Paseo de Sagasta, del campo al modernismo (I)

Paseo de Sagasta. Las vías del tranvía de Torrero con doble dirección sin boulevard central hasta su modificación en los laterales del mismo apenas dos años después. A la izquierda de la imagen, el desaparecido obelisco dedicado a los defensores del Reducto del Pilar en la actual glorieta de Sasera inaugurado en enero de 1909. Tras él, el tapial del colegio femenino del Sagrado Corazón de Jesús. En la acera de enfrente, fábricas como la de Camas Irisarri en el nº 10. Fondo Thomas. IEFC. Placa de vidrio ACM‐3‐3592. 1912
Paseo de Sagasta. Las vías del tranvía de Torrero con doble dirección sin boulevard central hasta su modificación en los laterales del mismo apenas dos años después. A la izquierda de la imagen, el desaparecido obelisco dedicado a los defensores del Reducto del Pilar en la actual glorieta de Sasera inaugurado en enero de 1909. Tras él, el tapial del colegio femenino del Sagrado Corazón de Jesús. En la acera de enfrente, fábricas como la de Camas Irisarri en el nº 10. Fondo Thomas. IEFC. Placa de vidrio ACM‐3‐3592. 1912

La llegada de la exposición aragonesa de 1868, más tarde la de 1885 y posteriormente la Hispano-Francesa de 1908, trajeron vientos favorables a la ciudad de Zaragoza, económicamente hablando. De modo que, la burguesía más adinerada comenzó a requerir, entre otras cosas, de zonas habitables más acordes a su estilo de vida y posición huyendo del encorsetamiento decimonónico de viviendas señoriales asediadas por barriadas poco glamurosas. Los aproximadamente 100.000 habitantes que abarrotaban sus calles a principios del XX daban fe de lo insoportable que debía considerarse para las clases altas el tránsito por la urbe en aquellos años. Se presentaba de este modo el momento de iniciar una conquista extramuros hacia el sur, con permiso de sus puertas y postigos aún vigentes que amurallaban en algunos casos la ciudad.

Desde que la tierra fuera fertilizada con las aguas del Canal Imperial de Aragón a finales del siglo XVIII, la fuerza de estas llevaba riqueza allá por donde pasaba, y claro está, los tramos del antiguo camino de Cuarte, el de Ruiseñores, de Sagasta, la Subida de Cuéllar, el barrio de las Acacias, el de Venecia y el propio de Torrero, fueron claros beneficiados.

Inauguraban así una pugna por comprar aquellos terrenos con huertos, parcelas en las que instalarían pequeñas industrias, talleres y fábricas que desde la apertura del antiguo paseo de Cuéllar llevaban aprovechándose además del riego que los cruzaba desde la llamada acequia de las Adulas o de San José, según el tramo y la costumbre.

Las clases más pudientes buscaron lugares frescos, higiénicos y con muchos metros cuadrados para dar rienda suelta a sus caprichos en forma de edificios exclusivos que mostraran su distinción y solera contratando a los mejores arquitectos y maestros de obras, dejando su impronta, en muchos casos hoy desaparecida, de esta tierra ingrata con el patrimonio.

El colegio El Salvador recibe junto al resto de la ciudad, la nevada caída aquel invierno de 1890 que asoló Europa. Un tranvía tirado por mulas de la línea Torrero-Constitución recorre el paseo de Cuéllar hacia la plaza de Aragón. Colección Javier Arilla
El colegio El Salvador recibe junto al resto de la ciudad, la nevada caída aquel invierno de 1890 que asoló Europa. Un tranvía tirado por mulas de la línea Torrero-Constitución recorre el paseo de Cuéllar hacia la plaza de Aragón. Colección Javier Arilla

Avanzando sobre el paso del Huerva, un puente estrecho llamado de Santa Engracia, permitía a las mulas del tranvía, así como a los viandantes, dirigirse hacia Torrero cruzando aquel paseo largo, pincelado como se ha mencionado anteriormente, de pequeñas industrias, fábricas, huertos y también colegios, como el de los Padres Jesuitas El Salvador (masculino) edificado entre la orilla del río y la torre de Jaime Muntadas hacia 1876-79 en el paseo de Torrero nº 266, más tarde paseo de Sagasta nº 1 (reconvertido en el instituto Goya durante los años de la II República) o el colegio del Sagrado Corazón de Jesús, conocido popularmente como las francesas (femenino), inaugurado en 1875 con 11 alumnas, en el paseo de Sagasta nº 3 con el cambio de numeración de la calle (en 1932 pasaría a denominarse avenida de la República y el colegio se llamaría “Concepción Arenal”), dando lugar con su venta en el último tercio del siglo XX a las manzanas más jugosas del paseo.

Llegaron pequeños complejos industriales como La fábrica de baldosas de Parellada, junto a la torre de Paulet, que daría cabida a posteriori a los también hoy extintos Campos Elíseos, Velódromo de Zaragoza inaugurado en mayo de 1896 con acceso por la puerta principal al inicio del paseo de Sagasta, en el lado de los pares, acogiendo las carreras de “velocípedos” tan en boga en aquella época. Con anterioridad había tenido otros usos recreativos con grandes jardines al estilo parisino, bailes, veladores, teatro, circo, y hasta plaza de toros de manera ocasional.

La Gran Fábrica de Camas de Miguel de Irisarri en el actual nº 10 fue uno de los precursores de la industria de camas metálicas en Zaragoza trasladando sus instalaciones en 1887 a este coqueto paseo. Como anécdota queremos reseñar que durante la visita de S. M. la Reina regente María Cristina, para la Exposición Universal de Barcelona en 1888, hizo noche en la capital del Ebro con el heredero al trono, que en aquel momento contaba con apenas dos años de edad, el futuro Alfonso XIII. Conocedores de esto, los comerciantes quisieron regalarle una cunita para que su estancia fuera más cómoda, siendo realizada por los trabajadores de esta fábrica en la que trabajaron día y noche para que estuviera lista a su llegada.

En 1896 Irisarri realizaría una ambiciona reforma levantando varias plantas para su acomodo personal y familiar.

Velódromo en los llamados Campos Elíseos al inicio del actual paseo de Sagasta. Un ciclista practica la modalidad de competición tras moto. En la parte superior aparecen las traseras de los edificios 6 y 8 del paseo, de los que actualmente solo se conserva el número 6. El número 8 fue demolido en los años 60 del siglo XX. Luis Gandú Mercadal. Fondos fotográficos DPZ. (S 000197)
Velódromo en los llamados Campos Elíseos al inicio del actual paseo de Sagasta. Un ciclista practica la modalidad de competición tras moto. En la parte superior aparecen las traseras de los edificios 6 y 8 del paseo, de los que actualmente solo se conserva el número 6. El número 8 fue demolido en los años 60 del siglo XX. Luis Gandú Mercadal. Fondos fotográficos DPZ. (S 000197)

A continuación aparecía la huerta de los padres jesuitas y la torre de Antonio García Gil, dueño además del Gran Bazar García Gil, hermanos, sito en la calle Alfonso I en los números 7, 9, 11 y 13; además del pasaje de los Giles. En dicha torre se construiría a partir de 1928 la primitiva sede de la Mancomunidad del Ebro, obra de Pascual Bravo, y posteriormente, en el solar contiguo con una gran ampliación entre 1936-46, la futura sede de la Confederación Hidrográfica del Ebro, obra de los hermanos Regino y José Borobio, por lo que el señor García Gil pidió que se recordara con una calle, no solo su nombre sino su procedencia: Jasa. De ahí que la calle trasera de la CHE se denomine Gil de Jasa.

Como aclaración baste decir que, una vez más, el paseo había cambiado de denominación en fechas anteriores a la construcción de la CHE, recibiendo por un breve periodo de tiempo el nombre de avenida de la República.

Otra de esas empresas colonizadoras del paseo fue “La Barcelonesa” fundición de hierro de Martín Rodón y hermano (Sebastián), quien además fue condecorado con la orden de Carlos III en su grado de comendador en 1879. Estaba ubicado en el actual paseo de las Damas en el antiguo nº 266, fábrica tradicional que desaparecería décadas después, dejándonos el nombre de un callejón que recordaba aquella factoría, hoy perdido también para siempre; talleres de cantería como el de la viuda de Manuel Gracia, padre de Mariano Gracia Albacar, autor de “Memorias de un zaragozano” situada en la esquina del actual Camino de las Torres con Sagasta. Fue derribada para construir por Regino Borobio en 1925 la llamada Casa Faci, en la actual numeración de Sagasta nº 47, aunque por desgracia, tampoco ha llegado a nuestros días ya que dicha casa desapareció en 1971. El mamotreto que la sustituyó ostentaba el dudoso honor de conservar hasta hace pocas fechas en la cristalera de su fachada, el nombre del golpista Mola como recordatorio de la denominación que un día tuvo el paseo.

Inédita fotografía del paseo de Sagasta. A la derecha de la imagen, quedaría el actual nº 47, esquina con el camino de las Torres, entonces ocupado por la cantería de la viuda de Manuel Gracia. Un tranvía de la línea de Torrero se dirige hacia el centro de la ciudad. Archivo Mollat-Moya. Ca. 1903
Inédita fotografía del paseo de Sagasta. A la derecha de la imagen, quedaría el actual nº 47, esquina con el camino de las Torres, entonces ocupado por la cantería de la viuda de Manuel Gracia. Un tranvía de la línea de Torrero se dirige hacia el centro de la ciudad. Archivo Mollat-Moya. Ca. 1903

La Casa Faci sería vecina de la Cantería Bayod, empresa de gran prestigio que trabajó en la construcción de esta casa señorial cuyos dineros, concretamente 473.400 pesetas, honorarios de Borobio aparte, salieron de Doña Amparo Fairén, esposa del conocido oftalmólogo. La cantería se trasladaría en 1926 al antiguo nº 28 de Sagasta, vecina de la Casa Palao, desapareciendo apenas unos años después de esa ubicación.

Recordamos también a la “Gran Fábrica de Alfarería” en el antiguo paseo de Cuéllar, número 269 de Nicolás Gracia y Rodríguez; La Sociedad Española del Acumulador Tudor constituida en 1897 en la antigua harinera de Almech de Antonio Portolés, “La Pilar”, sita en el Camino de Cuéllar número 103, cuyo inventor del acumulador Tudor era el propio Miguel Tudor, miembro además del consejo de administración. En 1935 un incendio y la imposibilidad de seguir creciendo en ese entorno, propiciaron el traslado de la fábrica en 1946.

No es extraño que a lo largo y ancho del viejo camino de Torrero se hubieran asentado también viveros y empresas dedicadas a la horticultura y jardinería aprovechando las acequias existentes, así llegamos al que regentaba Manuel Benedicto y Antonio Ginés en terrenos propiedad de los padres jesuitas en el antiguo 267 triplicado; el de Mariano Gajón, quien fuera alcalde de Torrero en el entonces considerado “Segundo Distrito de las Afueras”, en el nº 290 desde 1865 en terrenos anexos donde luego se edificaría la Casa Palao, después número 28, hoy nº 76 del paseo de Sagasta. Manuel Sopesens dirigiría el suyo en el camino del Sábado, denominado así al tener asignados los regantes ese día de la semana para abastecer de agua todas las huertas, mucho más amplio por cierto, que el que a día de hoy ha quedado de manera testimonial y con un sinuoso recorrido. No es extraño como decimos, porque todos esos hotelitos que la adinerada burguesía poseía o tenía la intención de poseer, estaban destinados a albergar jardines florales y toda suerte de ornamentación en forma de estatuas, fuentes, cenadores, pérgolas y cualquier otra cosa que evocara ocio y entretenimiento relajado con exquisito gusto.

Litografía Portabella, propiedad del oscense Eduardo Portabella Arrizabalaga. En 1898 los talleres se trasladaron a los bajos del edificio número 30 en el paseo de Sagasta, esquinero con la actual plaza de Diego Velázquez. Observamos la belleza y suntuosidad de un edificio que en los años 70 del siglo XX desapareció como tantos otros. Silvestre Hernández Gil. Archivo Hernández-Aznar
Litografía Portabella, propiedad del oscense Eduardo Portabella Arrizabalaga. En 1898 los talleres se trasladaron a los bajos del edificio número 30 en el paseo de Sagasta, esquinero con la actual plaza de Diego Velázquez. Observamos la belleza y suntuosidad de un edificio que en los años 70 del siglo XX desapareció como tantos otros. Silvestre Hernández Gil. Archivo Hernández-Aznar

En 1898 quedaría inaugurada otra de esas edificaciones categóricas dignas de admiración, se trataba de la Litografía Portabella, una de las empresas dedicadas a las artes gráficas más importantes de su época, trasladándose desde el centro de la ciudad a las afueras, en el paseo de Sagasta esquina con la actual plaza de Diego Velázquez, en un entorno que comenzaba a tener gran movimiento, no solo por la cantidad de industria instalada sino por la diversión que se presumía durante las festividades de San Juan y San Pedro o por los tranvías que desde 1886 subían hasta la playa de Torrero atestados de viajeros.

Era habitual que todos aquellos industriales, artesanos, médicos y comerciantes construyeran sus instalaciones, talleres y clínicas para sus ocupaciones laborales aunque también destinaban las plantas nobles de esas edificaciones para su vida personal y familiar. De ese modo nos encontramos con fábricas diseñadas para albergar igualmente en sus bajos los talleres en los que trabajaban un buen número de obreros. Tal es el caso de la mencionada empresa de Irisarri, la clínica del doctor Bandragen, la del doctor Arpal, la fábrica de Manuel Viñado y Burbano llegada al paseo en 1902 y responsable de la realización de la cúspide de estrellas que está sobre el monumento de Juan de Lanuza en la plaza de Aragón; y ya en el camino del Sábado, la de curtidos de Pedro Ferrer, la de forja y herrería de Pascual González o la de Joaquín Herrero en Torrero 311 (paseo de Ruiseñores), de harinas como la de Monares y Clemente “La Imperial”, reconvertida desde hace varias décadas, tras su derribo, en chalets en el paseo de Ruiseñores o la de papel La Moderna desde 1903, del que fuera diputado y senador del reino, Santiago Cantí, aunque de todo ello, hablaremos largo y tendido en próximas ediciones…

Vista de la fábrica Viñado y Burbano trasladada al paseo de Sagasta en 1902 en el antiguo 22 duplicado, hasta 1925. Posteriormente fue colegio de Las Carmelitas de la Caridad entre 1925 y 1949 momento en el que la Academia La Figuera tomaría el relevo hasta casi el final de sus días, allá en 1973. Colección Luis Herrando
Vista de la fábrica Viñado y Burbano trasladada al paseo de Sagasta en 1902 en el antiguo 22 duplicado, hasta 1925. Posteriormente fue colegio de Las Carmelitas de la Caridad entre 1925 y 1949 momento en el que la Academia La Figuera tomaría el relevo hasta casi el final de sus días, allá en 1973. Colección Luis Herrando

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