Paseo de Sagasta, del campo al modernismo (II)

Villa Florida, hotelito propiedad del inspector médico militar, Juan Chicoy Ferrer, situado en las inmediaciones del paseo de Sagasta, entre la entonces avenida Central, actual Zumalacárregui, y la calle de Gil de Jasa. Su hija, Concha, posa junto a su marido, Federico de Castro; sus dos hijos, Águeda y Federico, y el chofer. Tras estos, las traseras de los deslumbrantes hoteles de los Escoriaza-Averly, el del catedrático Pedro Marcolaín y el del comandante de caballería, Blas Alix, adquirido posteriormente por Ambrosio Lizabe. Autocromo. Juan Chicoy Arreceigor. 1913. Col. Ricardo Sanz Cortiella
Villa Florida, hotelito propiedad del inspector médico militar, Juan Chicoy Ferrer, situado en las inmediaciones del paseo de Sagasta, entre la entonces avenida Central, actual Zumalacárregui, y la calle de Gil de Jasa. Su hija, Concha, posa junto a su marido, Federico de Castro; sus dos hijos, Águeda y Federico, y el chofer. Tras estos, las traseras de los deslumbrantes hoteles de los Escoriaza-Averly, el del catedrático Pedro Marcolaín y el del comandante de caballería, Blas Alix, adquirido posteriormente por Ambrosio Lizabe. Autocromo. Juan Chicoy Arreceigor. 1913. Col. Ricardo Sanz Cortiella

Como habíamos contado con anterioridad, el antiguo camino de Torrero pronto pasaría a convertirse no solo en un lugar pujante donde el capricho y la terquedad de algunos propietarios se unirían a su codicia, sino también en una ocasión perdida de ejemplo de urbanización colectiva.

Mucho había cambiado la Zaragoza del último cuarto del siglo XIX, ya que, por poner un ejemplo, a partir de esa fecha, el llamado Campo de Lezcano sirvió para edificar la Facultad de Medicina y Ciencias (hoy Edificio Paraninfo) nada más dejar la tercera puerta de Santa Engracia, estrenada en 1893 como un lugar sagrado para el conocimiento, representando toda la modernidad y belleza que el arquitecto Ricardo Magdalena había sabido ejecutar.

Toda esa erudición parecía haberse quedado en la brecha que causaba el río Huerva y que dividía intereses monetarios, particulares y hasta políticos, que a fin de cuentas, casi siempre significan lo mismo. Todavía sin cubrir el caudal en aquellos años, el puente de Santa Engracia hacía de unión entre la vieja y la nueva Zaragoza. La de la burguesía más acomodada ansiosa por expandir sus lugares de ocio y la vetusta urbe que seguía discutiendo si se urbanizaban los recientemente adquiridos terrenos de la antigua huerta de Santa Engracia, suelos que dieron cabida a la Exposición Hispano-Francesa de 1908, y que lógicamente, acabados los fastos había que darles una salida urbanística.

Por otra parte, el arquitecto municipal, Ricardo Magdalena, fue el encargado de reunificar con escuadra y cartabón todos aquellos terrenos que comprendían el ya mencionado en una entrega anterior, Camino del Sábado, parte del Camino de las Torres, la Huerva y el paseo de las Damas junto al de Torrero; sin olvidar que el ferrocarril de los directos de Madrid a Barcelona pasaba en diagonal y por el medio de aquel rectángulo de oro. Tarea ambiciosa que consideraba la amplitud de las aceras y las zonas ajardinadas en el interior de las viviendas particulares rodeadas de rejerías, similar al Plan Cerdá de Barcelona, salvando mucho las distancias.

Visual desde la Facultad de Medicina y Ciencias. El paseo de Sagasta con el velódromo de los Campos Elíseos. En segundo plano, la fábrica de camas de la familia Irisarri-Villuendas levantada en 1887 y su vivienda de dos alturas desde 1897. A su izquierda las traseras de los bloques de casas de los números 6 y 8 del paseo, y a su derecha, los terrenos de los jesuitas explotados por el horticultor Manuel Benedicto. A continuación, la Torre de García Gil. La magnífica arboleda cubre el colegio de las francesas y un mundo que ya no existe. José Soriano Díaz. 13-04-1901. Colección Manuel Ordóñez
Visual desde la Facultad de Medicina y Ciencias. El paseo de Sagasta con el velódromo de los Campos Elíseos. En segundo plano, la fábrica de camas de la familia Irisarri-Villuendas levantada en 1887 y su vivienda de dos alturas desde 1897. A su izquierda las traseras de los bloques de casas de los números 6 y 8 del paseo, y a su derecha, los terrenos de los jesuitas explotados por el horticultor Manuel Benedicto. A continuación, la Torre de García Gil. La magnífica arboleda cubre el colegio de las francesas y un mundo que ya no existe. José Soriano Díaz. 13-04-1901. Colección Manuel Ordóñez

Magdalena era partidario del ensanche del antiguo paseo de Torrero y de la modificación del trazado de las vías del tranvía, pero como siempre, las arcas municipales adolecían del dinero necesario para indemnizar a los propietarios de aquellos terrenos, permitiendo que afloraran construcciones sin ningún tipo de orden. Las presiones ejercidas por concejales y personas influyentes de la ciudad habían encendido los plenos en el consistorio, por lo que desde principios de 1900 hasta bien entrada la primavera de ese año, el acaloramiento seguía dándose en esos mismos plenos por la cesión de terrenos a precios asequibles ya que resultaba una quimera. Nadie que hubiera invertido en aquel goloso paseo quería dejar pasar la ocasión de enriquecerse todavía más a costa de que pareciera más moderno y armonioso con el plan de urbanismo que se avecinaba. Teniendo en cuenta las mejoras acometidas desde el ayuntamiento como el alumbrado público, alcantarillado y remodelación de aceras, sí parecía que mucha generosidad no había.

Luego estaba la diferencia entre el lado derecho del paseo con sus chaletitos unifamiliares con jardines y cerramientos con tapiales de piedra y forja, y, en la acera de enfrente, los del lado de los impares que se negaban a ceder algún metro ocupando el espacio con viviendas de varias plantas restando armonía a los ya instalados unifamiliares del lado de los pares. Como decimos, el dinero es el dinero y los sustanciosos alquileres que proporcionaban las plantas superiores de las nuevas viviendas, hacían que sus propietarios ignoraran los requerimientos del ayuntamiento.

Así las cosas, se había llegado a 1903 sin que hubiera un plan urbanístico definido y con la desconfianza de otros concejales y del propio consistorio, puesto que intramuros todavía estaba la huerta de Santa Engracia sin urbanizar y parecía más urgente destinar el presupuesto de la ciudad a lo interno, antes que a las afueras de la misma. Para entonces, arquitectos de renombre o recién titulados, andaban metidos en la construcción de aquellas casas señoriales, que habían de dar pompa y boato al paseo de Sagasta.

Avenida de Goya en su intersección con el paseo de Sagasta. En el actual nº 50 emerge, a mano izquierda, el palacete de los Palomar-Mur derribado en 1970 obra de Félix Navarro. Tras este, vemos la Parroquia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. A la derecha, la desaparecida academia La Figuera hasta 1971, con anterioridad Esmaltados Viñado, en el antiguo Sagasta 22 duplicado. Fue colegio de Las Carmelitas de la Caridad entre 1925 y 1949 momento en el que esta tomaría el relevo hasta casi el final de sus días, en 1973. Ca. 1969. Colección Manuel Ordóñez
Avenida de Goya en su intersección con el paseo de Sagasta. En el actual nº 50 emerge, a mano izquierda, el palacete de los Palomar-Mur derribado en 1970 obra de Félix Navarro. Tras este, vemos la Parroquia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. A la derecha, la desaparecida academia La Figuera hasta 1971, con anterioridad Esmaltados Viñado, en el antiguo Sagasta 22 duplicado. Fue colegio de Las Carmelitas de la Caridad entre 1925 y 1949 momento en el que esta tomaría el relevo hasta casi el final de sus días, en 1973. Ca. 1969. Colección Manuel Ordóñez

En 1901 Félix Navarro Pérez proyectaba tres viviendas cerca de las vías del ferrocarril, en lo que hoy es el número 50 del paseo, esquina con la actual avenida de Goya. Una de las más conocidas era la que tenía en propiedad don Luis Palomar a modo de palacete de gran belleza ornamental, con dobles columnas en la entrada y ricas rejerías en los balcones. Balbina Palomar disfrutaría de la casa desde 1919 hasta su fallecimiento en 1946, pasando entonces a sus herederas que serían quienes se desharían del edificio en 1969. Desapareció como tantos otros apenas un año después, aunque ya había sufrido con anterioridad una gran mutilación en su entorno debido a la expropiación ejecutada por el soterramiento de las vías ferroviarias.

Las casas correspondientes a los números 6 y 8 de Sagasta también fueron obra de Félix Navarro aunque estas fueron proyectadas en 1903, haciendo medianil con la entrada del Velódromo de los Campos Elíseos y la Gran Fábrica de Camas Irisarri hasta la demolición del primero y traslado de la segunda al barrio del Castillo.

Estos solares fueron adquiridos por los propietarios José Vela Buesa (nº 6) cuyo recrecimiento de dicho edificio todavía sigue levantando ampollas por la ruptura estética que presenta y Juana Palacio Martínez (nº 8), dos edificios gemelos, de los que por desgracia, solo el primero ha llegado hasta nosotros.

José de Yarza Echenique erigió también en ese año de 1903, en el actual número 11, la majestuosa Casa Juncosa de estética Art-Nouveau y como se ha comentado con anterioridad, el influyente señor Julio Juncosa, quien llegaría a ser alcalde de la ciudad en 1910, fue uno de los propietarios más beligerantes a la hora de negociar con el ayuntamiento. A la vista está quien ganó la batalla. Al menos la casa ha llegado hasta nuestros días. Félix Navarro también ejecutó en el número 17, para don Manuel López, una de sus obras más preclaras y aunque de inicio todo el edificio estaba asignado como viviendas, en la actualidad la planta baja está destinada a locales comerciales.

El segundo edificio de la izquierda, actual número 40, fue proyectado por Luis de la Figuera en 1911. Todos los edificios contiguos han desaparecido. A la derecha de la imagen vemos emerger la Casa Juncosa en el número 11 del paseo. A continuación el número 13, esquinero con la calle Bolonia, el conocido como Casa Retuerta, también ha llegado hasta nuestros días. En el centro de la imagen, las vías del tranvía con sus catenarias y los bancos de madera que serían sustituidos muy poco después por los de piedra y mosaicos con publicidad. 1925. Lucien Roisin. Colección Manuel Ordóñez
El segundo edificio de la izquierda, actual número 40, fue proyectado por Luis de la Figuera en 1911. Todos los edificios contiguos han desaparecido. A la derecha de la imagen vemos emerger la Casa Juncosa en el número 11 del paseo. A continuación el número 13, esquinero con la calle Bolonia, el conocido como Casa Retuerta, también ha llegado hasta nuestros días. En el centro de la imagen, las vías del tranvía con sus catenarias y los bancos de madera que serían sustituidos muy poco después por los de piedra y mosaicos con publicidad. 1925. Lucien Roisin. Colección Manuel Ordóñez

El arquitecto Julio Bravo Folch construyó en ese mismo año en el actual Sagasta 33, el edificio destinado a convento e iglesia de las Religiosas Siervas de María. Lo hizo en un momento en el que el paseo de Sagasta todavía conservaba un ambiente eminentemente rural, seguramente las monjas se trasladaron en busca del silencio necesario para sus oraciones, cualidad que no duró demasiado. En la actualidad el convento pasa completamente desapercibido y encajonado entre grandes edificios que desdibujan la belleza y armonía proyectada. Resulta además obvia la comparación entre este lugar y la iglesia del noviciado de las religiosas de Santa Ana, que el mismo Julio Bravo realizaría dos años más tarde en la calle de María Rafols en el número 13. Como podemos observar, los andamiajes debieron de ser la tónica general en aquellas lejanas décadas de principios del siglo XX, con las consiguientes molestias ocasionadas a los viandantes que “desde siempre” habían aprovechado las soleadas tardes para caminar y advertir el horizonte paseo arriba, paseo abajo. Cosas de la modernidad, alcanzarían a decir los más conformados.

A la izquierda, el hotelito de Carmen Español, con sus dos torreones hacia Zumalacárregui y uno al paseo de Sagasta, denominado Villa Manuela en honor de quien fuera la esposa de su anterior propietario, Blas Alix. A continuación la casita de Pedro Marcolaín y la fabulosa finca de los Escoriaza-Averly. Se trata de la manzana del 32-38 actual de la que no ha quedado nada. Tras esta, el solar que ocuparía en 1936 la CHE, cuya obra realizarían los hermanos Borobio, y, en la siguiente esquina, la clínica del doctor Lozano. Vemos en la lejanía la cúpula de Santiago el Mayor. En el lado de los impares, la coqueta Casa Corsini en primer plano y asomando en la siguiente manzana, la bellísima Casa Retuerta. Ca. 1923. Manuel Echeverría
A la izquierda, el hotelito de Carmen Español, con sus dos torreones hacia Zumalacárregui y uno al paseo de Sagasta, denominado Villa Manuela en honor de quien fuera la esposa de su anterior propietario, Blas Alix. A continuación la casita de Pedro Marcolaín y la fabulosa finca de los Escoriaza-Averly. Se trata de la manzana del 32-38 actual de la que no ha quedado nada. Tras esta, el solar que ocuparía en 1936 la CHE, cuya obra realizarían los hermanos Borobio, y, en la siguiente esquina, la clínica del doctor Lozano. Vemos en la lejanía la cúpula de Santiago el Mayor. En el lado de los impares, la coqueta Casa Corsini en primer plano y asomando en la siguiente manzana, la bellísima Casa Retuerta. Ca. 1923. Manuel Echeverría

1903 fue un buen año para el modernismo zaragozano ya que en el número 36 del paseo se estaba levantando la vivienda de Pedro Marcolaín, proyectada por el maestro de obras barcelonés José Graner Prat. Vivienda unifamiliar de dos plantas que al final se convirtieron en tres, aunque esa decisión no le restó ni un ápice de valor. Por desgracia la vivienda de Román Pedro Marcolaín Sanjuán, ejemplo esencial del modernismo en nuestra ciudad, no consiguió llegar hasta nuestros días, convirtiéndose una vez más, esta vez en pleno siglo XX, en pasto de la codicia de una nueva burguesía sin remordimientos. Fue don Pedro, catedrático de física/química y director honorario del Instituto Técnico de Zaragoza. Su esposa, Trinidad Lapeirade, era hija del maestro sillero y guarnicionero Estanislao Lapeirade; fueron propietarios, como decimos, de la coqueta casita en el paseo de Sagasta nº 20 cuadruplicado, después nº 36. Este hotelito tuvo de vecinos, a su derecha, a la encantadora casita Villa Manuela, llamada así en honor a Manuela Juderías Formentín, esposa del comandante de caballería, Blas Alix Martínez, cuya edificación se llevó a cabo entre 1902-1904 en terrenos de la antigua Torre de Roca-Tallada. Junto a esta finca, a su izquierda, se erigiría también en 1903 bajo proyecto de Luis de la Figuera, el impresionante hotel de Nicolás Escoriaza y Fabro, hotel que ocuparía junto a su mujer, Matilde Averly Lassalle en el moderno nº 32. Apenas tres años después se realizaría una modificación en la verja que cerraba la finca.

Volviendo a Villa Manuela, el hotelito de los Alix-Juderías, pasaría a ser propiedad de Ambrosio Lizabe Arpide, con sus magníficos ventanales y sus torreones, uno mirando a Sagasta y dos haciendo lo propio hacia la avenida Central, hoy Zumalacárregui. Posteriormente quedaría en manos de su viuda, Carmen Español Julián, quien realizó una pequeña modificación en 1913 en uno de sus miradores bajo proyecto de Francisco de Albiñana. Fue Lizabe concejal del ayuntamiento, vicepresidente de la Cámara de Comercio y consejero de las sociedades anónimas La Alcoholera, Ferrocarril de Utrillas y Celtiberia.

Tampoco ha llegado ninguno de estos prodigios hasta nuestros días.

La deliciosa casa de Carlos Corsini, en el nº 19, esquinera con la calle de la Paz, obra de J. F. Gómez Pulido. En el nº 13 del paseo, en la siguiente esquina con la calle de Bolonia, vemos otro trabajo del arquitecto de Talavera de la Reina. Esta vez para la construcción de la casa de Jesús Retuerta, ambas proyectadas en 1904. Fueron sus dos únicos trabajos realizados en Zaragoza, afortunadamente, conservados. En modo consecutivo, aparece el número 15, desaparecido, y la delicada casa que proyectó Félix Navarro en 1903 para Manuel López en el número 17 de Sagasta. Colección Manuel Ordóñez
La deliciosa casa de Carlos Corsini, en el nº 19, esquinera con la calle de la Paz, obra de J. F. Gómez Pulido. En el nº 13 del paseo, en la siguiente esquina con la calle de Bolonia, vemos otro trabajo del arquitecto de Talavera de la Reina. Esta vez para la construcción de la casa de Jesús Retuerta, ambas proyectadas en 1904. Fueron sus dos únicos trabajos realizados en Zaragoza, afortunadamente, conservados. En modo consecutivo, aparece el número 15, desaparecido, y la delicada casa que proyectó Félix Navarro en 1903 para Manuel López en el número 17 de Sagasta. Colección Manuel Ordóñez

Félix Navarro parecía estar tocado por la varita de los dioses o más bien de la ciudadanía más acomodada que acudía a él como si del flautista de Hamelín se tratara. Una vez más recibía el encargo de construir una nueva vivienda. Esta vez era el doctor Ricardo Lozano quien eligió el enclave de Sagasta con calle Lagasca número 2, para edificar su clínica particular. Dotada de todos los medios técnicos y estéticos de la época todavía se conserva, aunque en un estado de total abandono, modificada en gran parte en 1916 por el arquitecto Manuel del Busto.

En el año 1904, el maestro de obras Juan Francisco Gómez Pulido, presentó dos proyectos de obras correspondientes a los números 13, la llamada Casa Retuerta con esquina a la calle Bolonia, (rebautizada por Dionisio Lasuén como calle del Arte) y la del número 19 del paseo de Sagasta propiedad de Carlos Corsini esquinera con la calle la Paz. Ejemplos de un modernismo sin complejos y bien ejecutado. En el número 21 edificaba ese mismo año José de Yarza Echenique, en la esquina con la calle la Paz, un bloque de viviendas que ha llegado hasta nuestros días aunque con muchas reformas, la más importante efectuada en 1917 por Manuel Martínez de Ubago Lizárraga.

Aunque podríamos estar narrando durante días los atropellos efectuados por la desidia de los sucesivos ayuntamientos y el desapego por los legítimos propietarios de esas viviendas, lo cierto es que pocas canalladas se han visto reflejadas en esta ciudad como el derribo de la casa de Emerenciano García Sánchez (banquero y presidente de la Diputación Provincial de Zaragoza entre otras ocupaciones). Proyectado por Manuel Martínez de Ubago el 31 de marzo de 1909, ocupó el actual número 54 del paseo de Sagasta hasta que la piqueta de hechos consumados destruyó una de las villas más hermosas y singulares que ha tenido esta ciudad en 1976.

Paseo de Sagasta. A la izquierda, en primer término, el chalet de don Emerenciano García Sánchez en el actual número 54 del paseo. A continuación el nº 52, propiedad de don Luis López, la llamada desde finales de los 80, Casa de la Paz; y el número 50, propiedad de la Sra. Viuda de Castillón. Demolidos todos ellos. Frente al mencionado 52 quedaría el convento de las Siervas de María, a la altura del número 33. Un grupo de soldados se dirige hacia el cuartel de Castillejos. 1928. L. Roisin (IEFC, ACM-9-30546)
Paseo de Sagasta. A la izquierda, en primer término, el chalet de don Emerenciano García Sánchez en el actual número 54 del paseo. A continuación el nº 52, propiedad de don Luis López, la llamada desde finales de los 80, Casa de la Paz; y el número 50, propiedad de la Sra. Viuda de Castillón. Demolidos todos ellos. Frente al mencionado 52 quedaría el convento de las Siervas de María, a la altura del número 33. Un grupo de soldados se dirige hacia el cuartel de Castillejos. 1928. L. Roisin (IEFC, ACM-9-30546)

En la esquina de la calle Lagasca con la calle Royo existe el chalet ocupado hasta hace unos años por el Tribunal Tutelar de Menores, se trataba de la casa de D. José García Sánchez, hermano de don Emerenciano, fundador del Banco Zaragozano en 1910 y presidente de su Consejo de Administración hasta su muerte. La casa sufrió alteraciones en su estructura en los años 1914 y en 1933. En los años 90, cuando el inmueble fue destinado por la DGA a Tutelar, sufrió una nueva reforma. Pero volviendo a los números 54, al 52 del paseo, con proyecto de Teodoro Ríos Balaguer en 1919, propiedad de Luis López Ferrer quien fuera consejero delegado del Banco Aragonés de Crédito, presidente en Zaragoza del partido riverista La Unión Patriótica y concejal del Ayuntamiento de Zaragoza, la popular Casa de la Paz,-llamada así por la cantidad de grupos pacifistas y asociaciones solidarias que buscaron un lugar donde establecerse tras el Referéndum de pertenencia a la OTAN realizado en 1986 y que supuso la okupación del chaletito-; y el número 50 de Manuel Castillón Tena, debemos echarnos las manos a la cabeza: todo arrasado.

En 1906 quedaba aprobado el anteproyecto urbanístico presentado dos años antes por Dionisio Casañal y Ricardo Magdalena a instancias del ayuntamiento. Menos ambicioso que el presentado en 1900 aunque daba soluciones a la problemática que se iba fraguando, de este modo iba avanzando esta arteria fundamental de la ciudad, mas un tanto desordenada.

En 1910 Félix Navarro diseña el ensanche del puente de Santa Engracia rectificando la línea de tranvía para facilitar el acceso al paseo de Sagasta. Para ello, los jesuitas ceden parte de sus terrenos, lo que supone un desahogo para viandantes, carros y caballerías. Recordemos que en los albores del siglo XX todavía los tranvías de mulas circulaban por la parte lateral del paseo central, pero pegados a las ramas de los árboles, lo que ocasionó quejas y propició el cambio de lugar de las vías hacia Torrero, todavía sin transporte eléctrico hasta octubre de 1902.

Paseo de Sagasta con el bulevar central, los coquetos bancos de piedra decorados con bellos mosaicos publicitarios y una gran arboleda. Los tapiales del colegio femenino del Sagrado Corazón de Jesús y la fábrica de corsés La Mariposa, propiedad de Carlos Aznar en el número 5, rematan la visual. AMZ 4-1_0001401.JPG
Paseo de Sagasta con el bulevar central, los coquetos bancos de piedra decorados con bellos mosaicos publicitarios y una gran arboleda. Los tapiales del colegio femenino del Sagrado Corazón de Jesús y la fábrica de corsés La Mariposa, propiedad de Carlos Aznar en el número 5, rematan la visual. AMZ 4-1_0001401.JPG

En otro tiempo, el antiguo Camino de Torrero fue comparado como el Biarritz zaragozano por sus amplias arboledas, proyectando sombra y frescor a los paseantes en las largas jornadas veraniegas. Un lugar con encanto y silencio donde se podía caminar subiendo y bajando por el paseo, no sin dejarse los bajos de sus atuendos por la carencia de asfaltado en toda la vía, eso sí.

En las aceras podían aparcar los carros cargados de mercancía, carruajes esperando a alguna familia de posibles e incluso se encontraban instaladas farolas de gas o eléctricas, según las disputas municipales de la época. El centro del paseo estaba destinado a las vías tranviarias de doble sentido y en los extremos de ese paso central, tenían su espacio las carretas y coches de caballos, así como los incipientes vehículos a motor. Atrás quedaron los tranvías tirados por “tracción de sangre” cuando la modernidad del electrificado llegó a la línea de Torrero el 10 de octubre de 1902. Un salto hacia el futuro, que evitaba además, la poda de las ramas arbóreas o la tala indiscriminada por molestar el paso al tranvía. Los postes de sustento del hilo de trabajo se colocaron igualmente en los laterales de ese paseo central por medio de cables aéreos, así como las paradas para los usuarios.

Y hablando de futuro, debemos quedarnos aquí, tomando algo de aliento para regresar con más brío en próximas entregas…

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