17, 17 interior y la torre de Vista Alegre. Afeando la imagen emerge en primer plano a la derecha, el bloque de viviendas en construcción del nº 23-27 esquinero a la calle de Luis Sallenave. Fecha de la toma, 1963. Colección Manuel Ordóñez

Traspasado el choque belicista llegó la transformación de la ciudad con proyectos urbanísticos paralizados por causas evidentes hasta la fecha, y que, modificaron el paisanaje de, en este caso, el propio barrio de Las Acacias.

Recordemos el edificio levantado en los terrenos de los números 9-11 y 13 de la avenida del Siglo XX (Subida de Cuéllar), propiedad de los señores Manuel Andrés Grima, Joaquín Gáñez Repollés y Vicente Ralfas Giraldos, quienes formaron “de propio” la empresa Construcciones y Urbanizaciones S.L. para llevar a cabo la edificación de 48 pisitos al gusto del momento, con renta asignada a cada uno de ellos de 99 pesetas mensuales, y que supuso la desaparición de la Gravera de Cuéllar como terreno baldío, con vistas al parque de Pignatelli además de ser el principio del fin para las casitas colindantes de los números 15, 17 y 17 interior, con el añadido de la torre de “Vista Alegre”, hoy números 1 y 3 de la vía que lleva el mismo nombre, símbolo del propio barrio.

Al parecer, lo que se estilaba en 1941, fecha de construcción del bloque 9-11-13 de cuarenta y cinco metros lineales de fachada, ocho plantas y ocho mil trescientos setenta metros cuadrados en tres portales, era la cimentación de varios refugios que protegieran de las bombas de una guerra que ya había terminado un par de años antes. Mejor prevenir que curar, debieron de pensar. Aunque ya llevaban desde el 39 en trámites para el mamotreto, tuvieron que pasar varios años hasta que por fin se cortara la cinta bendecida para su inauguración, con el visto bueno de la Junta de Defensa Pasiva contra Aeronaves incluida.

Reconozcamos que la modernidad estaba llamando a la puerta de la ciudad y no podíamos dejar pasar la ocasión.

Perspectiva a plumilla del edificio promovido por la empresa Construcciones y Urbanizaciones S.L. del futurible paseo de Cuéllar números 9, 11 y 13. Fecha de la toma, 1940. Colección María Pilar Gonzalo Vidao
Perspectiva a plumilla del edificio promovido por la empresa Construcciones y Urbanizaciones S.L. del futurible paseo de Cuéllar números 9, 11 y 13. Fecha de la toma, 1940. Colección María Pilar Gonzalo Vidao

En los bajos del bloque de viviendas de la primera casa se instaló un local destinado a almacén bajo la propiedad del aparejador Luis González; el siguiente local albergaría una fábrica de pan, propiedad del señor Arqued; y los bajos del último bloque, serían destinados a oficinas y almacenes de la conocidísima imprenta de Octavio y Félez, establecida en un pabellón independiente en la parte posterior del edificio. En 1968 cumplían sus bodas de oro en uno de los paseos más solicitados por la clase media zaragozana de la época.

Como decimos, esta nueva modernidad anunciaba el exterminio de las casitas que “desde siempre” habían ocupado la Subida de Cuéllar, después avenida del Siglo XX, para finalmente denominarse paseo de Cuéllar. En los años 60 culminó un afán destructor sobrevenido por el anhelo monetario amparado desde el Régimen en el artículo 13 del reglamento aprobado el 5 de marzo de 1964, en el que se pedía la inclusión en el Registro de Solares y otros Inmuebles de Edificación Forzosa a tres edificios de Cuéllar, estos eran los números 15, 17, 17 interior y Vista Alegre nº 76, actuales números 1 y 3.

La idea era convencer a las autoridades de que los bloques mencionados afeaban el floreciente y modernísimo paseo, ya que ofertaban unas viviendas higiénicas, confortables y grandes locales industriales. Para ello no debía quedar ni rastro de los hotelitos que, según el criterio de los constructores igualmente modernos como sus casas, se amparaban bajo la sintonía de las películas de Paco Martínez Soria. Casi se puede escuchar el “badabadaba” de fondo con las Bubby Girls magreando al sufrido José Luis López Vázquez en pos del progreso.

Las desaparecidas casas del paseo de Cuellar números 15, 17 y 17 interior, derribadas para construir un moderno bloque de viviendas acorde a los gustos de la época. En sus bajos la mercería “Goya”, una carnicería y el típico quiosco de venta de revistas y golosinas. En el callejón particular, una nave industrial dedicada a construcciones y reparación de maquinaria. Año 1966. Colección María Pilar Gonzalo Vidao
Las desaparecidas casas del paseo de Cuellar números 15, 17 y 17 interior, derribadas para construir un moderno bloque de viviendas acorde a los gustos de la época. En sus bajos la mercería “Goya”, una carnicería y el típico quiosco de venta de revistas y golosinas. En el callejón particular, una nave industrial dedicada a construcciones y reparación de maquinaria. Año 1966. Colección María Pilar Gonzalo Vidao

De esta manera se perdió la bellísima casa del nº 15 que constaba de cuatro plantas, edificada durante los albores del siglo XX y que albergó desde sus inicios a la Sociedad Anónima de Crédito y seguros “La Regeneración”. Posteriormente, en 1920, en otro de sus locales se instalaron los baños de vapor aromáticos de Antonio Lacambra y de Francisco Velázquez con notable éxito. En la misma época, la casa de venta de coloniales “El Negrito” hizo lo propio vendiendo los afamados cafés “Costa Rica” y la “China” en lo que se conocía como "la casa del reloj". Una década más tarde, los baños se convirtieron en un Instituto antirreumático hasta que dos años más tarde, en 1932 se trasladaron a la calle Zurita número 11.

Curiosamente, en la antigua numeración de la calle constaba como Cuéllar nº 76, luego nº 15, lo que generó confusión con la vecina Vista Alegre nº 76 esquinera con Cuéllar y que para más enredo, en sus bajos albergó en los años 60, una tienda de coloniales regentada por un señor de piel muy morena al que llamaban el “negrito”, probablemente, heredero del recuerdo tanto de la casa del reloj como del propio tendero que despachaba hace 100 años a unos metros de distancia. La finca poseía jardín con lavadero cubierto y terraza interior de cuatrocientos metros cuadrados, además de sótano, tienda y cuatro pisos. En el momento del derribo de la casa, bajo esa terraza había una sala de clínica veterinaria y cochera, así como un departamento cerrado para almacén. En total 652 m².

Lindaba por la izquierda con los terrenos de los herederos de don Vicente Gasca, por la derecha con la casa de don Domingo Madurga y por el fondo con terrenos del mismo propietario. Al frente, con el paseo de Cuéllar.

Traseras de la casa nº 15 del paseo de Cuéllar con galerías corridas y cerradas con vidrieras. Al fondo de la imagen se advierte la puerta de entrada al callejón particular en cuyo interior, desde donde se ha tomado esta fotografía, se encontraban varias viviendas y almacenes. Fecha de la toma, 1966. Colección María Pilar Gonzalo Vidao
Traseras de la casa nº 15 del paseo de Cuéllar con galerías corridas y cerradas con vidrieras. Al fondo de la imagen se advierte la puerta de entrada al callejón particular en cuyo interior, desde donde se ha tomado esta fotografía, se encontraban varias viviendas y almacenes. Fecha de la toma, 1966. Colección María Pilar Gonzalo Vidao

La finca correspondiente al número 17 ocupaba una superficie aproximada de 169 m² que correspondían a la planta baja y dos pisos superiores además de una falsa ciega. También contaba con un patio posterior de aproximadamente 41 m². Lindaba al frente con el paseo de Cuéllar, por la derecha con la casa nº 19, por la izquierda con paso a cielo descubierto propiedad de “La Regeneración” y por la espalda, con la finca de don Pedro Alfranca.

A continuación, la parcela de terreno en el pasaje particular o a cielo descubierto propiedad igualmente de “La Regeneración”, de 107 m², consistente en una casa de planta baja de unos 56 m² y el resto dedicado a corrales. Lindaba al frente con el pasaje particular hacia la avenida del Siglo XX (paseo de Cuéllar), a su derecha la parcela de don Pedro Alfranca y a la izquierda, paso a cielo descubierto que se segregó de la finca y espalda resto de la misma finca.

La siguiente parcela constaba como sita en el término de Miraflores, partida de Rabalete, sin número, con acceso a la avenida del Siglo XX por un paso a cielo descubierto y el camino de las Alcachoferas por otro paso o camino particular.

395 m² distribuidos entre un almacén de solo una planta con varios patios y una casa de dos plantes con tres viviendas y un local. Lindaba al oeste con la finca de don Mariano Quílez y don Pedro Alfranca; a su izquierda, la finca de doña Raimunda Baile y Alfau; y al sur la finca de doña Engracia Lavieja y doña Concepción León.

Todas estas fincas fueron adquiridas por Ángel Vallejo Pérez como administrador-gerente de Edificaciones Diversas Urbanas S.L. en 1965 con la clara intención de ser demolidas para edificar en sus terrenos unas nuevas viviendas acogidas al régimen de renta limitada. 1245,06 m² para un total de 72 pisos que se querían construir. Corría entonces el año 1968.

Algunos talleres ubicados en las parcelas de terrenos del pasaje particular como el que aparece en la fotografía, resistieron hasta el final del derribo. Junto a la escalera de acceso y paso a la entonces calle de Millán Astray, se advierte una escombrera. Fecha de la toma, 1966. Colección María Pilar Gonzalo Vidao
Algunos talleres ubicados en las parcelas de terrenos del pasaje particular como el que aparece en la fotografía, resistieron hasta el final del derribo. Junto a la escalera de acceso y paso a la entonces calle de Millán Astray, se advierte una escombrera. Fecha de la toma, 1966. Colección María Pilar Gonzalo Vidao

Algunas de estas fincas tenían inquilinos que todavía vivían en sus casas y lejos de resignarse pelearon por obtener algún beneficio, no conformes con el destino que les aguardaba. Lo cierto es que como se suele decir, el pescado estaba todo vendido, y, Edificaciones Diversas Urbanas S.L. presentó un expediente el ocho de agosto de 1968 ante urbanismo para que las viviendas fueran incluidas en registro de solares, tal y como figuraba en el apartado A del artículo 15 del reglamento de Edificación Forzosa y Registro Municipal de Solares. En el momento de la incoación de este expediente, se encontraban domiciliados cinco inquilinos, dos personas en el portal 15, una en el 17 y dos más en el 17 interior.

Las notificaciones no se hicieron esperar y apenas una semana más tarde, recibían en su buzón la sentencia de muerte con el beneplácito del consistorio.

El arquitecto jefe del servicio técnico fiscal hacía un informe demoledor en el que aseguraba que los edificios presentados desmerecían el entorno en el que estaban ubicados, entre otras cosas, porque no guardaban la alineación en altura con los mastodónticos y novísimos bloques que empezaban a arrinconar a los disminuidos hotelitos de finales del siglo XIX y principios del XX. También se les achacaba falta de condiciones higiénicas. Algo completamente incierto como alegaron los inquilinos del bloque 17 interior, defendiéndose en los juzgados. Estos dejaron constancia de que la única intención de los nuevos propietarios era la del desalojo por el procedimiento más rápido para no dar opción a indemnizaciones, retorno, etc. Por otra parte, alegaban que al ser casas en terrenos interiores eran inedificables en un solo bloque de viviendas como pretendían los nuevos propietarios, distinguiendo que se trataba de cuatro casas independientes y por tanto no se podía tratar como una mole homogénea debiendo respetar un patio de manzana, contrario a los locales industriales que se iban a construir, entre otras cosas, y donde solo existía autorización para levantar una planta como máximo. Y por último, advertía de que no eran ellos quienes habían desarmonizado el paseo sino las nuevas edificaciones que habían cambiado por completo el paisaje existente incluyendo el ruido y el tráfico de vehículos. Razón no les faltaba.

Otra perspectiva del bloque correspondiente al nº 17 interior del paseo de Cuéllar, hoy desaparecido. Como se puede comprobar, las casas eran humildes pero estaban en perfecto estado. Fecha de la toma 1966. Colección María Pilar Gonzalo Vidao
Otra perspectiva del bloque correspondiente al nº 17 interior del paseo de Cuéllar, hoy desaparecido. Como se puede comprobar, las casas eran humildes pero estaban en perfecto estado. Fecha de la toma 1966. Colección María Pilar Gonzalo Vidao

Lo cierto es que, aun teniendo razón, llegaron pronto a un acuerdo con la constructora, y apenas un mes más tarde del enfrentamiento cerraban sus diferencias con una indemnización en metálico.

En enero de 1969, Ángel Vallejo Pérez y su hermano, Santiago Vallejo Pérez, se hacían con la escritura firmada ante notario en la que figuraba la adquisición de todas las fincas. En ella estaba incluida la de “Vista Alegre”, la casita de campo que en un primer momento perteneció a don Vicente Gasca y Melús y que fue vendida en 1884 a don Juan Salinas, quien embelleció y levantó dos plantas más que fueron las que llegaron hasta el derribo efectuado por Edificaciones Diversas Urbanas S.L. para la construcción de 68 viviendas con portería, considerada como Viviendas de Renta Limitada Grupo I de Protección Oficial. Por este hotelito se pagó un millón setenta y cinco mil pesetas.

Cuando todo parecía solventado, una de las inquilinas del nº 15 decidió recurrir ante la Comisión Provincial de Urbanismo y Arquitectura en junio de 1969, petición que fue estimada por lo que se revocó todo lo dicho con anterioridad ante la Comisión Permanente del Ayuntamiento. Poco le duró la alegría porque el propio arquitecto municipal encargado de revisar su caso acreditó, punto por punto, lo presentado por la constructora.

Así acababa la historia de estas casas que embellecieron durante décadas un lugar pintoresco de Zaragoza. Ciudad esta que sigue apostando por derribar “lo viejo” para aclamar lo nuevo sin personalidad, ni calidad ni belleza.

En 1971 se levantaban los 68 pisos mencionados dejando al fin alineado todo el tramo del paseo de Cuéllar desde los primeros números, tal y como reclamaban los tiempos modernos, eso sí, más insulsos y con menos gusto estético ni ético.

Perspectiva del bloque correspondiente al nº 17 interior del Pº de Cuéllar, hoy desaparecido. Al fondo, la puerta que daba entrada al callejón. Fecha de la toma 1966. Colección María Pilar Gonzalo Vidao
Perspectiva del bloque correspondiente al nº 17 interior del Pº de Cuéllar, hoy desaparecido. Al fondo, la puerta que daba entrada al callejón. Fecha de la toma 1966. Colección María Pilar Gonzalo Vidao

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