El Monumento a la Exposición Hispano-Francesa de 1908

El Monumento a la Exposición Hispano-Francesa fue erigido en 1910 en el paseo de Pamplona, junto a la salida del entonces camino de los Cubos, hoy Doctor Cerrada, y la plaza de Basilio Paraíso, frente a la Facultad de Medicina y Ciencias y Capitanía General. Fototipia Thomas. Ca. 1924. Institut d'Estudis Fotogràfics de Catalunya
El Monumento a la Exposición Hispano-Francesa fue erigido en 1910 en el paseo de Pamplona, junto a la salida del entonces camino de los Cubos, hoy Doctor Cerrada, y la plaza de Basilio Paraíso, frente a la Facultad de Medicina y Ciencias y Capitanía General. Fototipia Thomas. Ca. 1924. Institut d'Estudis Fotogràfics de Catalunya

Se cumplen 115 años desde que los hermanos Miguel y Luciano Oslé y Sáenz de Medrano recibieran el encargo de esculpir, bajo diseño de Ricardo Magdalena Gallifa (hijo del gran Ricardo Magdalena Tabuenca), el Monumento a la Exposición Hispano-Francesa de 1908. Un conjunto escultórico que abarcaba en piedra y bronce la paz, reconciliación y concordia reclamadas por Basilio Paraíso cien años después de que las huestes napoleónicas sitiaran la ciudad. Fue don Basilio uno de los precursores de la mencionada muestra, además de promotor del Sindicato de Iniciativas de Zaragoza junto a Nicolás Escoriaza que tiempo después se conocería como Sindicato de Iniciativa y Propaganda de Aragón (SIPA), y cuya finalidad promulgaba las bondades del turismo de nuestra ciudad y por extensión de toda la región aragonesa, -algo que era evidente-, favoreciendo el desarrollo del comercio, la industria, el transporte y la movilidad de la ciudadanía para conocer y disfrutar lugares poco explorados, tal y como venía sucediendo en Francia, precursora de esta iniciativa turística. No olvidamos su faceta como político republicano, presidente de la Cámara de Comercio, fabricante de éxito desde su empresa La Veneciana, como tampoco dejamos en el aire su bondad, compromiso, humildad y generosidad con todos aquellos que le rodeaban.

Este monumento pretendía ser una carta de presentación para aquellos que se acercaran hasta la exposición internacional promovida por la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País engrandecida por los desvelos de Basilio Paraíso, ya que en un primer momento se pensó ubicarlo en la plaza de Santa Engracia como marco de acceso ante los antiguos terrenos de la huerta de idéntico nombre, lugar donde se ubicaron desde mayo hasta diciembre de 1908 los pabellones efímeros, así como las edificaciones que han llegado hasta nuestros días como el Edificio de Museos, hoy Museo de Zaragoza; la Escuela de Artes, Industrias y Oficios; el edificio que daba cobijo al asilo de la Caridad, el Quiosco de la Música, hoy en el Parque Grande; o el Monumento a los Sitios en la plaza homónima. Sin embargo, a pesar de que los vecinos de Zaragoza habían puesto sobre la mesa las 70.000 pesetas necesarias para el proyecto que se firmó el 29 de julio de 1908, todavía faltaba remodelar la plaza de Santa Engracia.

Plaza de Santa Engracia, lugar elegido para erigir el Monumento a la Exposición Hispano-Francesa de 1908. A la izquierda de la imagen, el cuartel junto a la iglesia que sería derribado apenas unos meses antes de la muestra. En el lado contrario de la fotografía, el desaparecido Teatro Pignatelli. En primer plano, las escaleras que daban acceso a la plaza desde el paseo de la Independencia. Ca. 1905. Archivo Mollat-Moya
Plaza de Santa Engracia, lugar elegido para erigir el Monumento a la Exposición Hispano-Francesa de 1908. A la izquierda de la imagen, el cuartel junto a la iglesia que sería derribado apenas unos meses antes de la muestra. En el lado contrario de la fotografía, el desaparecido Teatro Pignatelli. En primer plano, las escaleras que daban acceso a la plaza desde el paseo de la Independencia. Ca. 1905. Archivo Mollat-Moya

El Ayuntamiento no contaba con un diseño cerrado para la misma y andaba dudando sobre la eliminación de las escalericas que daban acceso desde el paseo de la Independencia pretendiendo facilitar una gran escalinata, dos rampas de acceso para coches, así como la adecuación de los terrenos proporcionados por el derribo del cuartel, pegados a la hoy basílica menor de Santa Engracia, que si bien ya habían sido utilizados para la muestra, no se encontraban completamente adecentados.

No había pasado un mes de la firma del proyecto para el monumento, que desde el pleno municipal se hacía constar que su ubicación en la mencionada plaza no era posible, porque al parecer, el eje de esta no se encontraba en línea recta con el de la calle central que en su día quedaría en la Huerta de Santa Engracia, por lo que se pensó que había que buscar otra ubicación de manera acelerada ya que la entrega debía realizarse el 15 de octubre de ese mismo año.

La comisión de obras se hizo eco de la propuesta del arquitecto municipal y puso sobre la mesa la plaza de San Miguel como el lugar adecuado para su ubicación, en la que se encontraba una gran fuente ovalada rodeada de jardines, proponiendo su cubrimiento y conduciendo el conjunto escultórico de los hermanos Oslé y Magdalena (hijo), hasta ese nuevo lugar.

Comenzaba de este modo un debate en el que se hablaba de dineros para subvenciones de la adecuación de la plaza de Santa Engracia en el que los concejales se postularon, además, entre llevarlo al lugar propuesto por el arquitecto municipal o ubicarlo en el paseo de Pamplona.

Gil, Lapetra, Aísa, Laborda, Villacampa y la presidencia votaron por el paseo mientras que los concejales Pintre, Usón, Ugedo y Alfonso optaron por la plaza.

Los señores Drest y García Burriel no se encontraban en el salón plenario por lo que no pudieron votar. Quedaba prescrito, contados los votos, que se instalaría en el paseo de Pamplona. Ya solo faltaba conocer en qué lugar exacto del paseo se colocaría el conjunto conmemorativo.

El 31 de agosto de 1908, el arquitecto municipal, Ricardo Magdalena Tabuenca, tuvo el honor de darlo a conocer: en la entrada del paseo de Pamplona entre Capitanía General y la Facultad de Medicina y Ciencias.

Plaza de San Miguel. Lugar donde se tenía pensado ubicar el Monumento a la Exposición Hispano-Francesa de 1908 tapando la fuente ubicada allí, algo que finalmente no sucedió. Fototipia Thomas. Ca. 1910. Colección José Luis Cintora
Plaza de San Miguel. Lugar donde se tenía pensado ubicar el Monumento a la Exposición Hispano-Francesa de 1908 tapando la fuente ubicada allí, algo que finalmente no sucedió. Fototipia Thomas. Ca. 1910. Colección José Luis Cintora

Basilio Paraíso iba a recibir un merecido homenaje el 8 de julio de 1908 en el que los discursos, brindis y parabienes iban a resonar en el salón principal de la ciudad. Se procedería a colocar la primera piedra del Monumento a la Exposición Hispano-Francesa de 1908 y se le otorgaría el título de hijo adoptivo al presidente de la Cámara de Comercio por su trabajo ejemplar y diligente en la comisión para la muestra hermanada con el país vecino. Al mismo tiempo, se anunciaba la colocación de un busto de bronce de su persona en la misma obra como gesto añadido por tanto realizado en bondad del pueblo aragonés, pero Paraíso, humilde y quejoso de tantos dispendios decidió escribir una carta al alcalde para renunciar a tanta rimbombancia, anunciando su ausencia de la ciudad en esos días, pidiendo además que tal busto no se dispusiera hasta después de su fallecimiento. Dejó claro que no quería homenajes en vida. Las autoridades ya lo esperaban y así se hizo.

Por otra parte, los jóvenes barceloneses Miguel y Luciano Oslé, cuya edad no llegaba a la treintena, habían alcanzado una merecida fama por su innovación y audacia en la realización de sus trabajos con contenido social, en los que tenían especial reflejo las clases trabajadoras, lo que les valió el encargo para este merecido homenaje, tanto a Paraíso como a la conmemoración de unos hechos históricos que palpitaban todavía con fuerza en el corazón de los zaragozanos.

La obra tenía que ser generosa, monumental y épica pero con un añadido al resurgimiento del pueblo zaragozano y al hermanamiento entre dos pueblos antaño enfrentados y hoy unidos por la paz, el progreso y el trabajo.

Nada fácil teniendo en cuenta que los dineros para los bronces no terminaban de llegar y a pesar de que los catalanes tenían los bocetos más que retocados, tuvieron que posponer en varias ocasiones la entrega del trabajo por falta de fondos.

Así transcurrió el año de los fastos conmemorativos sin que el ansiado monumento pudiera verse situado en el emplazamiento acordado y, aunque la ciudadanía se impacientaba, en enero de 1909 la prensa zaragozana se hacía eco de todo el arte que se había instalado en las calles, plazas y glorietas de la ciudad como recordatorio de las gestas de nuestros antepasados, como el Monumento a los Sitios de Querol, el de Agustina de Aragón de Benlliure, la cruz conmemorativa del Puente de Piedra, o el obelisco dedicado a los Defensores del Reducto del Pilar del camino de Torrero (paseo de Sagasta), ambos de Ricardo Magdalena.

Vista del inicio del paseo de Pamplona con el Monumento a la Exposición Hispano-Francesa. A la derecha de la imagen asoma el edificio de Capitanía seguido de la fábrica de conservas de los hermanos Bescós. Tras esta, el desaparecido convento de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús. A la izquierda, fuera de la fotografía, quedaría la Facultad de Medicina y Ciencias. España regional (1913-1919) de Ceferino Rocafort y Sansó, ca. 1910
Vista del inicio del paseo de Pamplona con el Monumento a la Exposición Hispano-Francesa. A la derecha de la imagen asoma el edificio de Capitanía seguido de la fábrica de conservas de los hermanos Bescós. Tras esta, el desaparecido convento de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús.A la izquierda, fuera de la fotografía, quedaría la Facultad de Medicina y Ciencias. España regional (1913-1919) de Ceferino Rocafort y Sansó, ca. 1910

Para marzo de 1909 el monumento estaba completamente terminado a falta de la reproducción en mármol y bronce, algo que se solventaría en septiembre gracias a la fundición realizada desde la casa M. Vallarín de Barcelona. Llegaría el mes de noviembre con todo a punto para la inauguración puesto que hasta el busto de Paraíso estaba rematado. Aunque como sabemos, se guardaría en dependencias municipales respetando los deseos del homenajeado a la espera de su fallecimiento, momento en el que se añadiría en el conjunto escultórico. Pero no adelantemos acontecimientos.

El 26 de diciembre de 1909 era la fecha prevista para inaugurar a bombo y platillo un monumento que se había hecho esperar y para tal fin debían estar presentes, entre otras autoridades, el ministro de Fomento, Rafael Gasset; así como personalidades llegadas de Madrid y París. Sin embargo, las incontables obligaciones derivadas del cargo del ministro, así como de la jerarquía francesa, dieron al traste en varias ocasiones con la inauguración hasta que llegó aquel 16 de enero de 1910 cuando al fin se produjo el ansiado acontecimiento.

A partir de ese momento, el ornato pasó a formar parte del arte público como una escultura más, con los atentados normales que puede sufrir una obra de esas características: ascenso de la zagalería por sus bloques de piedra, pedradas de gamberros contrarios a la conservación del patrimonio, instalación de un poste de telégrafos que estropeaba la visión desde la calle Teruel… hasta que a finales de los años 20 se planteó la posibilidad de trasladarlo a otro lugar más acorde dado el aumento de la circulación rodada en una de las arterias con mayor crecimiento de la ciudad, una vez que esta ya dejó de considerarse “las afueras”, molestando a algunos propietarios de la zona que se ofrecieron a pagar los gastos del traslado al actual Parque Grande, ¿de qué nos suena esto?. Efectivamente, pasada la plaza de Aragón, antaño Glorieta de Pignatelli y parapetada por la ya entonces extinta puerta de Santa Engracia, todo lo que traspasara esos límites era considerado el extrarradio de Zaragoza. Una vez derribada y trasladado el monumento de Pignatelli al parque que lleva su nombre, todo lo demás fue pasto de la modernidad, el progreso y el urbanismo voraz.

Al menos, la consideración de plaza donde estaba ubicada la Facultad de Medicina y Ciencias pasó a denominarse desde la instalación del conjunto escultórico, como de Basilio Paraíso.

Izda. Monumento a la Exposición de 1908 sin el busto de Basilio Paraíso en el paseo de Pamplona. Fototipia Thomas. Ca. 1912. Archivo Mollat-Moya
Dcha. Parte posterior del monumento. Probable traslado a dependencias municipales antes de ubicarlo en 1951 en el actual Parque Grande. Marín Chivite. Ca. 1947
Izda. Monumento a la Exposición de 1908 sin el busto de Basilio Paraíso en el paseo de Pamplona. Fototipia Thomas. Ca. 1912. Archivo Mollat-Moya
Dcha. Parte posterior del monumento. Probable traslado a dependencias municipales antes de ubicarlo en 1951 en el actual Parque Grande. Marín Chivite. Ca. 1947

Claro que todavía tenía que fallecer para que el conjunto escultórico estuviera completo, hecho que sucedió en 1930, pero dado el luto impuesto por la familia, hasta transcurrido un año no se planteó la colocación del busto en el monumento. Pasados los doce meses de rigor se realizó un sentido homenaje al prócer y precursor de la conmemoración de los Sitios en uno de los salones de la Diputación Provincial de Zaragoza con toda la plana mayor de la Cámara de Comercio zaragozana y española, políticos locales, simpatizantes de Paraíso y, cómo no, sus hijos Mariano y Basilio.

Los discursos, ciertamente fueron emocionantes y acertados comparándole con un gigante entregado a los intereses comunes tanto en lo político como en lo social, recordando Carlos Prats, presidente Superior de las Cámaras de Comercio, que su fallecimiento se produjo en Madrid, y que cuando su cuerpo fue entregado sin vida no fue solo su cadáver lo que recibieron sino un pedazo de su propio corazón, un pedazo de su bandera.

Palabras que exaltaban el concepto que Paraíso tenía de la patria, la unión y el progreso.

Después de aquellas manifestaciones tan efusivas, los años fueron pasando rápidamente y tras varias propuestas para añadir el busto, no sería hasta 1935 cuando este quedaría sellado para siempre bajo la palabra PAX en letras de bronce.

Lo bueno de la dejadez de determinados políticos es que el asunto del traslado se alargó hasta que finalmente en 1947 se llevó a cabo, aunque no se conocía su destino en ese momento. Ya sabemos que muchas decisiones juntas pueden causar atraganto. Mejor esperar para estar seguros. Sería en 1951 cuando el trabajo realizado por los hermanos Oslé, bajo diseño de Ricardo Magdalena (hijo), diera con su ubicación definitiva, hasta la fecha, en el hoy Parque Grande José Antonio Labordeta. De haberse conocido ambos, probablemente se habrían caído bien.

Al fondo, el Monumento a la Exposición Hispano-Francesa de 1908, ubicado desde 1951 en los denominados jardines franceses del actual Parque Grande José Antonio Labordeta. 1966. Colección Manuel Ordóñez
Al fondo, el Monumento a la Exposición Hispano-Francesa de 1908, ubicado desde 1951 en los denominados jardines franceses del actual Parque Grande José Antonio Labordeta. 1966. Colección Manuel Ordóñez

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