“La Zaragozana, fábrica de cerveza, malta y hielo”, una industria más que centenaria

En la terraza de un quiosco del andador central del paseo de la Independencia la cerveza brilla por su ausencia y cede su actual protagonismo al café, el vino, los sifones y algunos refrescos. A la derecha, la fachada del antiguo convento de Jerusalén, ca. 1925, Colección Manuel Ordóñez
En la terraza de un quiosco del andador central del paseo de la Independencia la cerveza brilla por su ausencia y cede su actual protagonismo al café, el vino, los sifones y algunos refrescos. A la derecha, la fachada del antiguo convento de Jerusalén, ca. 1925, Colección Manuel Ordóñez

Ahora que el tiempo parece que ya lo reclama, casi nada más cotidiano que acceder a un establecimiento o sentarse en su exterior y combatir los rigores de la errática meteorología local con un refresco o una cerveza bien fría. No en balde, esta última es una de las bebidas de más dilatada historia y más enraizada en nuestra civilización, si bien su consumo no se popularizó entre los españoles hasta entrada la segunda mitad del siglo XX.
Y si de Aragón y de cerveza hablamos, a todos nos acude inmediatamente a la cabeza su gentilicio por antonomasia, “La Zaragozana”.

Al parecer, las primeras reuniones para crear esta industria se remontan a 1898 y fueron impulsadas por Ladislao Goizueta y Díaz que, aunque natural de Peralta (Navarra), había sido alcalde de Zaragoza hasta el año anterior, el cual reunió a un grupo de adinerados amigos burgueses con el fin de buscar una forma de aprovechar los excedentes de producción de la magnífica cebada aragonesa para satisfacer el creciente mercado local de amantes del dorado líquido.

No fueron los introductores de esta idea en nuestro país pero sí uno de sus pioneros. Por aquellas fechas ya funcionaban sendas cerveceras barcelonesas propiedad de los alsacianos Louis Moritz y August Kuentzmann Damm, en tanto que Madrid acogía desde hacía relativamente poco tiempo la del galo Casimiro Mahou, San Sebastián la de la familia Kutz y Santander la de la sociedad “Cruz Blanca”.

Aunque la prensa local recogió los rumores de la génesis de esta empresa desde el mes de abril, “La Zaragozana” no se fundó hasta el 10 de julio de 1900 como “Fábrica de Cerveza, Malta y Hielo”, algo muy habitual en una época en la que la distribución de hielo iba pareja a la venta de cerveza.

Plantilla de “La Zaragozana” en 1903. En el centro, Charles Schlaffer, maestro cervecero entre 1901 y 1904. Extraído de Fumanal Sopena, Antonio J. “Elaboración de Cerveza en el Siglo XIX”, pág. 444
Plantilla de “La Zaragozana” en 1903. En el centro, Charles Schlaffer, maestro cervecero entre 1901 y 1904. Extraído de Fumanal Sopena, Antonio J. “Elaboración de Cerveza en el Siglo XIX”, pág. 444

Se firmó el acta de constitución ante el notario Luciano Serrano y Millán. El ya mencionado Sr. Goizueta y Díaz fue su primer presidente mientras que Enrique Lacadena y Lalaguna, subteniente de la Administración militar de distinguido linaje, ocupó la vicepresidencia. La parte administrativa, que quedaba en manos del propio Goizueta y de un tal Sr. Brunet, se desarrollaría en una oficina alquilada en el número 88 (actual 66-74), principal, de la céntrica calle del Coso, entre las de Blancas y Porcell.
La sociedad nacía con un capital social de 420.000 pesetas, distribuidas en 840 acciones de 500.

El proyecto de levantar físicamente la fábrica se encomendó al ingeniero militar natural de Torres de Berrellén, Mayandía Gómez (1860-1935), viejo conocido de estas crónicas fotográficas al que ya encontramos hace mes y medio y con casi treinta años más de edad presidiendo junto al alcalde de Zaragoza la primera corrida goyesca de la historia.

Don Antonio, que alcanzaría con el tiempo el rango de general de bridada del Cuerpo de Ingenieros, llegó a ser miembro del Directorio Militar de Miguel Primo de Rivera, cargo en el que le tocó lidiar con abundantes asuntos aragoneses, entre los que destaca la compra del acampo de San Gregorio, cerca de Zaragoza, y la construcción en él de la Academia General Militar en su segunda época, sin olvidar su decidido apoyo al desarrollo del proyecto ferroviario internacional del Canfranc.

Diseño de la nueva etiqueta aprobada en el registro de patentes en 1903, en la que se incluyen los galardones obtenidos en 1902 con Medallas de Oro en Madrid, París y Londres, y Gran Diploma en Londres
Diseño de la nueva etiqueta aprobada en el registro de patentes en 1903, en la que se incluyen los galardones obtenidos en 1902 con Medallas de Oro en Madrid, París y Londres, y Gran Diploma en Londres

Contó, para el tema industrial, con la ayuda de otro ingeniero apellidado Egozcue del que desconocemos más datos. Ambos diseñaron el proyecto y levantaron los planos, para lo cual viajaron comisionados a distintas cervecerías centroeuropeas buscando la maquinaria y los sistemas de producción más eficaces.

Para elaborar el producto, Mayandía y sus mandantes contrataron al maestro alemán Charles Schlaffer, formado en la “Königlich Bayerische Staatsbrauerei Weihenstephan”, una cervecería monacal de dilatada historia ubicada de la ciudad bávara de Frisinga, quien, nada más hacerse cargo del mando del asunto, formuló dos tipos de cerveza, una de tipo “pilsen”, clara, y otra de estilo “múnich”, más oscura y tostada. Herr Schlaffer trabajó como maestro cervecero de la compañía hasta 1904.

Se trataban, evidentemente, de tiradas limitadas y dirigidas a determinados ambientes nacionales e internacionales más que al consumo local, una herramienta de márquetin orientada a evaluar la bondad y la recepción del producto antes de su popularización.

Un carro de distribución de productos de “La Zaragozana” circula por el Coso a la altura del Palacio de los Condes de Morata o de los Luna, sede de la Audiencia Provincial de Zaragoza, ca. 1928, Colección Manuel Ordóñez
Un carro de distribución de productos de “La Zaragozana” circula por el Coso a la altura del Palacio de los Condes de Morata o de los Luna, sede de la Audiencia Provincial de Zaragoza, ca. 1928, Colección Manuel Ordóñez

Como apunte histórico, decir que a principios del siglo XX la cerveza se comercializaba y distribuía en toneles de madera y botellas sopladas artesanalmente, con tapón de corcho (el cierre metálico no llegaría hasta dos décadas después) y etiquetas de papel de impresión muy rústica. El producto se transportaba desde la fábrica a los establecimientos de venta en carros arrastrados por caballerías.

Esa imagen, la del carro lleno de toneles tirado a tracción de sangre, fue durante mucho tiempo una estampa familiar en las calles y plazas de Zaragoza. Ahora es el emblema de la firma, quien la utiliza con fines publicitarios y la revive en ocasiones puntuales con motivo de fiestas y acontecimientos populares de la ciudad.

La cuadra de caballos era un orgullo para la empresa. Estaba formada por doce percherones que arrastraban galeras, volquetes y hasta coches de paseo. La cuadra estaba dirigida por un palafrenero, que también actuaba de auriga del coche del entonces presidente de la compañía.

La fábrica de “La Zaragozana. Fábrica de Cerveza, Malta y Hielo” se situó en el término municipal de Miraflores, cercana al antiguo camino de las Alcachoferas (actual calle de María Moliner) y al burgués y recién creado barrio de las Acacias, del que nos viene hablando magistralmente en esta misma sección nuestra compañera, María Pilar Gonzalo. Se eligió este lugar porque disponía de suficiente suministro de agua gracias a la acequia de Ontonar, que, tomando sus aguas del Canal Imperial en las Terrazas de Pina, irrigaba parte de la huerta de Miraflores.

Vista exterior de la fábrica. En primer término, el antiguo camino de las Alcachoferas. Juan Mora Insa, 1931, Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, Ref. AHPZ-MF/MORAIND/0704
Vista exterior de la fábrica. En primer término, el antiguo camino de las Alcachoferas. Juan Mora Insa, 1931, Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, Ref. AHPZ-MF/MORAIND/0704

Y es que, en aquella época, Miraflores era una zona de huerta y parcelaciones y así lo siguió siendo hasta prácticamente los años 60 del pasado siglo, época en la que el crecimiento de la ciudad terminó por integrar la fábrica dentro de su entramado urbano.

El edificio original de la usina era de ladrillo y tenía cinco alturas. Tanto la maquinaria original como el personal procedían de la región alemana de Bavaria. Los sistemas de refrigeración fueron adquiridos a la “Gesellschaft für Linde’s Eismaschinen AG” de Wiesbaden y la maquinaria de vapor, maltería y cervecería a la “Machinsnenban Gesells chaft” de Múnich.

Este primer edificio central fue construido, como ya se ha dicho, entre 1900 y 1902, y en él se ubicaron las zonas de malteado, germinación, fermentación y guarda. Junto a él se levantó una chimenea industrial, también de ladrillo. La vivienda del maestro cervecero se ubicaba dentro de la propia fábrica.

Alrededor de él se dispusieron cobertizos para montar los barriles de madera y embotellar el producto final. También las cuadras para los ya mencionados animales de tiro de los vehículos de distribución y una fábrica de hielo. Además, se instaló un bar para vender cerveza en las mismas instalaciones fabriles, costumbre que se mantiene en nuestros días en la zona musealizada del conjunto.

Entendemos que sería en este último ámbito, el de la cantina, en donde el sábado 11 de enero de 1902 los selectos invitados a la inauguración oficial de las instalaciones degustaron, en el transcurso de un selecto lunch y tras una detallada visita en la que les sirvieron de cicerones y anfitriones los ya conocidos señores Goizueta, Mayandía y Egozcue, el distinguidos caldos por vez primera.

Al día siguiente se agotaría en su primera distribución a los cafés locales.

Moderna maquinaria en la sala de cocción del producto. Juan Mora Insa, 1931, Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, Ref. AHPZ-MF/MORA/003863
Moderna maquinaria en la sala de cocción del producto. Juan Mora Insa, 1931, Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, Ref. AHPZ-MF/MORA/003863

Y aun parece que aquellas primeras producciones salieron con buen pie, pues en el mismo año 1902 “La Zaragozana” obtuvo reconocimiento internacional al conseguir el “Diploma de Honor con Gran Medalla de Oro” en la Exposición Internacional de Londres y sendas medallas del mismo metal en las de esta misma ciudad, París y Madrid (de lo que da fe la etiqueta patentada en 1903) así como, poco después, en la Hispano-Francesa de Zaragoza del año 1908.

A partir de 1904 y hasta casi los años treinta las noticias sobre la empresa escasean. Sí que se sabe que durante los complicados años de primera posguerra mundial escaseó la cebada local, materia prima indispensable para la producción, teniendo “La Zaragoza” que recurrir a la importación del cereal desde Rusia y el Oriente Medio.

También, merced a la publicidad en prensa, que la cerveza era habitual en sus estantes y se consumía en los cafés más distinguidos de la ciudad que la vio nacer, compitiendo con otras “hermanas” nacionales e internacionales como la madrileña “El Águila” o las teutonas “Helles” y “Paulaner”.

En 1929, tras casi tres décadas de actividad, comenzó la primera remodelación importante del recinto, tendente a aumentar su capacidad productiva. Así, se procedió a realizar una serie de mejoras: se amplió la maltería, se renovó la maquinaria y se levantó una nueva nave destinada al envasado, tanto en barril como en botella.

La nueva edificación sustituyó a un antiguo cobertizo que tenía la misma función, siendo inaugurada en 1931. En esta ocasión el ingeniero Miguel Mantecón Arroyo diseñó una estructura de hormigón armado de dos plantas. También modificó la fachada, transformando los vanos en ventanas de influencia racionalista. Finalmente, se procedió a estructurarla con seis vanos adintelados y tripartitos, que arrancaban del sencillo zócalo que la recorría.

Patio interior de la industria mostrando la flota de distribución del producto. Al fondo, la chimenea del complejo. Juan Mora Insa, 1931, Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, Ref. AHPZ-MF/MORA/003890
Patio interior de la industria mostrando la flota de distribución del producto. Al fondo, la chimenea del complejo. Juan Mora Insa, 1931, Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, Ref. AHPZ-MF/MORA/003890

Con el advenimiento de la II República, “La Zaragozana”, tras apenas tres décadas de existencia, se había afianzado como una de las mayores cerveceras nacionales.

En un artículo publicado en diciembre de 1932 en la revista “Aragón”, el Secretario del Consejo de Administración de la sociedad, Eduardo Lon Romeo, se enorgullecía de que, tras las recientes reformas y renovación de la maquinaria, la producción anual de cerveza había crecido desde los 600.000 litros iniciales hasta 5.000.000, procedentes de los 250 vagones de cebada necesarios por campaña “y cuyo importe beneficia íntegramente a agricultores aragoneses, del mismo modo que la economía regional recibe más de 300.000 pesetas por ejercicio en forma de tributaciones e impuestos”.

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