La “Señorita Fiestas del Pilar” de 1932

Pista de baile del “Iris Park”. Verbena de la Asociación de la Prensa. Marín Chivite. 1936
Pista de baile del “Iris Park”. Verbena de la Asociación de la Prensa. Marín Chivite. 1936

Según el censo de 1931 hubiesen bastado trece alumbramientos para que los zaragozanos llegásemos a la cifra redonda de 174.000. Y que en tanto no muriese nadie, claro está.

Situándonos en la Zaragoza del momento, se consideraba centro la plaza de la Constitución. Sobre el Huerva, parcialmente cubierto, corría una nueva avenida prolongada hasta el parque del Cabezo, en cuyas proximidades, orillando el río, allí a cielo abierto, la “Sociedad Zaragozana de Urbanización y Construcción” pretendía otro tipo de ciudad, limpia y sin agobios. Mientras, en el casco viejo, el afán por convertirse en Conde de Aranda le estaba costando lloros a la calle del Portillo. Más allá de la plaza, del castillo y de las vías, las barriadas se iban juntando dándole forma a las Delicias. Con Torrero sucedía algo similar, entonces se extendía a ambos lados del Canal, lejos aún de ser un caserío conexo, al igual que San José, Montemolín y Las Fuentes, barrios a los que sólo se accedía cruzando el puente de Miguel Servet. Aguas arriba estaba por inaugurarse el que acabó apellidándose “de los gitanos”.

El Ebro lucía un renovado paseo. Por lo demás, todo seguía igual que cuando en 1894 se tendió el Puente de Hierro. El tranvía y los carreteros cruzaban por el de Piedra, el tren por el del tren y los paisanos de Ranillas en barca, por la de sirga o por la de motor. Yendo hacia Huesca, las alcoholeras no dejaban de producir alcohol. La Academia General Militar acababa de ser clausurada. Yendo hacia Barcelona, las azucareras seguían fabricando azúcar. Sobre el Gállego acababa de estrenarse un puente.

España era una república desde las elecciones de la primavera de 1931, cuando los zaragozanos (hasta el otoño las zaragozanas no tuvieron ese derecho) hicieron alcalde al doctor Pérez Lizano. En otros órdenes, Juanito Pardo era el mejor jotero y Nicanor Villalta toreaba todavía.

Ese 1932, de cara a la celebración de las Fiestas del Pilar la “Asociación de la prensa zaragozana”, con claro protagonismo de “La Voz de Aragón”, propuso que entre las jóvenes pertenecientes a los casinos y centros recreativos se eligiese a la poseedora de los mayores encantos, intangibles y tangibles. La ocurrencia no era original, el diario ABC llevaba tiempo eligiendo a la “Señorita España”, que luego mudaría en “Miss España” y un surtido de “mises” locales.

En este caso la ganadora sería denominada “Señorita Fiestas del Pilar”

Anuncio publicado en “La Voz de Aragón” en su edición del domingo 16 de octubre de 1932.
Anuncio publicado en “La Voz de Aragón” en su edición del domingo 16 de octubre de 1932.

Cabe aclarar, hablando de los clubes y casinos, que el ayuntamiento de la época se esmeraba en que saliese agua por los grifos, que no salía por todos. Se ocupaba además del empedrado de las calles, de las que lo tenían, de la enseñanza en las escuelas del municipio, de buena parte de la beneficencia, que administraban monjitas, de mantener el orden, o intentarlo, del alumbrado, escaso, y de la higiene, amén de pasar al cobro las tasas pertinentes, pero se desentendía del asociacionismo, y salvo en contadas ocasiones, clubes y casinos eran resultado de iniciativas particulares; gremiales, religiosas, políticas o simplemente vecinales.

Así pues, cada uno de estas instituciones, si así lo consideraban sus gestores, propondría a una señorita, a sabiendas de que la candidatura implicaba para la joven un “alterne” que sus progenitores tenían que aprobar. Por muy “tiempos de la república” que fuesen, primaba la decencia. De la “Miss España” de ese año, Teresita Daniel, que será invitada a los fastos, se decía que era una niña decentísima.

Como resultado, el mismo día del Pilar y a una hora tan prudente como las cinco y media de la tarde, reunidas autoridades y poderes, interesados, invitados y agregados por la cara, junto a la Asociación de la Prensa y al Sindicato de Iniciativa de Aragón, fue seleccionada mediante votación la chica ganadora en el curso de un pomposo acto celebrado en el Palacio de Cristal del Iris Park.

Y aquí es necesario otro inciso.

Frente al Hospital Provincial existió una amplia campa utilizada como lavaderos que con acceso por la calle de Ramón y Cajal llegaba hasta los muros del que era Hospital Militar. Los recientes planes de reordenación urbana preveían para esos solares una profunda reestructuración, pero visto que éstos se demoraban, sus propietarios, los hermanos Aísa, alzaron en 1930 un vasto y elegante complejo de ocio bautizado como “Iris Park”. Incluía un teatro de verano, el ya mencionado palacio, pistas de baile y patinaje, bar restaurante y casetas diversas. Con el tiempo, manteniendo la entrada principal se practicó una nueva atajando desde Azoque por un angulado pasillo.

La gala se celebró en ese contexto. Siendo ocho las muchachas llegadas a la final y abierta la urna, la más votada tuvo 614 papeletas y la menos, 12, dándose el caso de que algunos caballeros prefirieron votar a sus acompañantes o esposas.

El título de “Señorita Fiestas del Pilar” recayó en Felisa Campos, del Casino de Las Fuentes, quien agasajada hasta la extenuación esa misma noche fue recibida por la Corporación Municipal.

No nos consta la renovación del título, diríase que la gala no se repitió en los años posteriores, sí en cambio las de “Miss Zaragoza” y “Miss Aragón”.

“Nuevo Teatro Iris”, 1955. Ilustración de Mariano Gimeno
“Nuevo Teatro Iris”, 1955. Ilustración de Mariano Gimeno

Hasta que el 18 de julio de 1936 en Zaragoza se detuvo cualquier iniciativa, ya no diré sicalíptica sino simplemente desenfadada. En agosto el ex alcalde Pérez Lizano, a la sazón presidente de la DPZ, fue detenido. Su cadáver apareció más tarde a la orilla del Canal. Antes o después cerca de 800 funcionarios aragoneses fueron asesinados. Acabada la contienda, casinos, centros y clubes hubieron de pasar un filtro que pocos soportaron. Zaragoza, por miedo, ignorancia o vanidad asumió su rol de ciudad pía.

Así llegó al año 1949, sobrepasando por poco los 240.000 habitantes. Desde la guerra y por decreto, a la plaza de la Constitución se la llamaba de España, cambio parecido al que sufrió la ya conclusa calle Conde de Aranda, en adelante conocida como General Franco, donde se acababa de avecindar la agencia nº1 de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad. La Gran Vía, también con un nombre alterado, no bastándole alcanzar el parque se planteaba continuar rumbo a Casablanca, habiéndose abandonado el planteamiento de aquellas casitas de la “Sociedad Zaragozana de Urbanización y Construcción” de las calles Santa Teresa y Supervía. Tudor ya fabricaba en el Portazgo. Sobre el Ebro, una audaz pasarela de metal servía a los de Ranillas, previo pago. La plaza del Pilar iniciaba la dolorosa mutación que haría de ella una explanada desnuda muy difícil de vestir.

Ese año el Ayuntamiento decidió que las fiestas del Pilar tendrían reina. Y que ésta sería la hija del alcalde, la señorita Carmen García-Belenguer Valdés.

La reina de las fiestas del año 1965, Mª Teresa Palomar Gómez-Laguna, hija del alcalde Luis Gómez Laguna. Jarke-Jaria, 1965, Archivo Municipal de Zaragoza
La reina de las fiestas del año 1965, Mª Teresa Palomar Gómez-Laguna, hija del alcalde Luis Gómez Laguna. Jarke-Jaria, 1965, Archivo Municipal de Zaragoza

Respecto al Iris Park, a principios de los años cuarenta había pasado a ser propiedad de la familia Parra. A la vista del pésimo estado de sus instalaciones, militarizadas en su momento, los técnicos municipales descartaron que el teatro pudiese reabrirse. Por lo demás, el recinto estaba sobradamente condenado. El Consistorio planeaba, a costa de lo que fuese, enlazar la Academia General Militar con la puerta del Carmen mediante una gran avenida cuyo trazado coincidía con las antaño coquetas instalaciones.

Los Parra no reblaron y en 1952 encargaron al arquitecto Yarza García un teatro con fachada a la nueva alineación, así como un pequeño hotel destinado a los artistas. El nuevo Teatro Iris abrió como tal en 1955, pero al cabo de tres años y a propuesta de Heraldo de Aragón fue rebautizado en honor a Fleta. Mantenía aquel pasillo embocado a Azoque, ahora cubierto. El hotel, por cierto, creció sobre las mesas de dibujo hasta llegar a ser el “Corona de Aragón”. Es probable que el primer baile que Felisa Campos concediese como “Señorita Fiestas del Pilar”, fuese en algún punto de la calzada de Cesar Augusto.

La designación de las siguientes reinas de las fiestas se hizo tirando de apellidos influyentes; Horno, Lozano, Palomar, Malumbres… suponiendo para la Alcaldía no pocos conflictos con las élites, por lo general muy poco objetivas a la hora de valorar el palmito de sus niñas. El zaragozano peatón no sufriría tal estrés. En viendo desfilar a la zagala se daría el gustazo e criticarla de ser ésta garrosa o fea.

Mª Carmen Sardaña, reina de las fiestas del Pilar 1966, firma en el libro de la ciudad en presencia del alcalde Cesáreo Alierta. Jarke-Jaria, 1966, Archivo Municipal de Zaragoza
Mª Carmen Sardaña, reina de las fiestas del Pilar 1966, firma en el libro de la ciudad en presencia del alcalde Cesáreo Alierta. Jarke-Jaria, 1966, Archivo Municipal de Zaragoza

En 1978, regresada a España la democracia, aunque todavía no a los ayuntamientos, el alcalde Miguel Merino pretendió disimular la esencia franquista de su Corporación decretando que la reina de las fiestas fuese elegida entre las particulares de los barrios.

La coronada fue Monserrat Genzor, quien despachaba verduras en un puesto del barrio de San José. Entrevistada al cabo de un año por Lola Campos para Andalán, Genzor se lamentó de que ni a ella ni a sus damas les ofreciesen firmar en el “Libro de Oro” de la ciudad, algo que sí hacían sus predecesoras. Relató además cómo en el curso de una cena cierto político, a modo de piropo, le dijo, «pensé que ustedes no sabrían comportarse tan bien».

Con las primeras elecciones municipales, celebradas en 1979, Ramón Sainz de Varanda se convirtió en alcalde. Esos pilares ya no hubo reina.

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