Resistir para esto. La Puerta del Carmen

“Puerta del Carmen en Zaragoza”. ca. 1858. Museo Nacional del Prado
“Puerta del Carmen en Zaragoza”. ca. 1858. Museo Nacional del Prado

No sé si ofenderé a los académicos afirmando que las excelsas crónicas del ilustre Jerónimo Zurita además de excelsas hubiesen sido entretenidas de haber sido dotado el cronista de una cámara de fotos por parte de su majestad Felipe I. No pudo ser entonces pero desde hace más de siglo y medio buena parte del relato historiográfico corre ya a cargo de los fotógrafos.

Precisamente fue hace más de siglo y medio, en 1868, cuando durante una mala tormenta de verano cayó un rayo sobre la cúpula de la zaragozana parroquia de San Ildefonso, arruinando su linterna. Si bien ésta se rehízo casi de inmediato, no se acertó con su diseño, careciendo la resultante de la gracia de la original.

Ese es el detalle que permite datar la que seguramente será la más antigua de las imágenes de la Puerta del Carmen conservadas, una albúmina custodiada en el Prado en la que sobre el citado templo todavía aparece la linterna primitiva.

La puerta está retratada totalmente de frente, alineado su autor con el eje de la calle de la Soberanía Nacional. Al fondo, la Torre Nueva se remata todavía con su estiloso chapitel, el cual sabemos se desmontará en 1878.

A lo largo de las siguientes décadas la puerta será fotografiada en incontables ocasiones. Las más de ellas desde ese mismo encuadre, infrecuente en las imágenes tomadas en la actualidad. La apreciación podría parecer superflua, pero evidencia la transformación que vamos a narrar, pues hoy es complicado retratar la Puerta del Carmen desde un encuadre similar sin poner en riesgo la vida del artista.

Cruce de pº de Pamplona con la Vía Imperial. 1976. Gerardo Sancho. AMZ
Cruce de pº de Pamplona con la Vía Imperial. 1976. Gerardo Sancho. AMZ

El mismo año del rayo destructor, sin duda un año tormentoso, concretamente en septiembre, la Junta Revolucionaria de Zaragoza dispuso la abolición del impopular “derecho de consumos”. A la acción siguió el efecto y en el extremo del Coso, en su salida a las Tenerías, cayó piqueteada la Puerta del Sol por tratarse de uno de sus lugares de pago.

Lo mismo hubiese podido sucederle a la Puerta del Carmen, pero quiso la fortuna que los académicos Paulino Savirón y Francisco Zapater, pertenecientes a la Comisión Provincial de Monumentos, presentasen al Ayuntamiento una propuesta titulada “Transformación de la Puerta del Carmen en Arco de Triunfo conmemorativo de los años 1808 y 1809”.

En su escrito, Savirón y Zapater no otorgaban a la obsoleta construcción valor artístico ni monumental, sino valor “patriótico”. Hacíanle notar al Consistorio que lo que convertía en valiosa a la Puerta del Carmen era, precisamente, su estado ruinoso, en donde sus rotos eran sinónimo de heroicidad. La puerta se quedó.

Depósito de Sal de Ceferino Agud. ca. 1898. Juan Rafael Alday. Kutxateka. Fondo Alday
Depósito de Sal de Ceferino Agud. ca. 1898. Juan Rafael Alday. Kutxateka. Fondo Alday

También en 1868 y también en septiembre, se inauguró en la glorieta de Pignatelli, futura plaza de Aragón, la “Exposición Aragonesa”, instalada a ambos lados de su óvalo, en especial en la mitad en la que se alzará Capitanía, terrenos que una vez extinguida la muestra serán parcelados y vendidos.

Así, cuando en 1882 los enchisterados próceres aragoneses lograron la aprobación de la “Ley del Ferrocarril de Canfranc”, muy celebrada, una de las calles recién urbanizadas recibió el nombre de la villa pirenaica, en tanto las perpendiculares fueron bautizadas en honor a otras ciudades enlazadas por los nuevos trazados ferroviarios; Bilbao, Valencia y Teruel. Se les sumaba la dedicada al Ministro de Fomento firmante, José Luis Albareda. Su calle de momento, como la de Canfranc, carecían de salida por topar con las traseras de la Escuela de Veterinaria y los lavaderos públicos.

Vecina de éstos, la Puerta del Carmen era ya referenciada tanto en los libros de historia como en los de viajes, pero se mantenía en el ocioso limbo de la administración patria. Iniciados los trámites por el alcalde Antonio Fleta, la declaración de Monumento Nacional llegó mediante una Real Orden en febrero de 1908, coincidente, no podía ser de otra manera, con las fanfarrias del centenario de los Sitios.

Aunque hacía tiempo que sobre la mesa alcaldicia se había puesto la idea de aislar el ahora monumento, tal iniciativa se enfrentaba a pecados urbanísticos heredados, mal apañados luego con las desamortizaciones. Sin embargo a estas alturas interesaba especialmente la prolongación de la calle de Canfranc, lo cual facilitó las cosas.

Lucien Roisin. 1930. Institución Fernando el Católico. Imagen cedida por la Institución Fernando el Católico y propiedad del Instituto de Estudios Fotográficos de Cataluña
Lucien Roisin. 1930. Institución Fernando el Católico. Imagen cedida por la Institución Fernando el Católico y propiedad del Instituto de Estudios Fotográficos de Cataluña

La Puerta del Carmen se hallaba desde sus primeros tiempos unida a la tapia del convento de la Encarnación. En 1917, sin más trauma que la pérdida de unos pocos metros cuadrados de huerta, quedó libre de ese vínculo, pero entonces algunos técnicos aseguraron que si los sillares neoclásicos conservaban su equilibrio era gracias a hallarse encastrados en el edificio ubicado al otro lado, un caserón de mediados del XIX que tuvo varios usos comerciales, el más popular, ya brincado al XX, como domicilio del “Café de Levante”. Según dichos arquitectos la puerta jamás podría separarse de éste inmueble sin venirse abajo.

Su opinión pesó, transcurriendo una larga década sin actuación alguna. Únicamente, una vez creado el paso lateral se colocaron mojones de piedra para evitar que por el mayor de los vanos continuasen transitando caballerías y carros, medida que hubo de generar no pocos juramentos a los trajineros, no entendedores de la razón del rodeo. Hasta que en 1926, tras llegar el Municipio a un acuerdo con Pilar Hernández, propietaria del edificio arriba mencionado, y asegurar una nueva generación de técnicos que no existía riesgo, la casa se derribó y la Puerta del Carmen quedó al fin exenta.

Ediciones Artigot. ca. 1940. AMZ
Ediciones Artigot. ca. 1940. AMZ

En una isleta oval, primero sola, luego rodeada de jardines y finalmente de una verja, en sus primeros años de emancipación se recortaría heroica en el paisaje. De un lado poco le estorbaban las tapias monacales, del otro, no fue hasta los primeros años 30 que en la embocadura del nuevo tramo de la calle de Canfranc se alzó una discreta casa de tres pisos con miradores en el chaflán. Más elitista y tardío, de 1954, es el elegante edificio achaflanado que subsiste en la proa con el paseo de Pamplona.

Podía pensarse que tan bien logrado contexto perduraría algún decenio, pero no fue así. Soterrado el Huerva a finales de los 20 la plaza de Basilio Paraíso opositaba para convertirse en el primero de nuestros grandes nudos. Convergirían allí la reciente Gran Vía, que llevaba al parque y llevaría algún día a Casablanca, y el otro tramo obtenido con el cubrimiento, hoy paseo de la Constitución, breve tramo que prolongándose llegará hasta San José. A los flujos de estas nuevas avenidas se sumarían los ya existentes de Sagasta, Independencia y paseo de Pamplona, llamado de María Agustín de la Puerta del Carmen en adelante, en el que se avecindaban instituciones tan notables como el colegio Costa, el Refugio o la Maternidad. Añadámosle el ir y venir de los pueblos ribereños del Huerva por la carretera de Valencia, cuyo trazado mantiene Hernán Cortés. La placidez en el entorno de la Puerta del Carmen era historia. De las horchatas, ni hablamos.

Ediciones Artigot. ca. 1940. AMZ
Ediciones Artigot. ca. 1940. AMZ

Por haberse considerado ayer impracticables, un puñado de planes urbanísticos llevaban años encerrados en el tintero municipal. Meneado éste por las manos oportunas a mediados de los 60 originó un tsunami que hizo perder al paseo de Pamplona su andén central y su arbolado, haciéndole lo mismo a su primo de Independencia. Mientras, los derribos en la hasta entonces calle de Sanjurjo dejaban paso a la avda. Imperial, la que vino a ser Cesar Augusto.

Sin haberse desplazado ni un solo metro desde 1789 la puerta del Carmen se había convertido en un centro neurálgico, un concepto moderno ajeno a la belleza de los dibujos de axones y dendritas cajalianos. En 1962 los dictados del desarrollismo, que no dejaban lugar a la modestia, indujeron a las monjas de la Encarnación a mandarse hacer en su esquina una enorme iglesia de ladrillo rojo equivalente a un edificio de ocho plantas. Enfrente, la promotora "Edificaciones Diversas Urbanas" levantaría en 1964 una mole de quince pisos.

Paseo de Pamplona. 1966. Gerardo Sancho. AMZ
Paseo de Pamplona. 1966. Gerardo Sancho. AMZ

Llegada con salud a la segunda década del XXI, la Puerta del Carmen, la que se rió de los artilleros napoleónicos, sufre migrañas agobiada y célibe, pues son pocos o poquísimos los zaragozanos que alguna vez la han tocado con sus manos. Aunque a la glorieta, de casi 300 m2, podría accederse mediante un paso de cebra, prima la praxis del presuntuoso erudito provinciano que quiere evitar que el ciudadano vulgar entre en contacto directo con las piedras.

Como si lo que pudiese acelerar el deterioro de los siglos no fuesen los humos y las vibraciones, sino la erosión provocada por los culos de esa parejita que se achucha contra los sillares. Vale que el sitio no es muy íntimo, pero más extrañas cosas habrá visto…

Edificio “Puerta del Carmen”. 1976. Gerardo Sancho. AMZ
Edificio “Puerta del Carmen”. 1976. Gerardo Sancho. AMZ

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