Mujeres haciendo adobes con arcilla, agua, paja y arena, secándolos al sol vuelta y vuelta en las calles del barrio de La Paz. 1956. Colección particular

Aquellos inicios del barrio de La Paz sin vecinos ni pobladores estables salvo aquellos trabajadores que pertenecían a “La Fabril Constructora Aragonesa” dedicada a la elaboración de ladrillos a orillas del Canal, frente a la Quinta Julieta en 1904, debieron sentirse unos privilegiados cada vez que tenían que transportar su mercancía mediante los tranvías de carbón desde la estación de Utrillas hasta la fábrica y viceversa, mediante una línea de vagonetas por tracción animal que enlazaba aquella con el Puente de América bordeando la margen del Canal. Unos privilegiados, como digo, por ocupar parte de los Montes de Torrero entre grandes silencios salvo los producidos por el sofocante chillido provocado en el interior de las naves de cocción y fabricación.

Iniciaba su andadura empresarial el 21 de diciembre de 1904 como sociedad colectiva. Como tal apenas duró un año y tras varios conflictos sería el Sr. Machetti, italiano de nacimiento y aragonés de adopción, quien se haría con el control de la fábrica contando con el apoyo de su asesor y pariente, el Sr. Mino, haciendo las veces de director.

La instalación contaba con dos magníficos cuerpos, uno destinado a la fabricación y otro a horno. El rendimiento de esta fábrica era en aquella época de entre 12.000 y 20.000 ladrillos diarios. Frente a estos edificios e internada un poco más hacia el Monte de Torrero se encontraba la flamante chimenea de 40 metros de altura, lo único que se ha conservado de este entorno fabril y que puede visitarse si se dirigen por la orilla del canal junto al chiringuito que hay ubicado muy cerca del actual campo de fútbol del Montecarlo.

Fincas de labranza venidas a menos por culpa de la filoxera a finales del XIX o casetones diseminados cerca del Cabezo Cortado, con permiso de la “Quinta Julieta” como colonia agrícola, completaban esta suerte de diáspora en la que era difícil ver a alguien en kilómetros a la redonda.

“La Fabril Constructora Aragonesa” fundada en 1904. Situada a orillas del Canal Imperial en la margen derecha frente a la Quinta Julieta. 1907. Colección Manuel Ordóñez

Tal vez se encontraran en algún momento con el padre Emilio Pérez Vidal, precursor de la escuela gratuita para niños en situación de orfandad y desamparo que desde 1919 y hasta principios de los 40, desempeñó su labor social poniendo al servicio de su causa su fortuna personal para sacar adelante a estos pequeños proporcionándoles un oficio con el que defenderse en la mayoría de edad. El padre Emilio prosperaría y se trasladaría desde sus casetones en 1949, fecha de la inauguración de los nuevos pabellones en un terreno de unos 8000 m², hoy casi rodeado por el paseo de Tierno Galván y junto al nuevo parque de las Víctimas del Terrorismo. El nombre elegido, San Francisco de Paula, posteriormente el colegio de San Viator. En la fotografía que mostramos todavía podemos observar la capilla original, que tras la reforma llevada a cabo, se tomó la decisión de ampliar una de las alas tanto en altura como en extensión haciéndola desaparecer. Tras el abandono de los casetones iniciales cedidos por el padre Emilio, estos servirán tras su venta y parcelación para que unas pocas familias puedan instalarse, a través de Jesús Viejo en 1952, en lo que se denominó “Colonia de la Paz”, germen de un barrio compuesto por las calles con nombres de personas muy vinculadas al entorno: José Luis Díez, Emilio Lasala, quien fuera uno de los precursores del San Francisco de Paula; Francisco Izquierdo, mano derecha del Arzobispo Casimiro Morcillo en la operación suburbios para dotar de parroquias a zonas como la Paz; y la calle Francisco Romero.

En aquella época, el edificio constaba de 1.192 m² en dos cuerpos perpendiculares formando una L, semisótano, planta baja, principal, primera y segunda planta, estas dos últimas en torreón. Poseía las dependencias precisas para el internamiento y educación de unos cien varones de edades comprendidas entre los 7 y los 18 años, así como habitaciones para la comunidad. También contaban con un taller de carpintería, jardín y campo de fútbol. En épocas posteriores tuvieron hasta piscina, hoy reconvertida en un invernadero.

Hogar de San Francisco de Paula, fundado por el Rvdo. Emilio Pérez Vidal en 1943 e inaugurado en 1949. Posteriormente conocido como San Viator por ser esta orden de clérigos quien se haría cargo del centro. Imagen tomada en 1958. Colección Manuel Ordóñez

Son comienzos muy difíciles en la colonia en los que no hay agua, luz ni alcantarillado. Las calles iniciales que han sido trazadas por el Ayuntamiento están además sin asfaltar y las primeras familias que van llegando a este nuevo suburbio lo hacen por la necesidad de adquirir una propiedad fuera del mercado libre de vivienda a la que no pueden optar. Son familias humildes y trabajadoras llegadas desde distintos puntos de la geografía aragonesa y española, particularmente andaluza. Con sus propias manos van a levantar sus casas de adobe de una sola planta con corral o como mucho, de planta calle y un piso. No hay lujos, solo ilusión por la propiedad y una vida digna. Hombres, mujeres y niños se ponen a la faena sin descanso. El objetivo, tener las cuatro paredes y el techo terminados antes de que la policía se presente de improviso, les tire las casas y les ponga una multa por carecer de licencia para construir. Gracias al pago fraccionado a razón de 22 pesetas semanales a 25 pesetas el metro cuadrado, van a poder hacer realidad su sueño de ser propietarios. Son una docena de familias que van trayendo sus enseres poco a poco entre el polvo, los montículos y la nada más absoluta frente a la enorme solidaridad generada entre todos para echarse una mano en las labores de construcción.

En 1954 ya son cien las familias las que van ocupando las parcelas, es entonces cuando el barrio comienza a denominarse de La Paz aunque sigue siendo un suburbio no reconocido por el Ayuntamiento. De igual modo, el barrio de San Eugenio y el de Nuestra Señora emergen casi al mismo tiempo aunque algo más tarde. El primero, situado en la actual calle Cuarta Avenida y las calles perpendiculares a esta, con la particularidad de que en estos terrenos sí tenían agua y por lo tanto, los terrenos se cotizaban entre 60 pesetas el m² al inicio y las 100 pesetas con el tiempo. El segundo, denominado también como “de los americanos” por vivir en esas casas muchos militares llegados de USA, tras la instalación de la base aérea en Zaragoza. Este se encontraba localizado en la parte anterior del hoy desaparecido velódromo, piscina y campo de fútbol de Torrero, sede del Iberia inicialmente.

Calle Zamora. En primer término la parcela correspondiente al número 6, hoy derribada. En esa parcela estaría ubicada una tienda de panadería, repostería y un estanco. A continuación, el nº 4 en proceso de remodelación en la actualidad. Al fondo, la calle Teniente Coronel León Moyano. Estas viviendas fueron edificadas en 1955. Fotografía tomada en 1957. Colección particular

Un año más tarde, en 1955, se celebraron las primeras fiestas del barrio bajo la advocación del Sagrado Corazón de Jesús. Los frailes capuchinos y los hermanos de San Viator sacaron la imagen y la llevaron en procesión por el barrio junto a los vecinos. Era un intento de comprometer a las autoridades civiles y de que la iglesia también apoyara sus reivindicaciones que en ese momento eran muchas. Estos comienzan a organizarse en asociaciones de propietarios y de cabezas de familia aunque sin ningún amparo legal. El consistorio sigue mirando hacia otro lado pero el arzobispo Casimiro Morcillo se va a implicar directamente en lo que considera una cruzada denominada “Con Cristo a los suburbios de Zaragoza”. De este modo, el 1 de julio del 56, su imagen con un pico en la mano poniendo la primera piedra en lo que sería la parroquia de Nuestra Señora de la Paz dio la vuelta al mundo. Apenas un año más tarde, el 16 de junio del 57, aparecía en prensa aportando datos sobre las cantidades invertidas en la “operación suburbios” haciendo hincapié en la deuda contraída que ascendía a 6.700.000 pesetas de la época por la construcción de siete grupos parroquiales levantados en toda la ciudad en menos de 365 días y que iban a ser bendecidos el día 30 de ese mes por el nuncio del Vaticano, Monseñor Antoniutti. Morcillo anunciaba que la recaudación del partido de fútbol inaugural de la Romareda que tendría lugar en 8 de septiembre de ese mismo año frente al Osasuna, iría a parar al pago de la deuda, lo que rebajaría en parte los intereses de los préstamos bancarios y les daría un poco de aire.

Eduardo Gil, el primer sacerdote que tuvo la parroquia de la Paz, sugirió con anterioridad a las vecinas que ya que estaban en el barrio de ese nombre, lo lógico sería que la patrona fuera la Virgen de Nuestra Señora de la Paz, sugerencia que se tuvo en cuenta y que a través del Arzobispo lo comunicó a la parroquia de Alcobendas, lo que generó mucha ilusión en esa localidad hasta el punto de que decidieron donar una réplica de la talla que se venera en su ermita. El 30 de abril se desplazaban más de 200 personas en un peregrinaje hasta Zaragoza para bendecir y ofrecer la imagen a la parroquia del recién creado suburbio.

Calle de San Viator con las escuelas y la iglesia de Nuestra Señora de La Paz. En primer plano la futura C/ de La Salud. Al fondo cruza la C/ de San Antonio de Padua. Hacia 1967. Gerardo Sancho. AMZ

Las mujeres dedicaban gran parte de su tiempo a realizar las tareas de la casa, atender a los hijos y preparar la comida como podían con el agua traída del Canal al que había que dejar reposar varios días para que la turbidez quedara en el fondo y pudiera utilizarse como agua de boca y hasta para poder cocinar. También realizaban adobes. Material humilde donde los haya pero de gran valor ecológico en los tiempos actuales. Estos necesitaban una gran cantidad de agua, agua que se encontraba en el cauce pero que era costoso traer hasta los montículos y las calles empinadas donde se levantaban las parcelas, por lo que era necesario contar con un carretillo o buenos brazos para subirla en cubos realizando decenas de viajes o bien podían recurrir a los servicios de los aguateros, Angelines Gil y Bernabé Blázquez. Estos comienzan cobrando 4 pesetas en los inicios hasta los 20 con el paso del tiempo. Contaban con una bestia de carga y una cuba para repartir el agua entre quien lo solicitaba, así se fueron generando nuevas oportunidades de negocio ante la falta de cualquier servicio básico como podían ser comercios, escuelas, consultorio médico, carboneras, etc. Ni siquiera los taxis querían entrar en el barrio por la desconfianza que generaba un lugar así. Al médico había que traerlo en coche así que era mejor no ponerse enfermo al caer la tarde ya que no había alumbrado público y tan solo los candiles ofrecían algo de iluminación en el interior de las viviendas. Por fin, en septiembre del 56 va a llegar la luz a sus casas aunque están lejos de conseguir todo lo solicitado.

Por aquella época, el doctor Artero, junto a su hijo, instalados en la casa que se encuentra en las inmediaciones de la acequia de Ontonar, junto a las antiguas terrazas de Pina o el doctor Emilio Rosell en la calle Lugo, eran los únicos que ofrecían sus servicios a una población muy diseminada. También don Rafael, el practicante, muy solidario con las familias humildes a quienes la mayor parte de las veces no cobraba, realizaban una labor más allá de su deber.

Bernabé Blázquez, uno de los dos aguateros, junto a Angelines Gil que ofrecía sus servicios por las calles empinadas y sin asfaltar del recién creado barrio de la Paz. En la imagen se encuentra en la plaza de Alcobendas, junto a la fuente recién estrenada, rellenando la cuba para ofrecer sus servicios. 1957. Colección particular

Con la llegada de la parroquia también calaron otros servicios proporcionados por la iglesia, como las escuelas regentadas por Cáritas en su sección femenina de Acción Católica, que empiezan a funcionar en octubre del 57, casa parroquial, guardería, dispensario y casino-bar. También se pondría en marcha un cine. Es en estas fechas cuando la fuente de la plaza de Alcobendas también comienza a manar la preciada agua que tantos quebrantos les ha ocasionado, aunque de manera un tanto achacosa. La presión no es suficiente y los vecinos tienen que permanecer más de una hora para llenar una triste tinaja.

No será hasta mayo de 1961 que la luz eléctrica llegue a las calles del barrio y en 1966 que el agua fluya con normalidad por la tubería general proporcionada por el Ayuntamiento, aunque para entonces, hacia bastante tiempo que la Junta de Vecinos se había transformado en Alcaldía de Barrio con autoridad legal para solicitar servicios al consistorio.

Atrás quedaban aquellos primeros pobladores como la señora Juana, su hijo, Antonio el Adobero y su mujer, con su bar en la cuesta del mismo nombre, frente al barrio de Colón, llamado así por vender este material o Celedonio Castillo con su esposa Juana y su hija; Eloy Pascual con su esposa e hijo; al final de la actual calle de Emilio Lasala también vivía una señora en un lugar denominado el “casetón”, al parecer alguien de buena familia; o aquel matrimonio anciano con una casita humilde recogida entre dos higueras en las graveras en lo que hoy es el parque de la Paz y que luego serían pobladas por familias gitanas a principios de los años 50.

Calle de San Antonio de Padua. Imagen tomada desde el actual nº 21. El trazado de la calle sería modificado alineándose con posterioridad haciendo desaparecer las parcelas de la derecha. Al fondo, la calle de San Viator a la altura del nº 23. 1957. Colección particular

Será en próximas semanas cuando nos adentremos precisamente en las graveras, sus pobladores y en todas las reivindicaciones que fueron surgiendo desde las tres asociaciones vecinales históricas del barrio de Torrero-La Paz como son la Asociación de Vecinos Montes de Torrero-Venecia, la Asociación de Vecinos de Torrero, hoy extinta; y la Asociación de Vecinos La Paz; así como el recorrido de sus peticiones y las acciones que llevaron a cabo para conseguirlas.

De momento, desde estas líneas, queremos felicitar a la Asociación de Vecinos de La Paz por su 50 aniversario frente a tantas dificultades y reivindicaciones desde su creación en 1972 pero también por tantas victorias a sus espaldas.

Calle Consejo de Ciento. Una familia posa entre Las humildes construcciones de adobe que van abriéndose paso ante un entorno inhóspito en el recién nombrado barrio de la Paz. 1957. Colección particular

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