La Seo, un barrio con pedigrí

"Una mañana en la torre de L'Aseo" (La Seo), 1924. Archivo Fotográfico Julio Requejo. DARA-AHPZ
"Una mañana en la torre de L'Aseo" (La Seo), 1924. Archivo Fotográfico Julio Requejo. DARA-AHPZ

Como es de suponer el nombre de “barrio de La Seo” nació parejo a la existencia de la catedral zaragozana, por tanto, podemos datarlo a partir del primer cuarto del siglo XII. Aunque realmente el espacio físico que ocupó es heredero de la zona más antigua de la ciudad, pudiendo remontarnos hasta la época de la sedetana Salduie (siglo III a. C.), incluso en fecha anterior dados los restos arqueológicos encontrados en la redolada (600 a. C.). Formó parte también del cuadrante noreste de Cesaraugusta, sin embargo, con un trazado totalmente ortogonal, propio de la urbe romana.

Pero volvamos con el barrio medieval de La Seo, ese abigarrado conjunto de casas y manzanas irregulares, de callejones estrechos, cortos, sin salida en algunos casos, con pequeñas y recoletas plazuelas (tal y como podemos observar en la imagen que abre el artículo), que no es otra cosa que la herencia del trazado de una típica medina árabe, que poco cambió cuando pasó a las cristianas manos del reino de Aragón.

Las tropas del batallador Alfonso I entraron en Saraqusta el 18 de diciembre de 1118. Encontrándose ya con un templo cristiano dedicado a Santa María, por cierto en penosas condiciones de mantenimiento, se optó por convertir, por el método exprés, la mezquita aljama musulmana en la nueva catedral cristiana, dedicándola a San Salvador. No perdieron el tiempo, tres semanas más tarde se hizo efectiva la consagración, 6 de enero de 1119, por lo que el nombre completo fue “catedral de San Salvador en su Epifanía”. No es de extrañar que desde el principio, como hemos seguido haciendo siglos más tarde, se abreviara utilizando la expresión occitana de Seo (sede, silla, lugar donde el obispo ejerce su cátedra).

Alfonso de Aragón, eternamente agradecido a sus vasallos bearneses, les dio el premio gordo.

Plaza de La Seo, palacio y arco del Arzobispo, ca. 1889, Estudio Coyne. DARA-AHPZ
Plaza de La Seo, palacio y arco del Arzobispo, ca. 1889, Estudio Coyne. DARA-AHPZ

Al Vizconde Gastón de Bearn (su primo político, jefe de las tropas aragonesas, y merecedor de uno de los personajes de la comparsa de gigantes) lo nombró señor de Zaragoza. A Céntulo de Bigorre (hermano de Gastón) le correspondió la totalidad de la parroquia de Santa María. A su primo materno, cruzado y noble normando, Rotrou de La Perche (por deformación fonética pasó a ser conde de Alperche), lo premió con nuestro querido barrio, el de La Seo, por lo que se le adjudicó una calle, con trenque en la muralla, que daba directamente a la ronda del Ebro. Muchos otros aquitanos, bearneses y gascones se incluyeron en el reparto: Bonet de Burdeos, Maurin (tuvo calle), Gerard Ainet, Guillen de Condom, Raymond de Blagnac ... Una vez pasada la euforia de la conquista muchos de estos nobles transpirenaicos volvieron a su lugar de origen, vendiendo sus posesiones, ocasión aprovechada por los dignatarios catedralicios para adquirir sus propiedades.

Junto al núcleo eclesiástico y al francés, también gentes aragonesas hicieron su aparición por nuestro barrio: Jaime de las Fuentes, Domingo de Alagón, Lope Sanz de Belchite, García Galindez de Lasieso, García de Quinto, Martín Royo de Alcañiz, o Galindo de Artusella, son algunos de los primeros repobladores del barrio. En 1495 hay ya instaladas 34 familias de la nobleza, añadiendo las dignidades eclesiásticas, que no eran pocas, varios justicias de Aragón, casas de caballeros, mercaderes, artesanos… tenemos un barrio “pata negra”, con pedigrí.

En particular la plaza catedralicia ha sido una concentración del poder: religioso -Seo y Palacio Arzobispal-, político -Casas del Puente/Casa Consistorial, tras la Lonja; palacio de la Diputación del Reino-, económico -Lonja de Mercaderes-, por lo que no es de extrañar la atracción que ejercía para todo aquel que quisiera significar algo en la ciudad.

En concreto, el que hoy conocemos como Palacio Arzobispal sirvió largamente como Palacio Real en las visitas y estancias de los virreyes, y especialmente de los monarcas cuando venían a jurar los Fueros del Reino o a matrimoniar a sus hijas.

Calle y arco del Deán, con la calle Pabostría al fondo, 1930. António Passaporte, archivo Loty Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico – Ministerio de Cultura y Deporte
Calle y arco del Deán, con la calle Pabostría al fondo, 1930. António Passaporte, archivo Loty Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico – Ministerio de Cultura y Deporte

Como queda dicho los canónigos catedralicios fueron ocupando el espacio que rodeaba a San Salvador. Su poder, basado en lo religioso, influyó en lo político y en lo económico, dejando notar en el viario ciudadano el nombre de varias de las actividades y ocupaciones de las dignidades eclesiásticas por el barrio. Demos un paseo por ellas.

Por supuesto que la catedral tiene su espacio en la zona principal, con categoría de plaza, aunque anteriormente recibió el nombre de plaza de la Diputación del Reino. El arzobispo tuvo durante siglos la designación de un añorado arco, pero en origen fue “petición” del mismísimo Felipe II. Entre el Palacio de la Diputación del Reino y las dependencias eclesiales existió un callejón llamado Postigo del Arzobispo que salía al Ebro.

En cuanto a los cargos, muy numerosos, tengamos en cuenta que el conjunto de clérigos asignados a la catedral, Comunidad de Canónigos Regulares de San Salvador de Zaragoza, seguían el ideal de la Regla de San Agustín -vivir imitando las comunidades de los primeros Apóstoles- por lo que su organización se puede asimilar a la monástica. 

Deán, calle y arco, proviene de la palabra decano, quien presidía el Cabildo (conjunto de canónigos), equivale a prior en un convento. Pabostría, calle estrictamente eclesiástica durante muchos siglos, hace referencia a la cercana residencia de los encargados de la hacienda y los bienes físicos de la catedral. En 1170 el obispo Pedro Tarroja dividió los bienes de la mensa canonical en doce partes o pabostrías y entre ellos figuraban las casas de esta calle. Arcedianos, canónigo que ejercía jurisdicción bajo las órdenes de un obispo en una parte de la diócesis. Chantre, responsable del coro y canto catedralicio -calle desaparecida para hacer viable San Vicente de Paúl-. Arcipreste de La Seo, canónigo principal de una catedral o sacerdote que, por nombramiento del obispo, tiene autoridad sobre un grupo de parroquias de la misma zona), es el nombre antiguo de la calle Lucero.

Izquierda. “Cathédrale La Seo, Clocher depuis la rue”, calle de Diego Dormer, antes Zaporta de La Seo, 1907. Lucien Roy. Ministère de la Culture (France) - POP : la Plateforme Ouverte du Patrimoine
Derecha. Calle Palafox, 1930 António Passaporte, archivo Loty. Biblioteca Virtual Patrimonio Bibliográfico – Ministerio de Cultura y Deporte
Izquierda. “Cathédrale La Seo, Clocher depuis la rue”, calle de Diego Dormer, antes Zaporta de La Seo, 1907. Lucien Roy. Ministère de la Culture (France) - POP : la Plateforme Ouverte du Patrimoine
Derecha. Calle Palafox, 1930 António Passaporte, archivo Loty. Biblioteca Virtual Patrimonio Bibliográfico – Ministerio de Cultura y Deporte

Además de las dignidades eclesiásticas citadas, que coparon gran cantidad de casas en las calles inmediatas a la catedral, se establecieron en el barrio de La Seo nobles y familias de cierto estatus, con un denominador común: las viviendas/casas palacio/casonas, a pesar de su extensión, eran unifamiliares, en su amplio sentido, albergando en su interior a propietarios, descendientes, y sirvientes con sus familias. En muchos casos sus apellidos o títulos dieron nombre a las calles, pero, como suele suceder en esta ciudad, las denominaciones fueron por desgracia bastante cambiantes.

Como ejemplo de esta superpoblación palatina podemos fijarnos en las fotografías anteriores. En la izquierda la calle Dormer, antes Zaporta de La Seo, con el palacio de Donlope o de la Real Maestranza de Caballería de San Jorge; anterior, apenas perceptible, la salida la calle del Clavel, que tuvo en su interior la casona de los condes de Belchite; en frente el palacio de los Azara o Huarte, con una casa adosada en la plaza de Santa Marta, posteriormente derruida para ampliar el espacio.

En la imagen de la diestra la calle Palafox, antes de la Aduana Vieja, y antes del General, con el palacio Gavín a la izquierda, adivinándose la placica del Reyno, con la casa solariega propiedad de los Escorihuela, la casa del Bayle general (cargo administrativo de importancia), la Real Academia de Bellas Artes de San Luis y la sede de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País. Frente a ellos, en la misma plaza, el palacio del marqués de Lazán, donde nació José Palafox, antes casa de Albión, y antes de Ariño. En la derecha se intuye la calle del Chantre, viéndose las enronas de un derruido palacio de los Diputados del Reino. Al fondo el complejo del Deán. A espaldas del fotógrafo, en su proximidad, estuvo la casa de los Liñán y la de los Gurrea de Castro.

Calle Palafox, antigua de la Aduana Vieja, antigua del General del Reino, patio de la casa de los marqueses de Lazán convertida en asilo para niños marginados y excluidos, ca. 1950. Juan Mora Insa, DARA-AHPZ
Calle Palafox, antigua de la Aduana Vieja, antigua del General del Reino, patio de la casa de los marqueses de Lazán convertida en asilo para niños marginados y excluidos, ca. 1950. Juan Mora Insa, DARA-AHPZ

Podríamos continuar por la calle del Sepulcro y su tremendo palacio de los Ezmir o Almonacid, o por la calle Mayor con el impresionante caserón del conde de Torreflorida, el de los marqueses de La Cadena (popularmente “casa de las bolas doradas”) y la casa de Luis Garcés de Marcilla. Espectacular debía ser la calle Don Juan de Aragón, con la nobiliaria casa de los Segovia barones de Torrefiel, la de los marqueses de Villasegura, el caserón de don Luis de Ejea y Talayero (Justicia en 1687), que luego fue de los Sesé y más tarde de los Altarribas, condes de Robres, que acabaron cediéndola a “las Paulas”. Un poco más adelante la casa de los Armijo, y la casa de los Arciprestes… y un largo etcétera.

Como se puede comprobar poco queda, poquísimo, de todo el extenso patrimonio que atesoraba el barrio, a pesar de una manida frase de ser el de más sabor tradicional, el que guarda más esencia… demasiado ha cambiado, mucho se ha perdido, aunque algo se ha conservado. A partir del siglo XVIII cayó en decadencia, muchos de los palacios ante el problema del mantenimiento, se dividieron en viviendas de alquiler, cuando su habitabilidad se hizo casi imposible se derruyeron. Algunos han aguantado, con otra utilidad o con un apaño “de pega”, pero dando cierta prestancia todavía.

Pongamos de ejemplo el palacio de los marqueses de Lazán, más conocido por el apellido de su sobrino: Palafox. En sus buenos tiempos habitaban la casona los marqueses con sus tres hijos y tres hijas, madre viuda, hermana soltera, trece criadas y once criados, de los cuales cinco estaban casados, resumiendo, vivían 47 personas. Ante la inviabilidad de su mantenimiento se cedió el usufructo del inmueble en 1890 a las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl que convirtieron parte de él en el Asilo de la Coronación de la Virgen del Pilar, para niños marginados y excluidos. El final lo conocemos. Por fuera se mantiene la estructura, coloreada pasteleramente, mientras por dentro nada queda de lo que fue.

Mantengamos lo que nos queda, intentemos darle un uso digno, y valoremos en lo que merece el barrio de La Seo, el barrio de La Perche… mi barrio.

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