El obelisco perdido. La historia del monumento al Reducto del Pilar

Inauguración del Obelisco dedicado a los defensores del Reducto del Pilar el 29-01-1909 en la actual glorieta de Sasera. Fondos Coyne. AHPZ
Inauguración del Obelisco dedicado a los defensores del Reducto del Pilar el 29-01-1909 en la actual glorieta de Sasera. Fondos Coyne. AHPZ

La famosa ley de la conservación de la materia de Lavoisier, químico y economista, dice que esta ni se crea ni se destruye, solamente se transforma. Esto que se aplica a las reacciones químicas lo podemos extrapolar a otros aspectos más cotidianos o artísticos incluso si hablamos de monumentos. Llevados al extremo de la perfección de este proceso podemos recordar la frase atribuida a Michelangelo Buonarrotti cuando le preguntaron cómo había hecho la estatua de David, y él dijo que “siempre estuvo escondido en ese gran bloque de mármol, lo único que yo hice fue quitar las partes que sobraban”, aunque hay quien dice que la pronunció al hablar de La Piedad. En ambos casos, la metamorfosis del bloque de piedra inicial en la escultura final es un ejemplo sublime de la transformación de la materia.

No hace falta irse a Italia ni pensar en esculturas a las que solo les falta hablar para tener ejemplos de transformaciones digamos que un tanto peculiares, tanto de monumentos como de espacios ciudadanos.

Podríamos preguntarnos qué relación pueden tener unos depósitos de agua abandonados hace tiempo en el barrio de Torrero con un enclave de Los Sitios de Zaragoza. Quizá puede ser rocambolesca, pero la hay y vamos a contarla.

Si nos retrotraemos a la época de la invasión napoleónica uno de los lugares simbólicos de la resistencia zaragozana es el conocido como el Reducto del Pilar. Diseñado por el coronel de Ingenieros Antonio Sangenís, constituía una cabeza de puente extramuros en el camino de Torrero junto al Huerva y próximo al puente de Santa Engracia, entonces de tablas. Quizá no suficientemente confiados en su capacidad militar, se encomendaron también a la intercesión divina y colocaron un rótulo que decía “Reducto de la Virgen del Pilar inconquistable por tan sagrado nombre. ¡Zaragozanos, morir por la Virgen del Pilar o vencer!” Los bombardeos franceses que se iniciaron el 9 de enero de 1809 y que duraron hasta el día 15 provocaron que la mayoría de los defensores murieran y los pocos supervivientes se pusieran a salvo antes de que el coronel Domingo Larripa volara el puente del Huerva.

En el centro, en color, las piezas que han podido localizarse e identificarse del monumento en los depósitos de agua de Pignatelli, hoy reconvertidos estos últimos, en un parque. A la derecha los fragmentos no localizados. Fondos Coyne, AHPZ. Infografía: L. Fran Ríos Raffo
En el centro, en color, las piezas que han podido localizarse e identificarse del monumento en los depósitos de agua de Pignatelli, hoy reconvertidos estos últimos, en un parque. A la derecha los fragmentos no localizados. Fondos Coyne, AHPZ. Infografía: L. Fran Ríos Raffo

Tan heroica defensa, aunque inútil a efectos prácticos para detener la invasión francesa, fue recordada en los fastos del centenario de Los Sitios en 1908 y se encargó a Ricardo Magdalena el diseño de un monumento conmemorativo en su recuerdo. Sobre una base de sección cuadrada se apoyaba otro bloque adornado con guirnaldas, que a su vez sostenía otro adornado con volutas en el que apoyaba un obelisco decorado con castilletes y una hoja de palma. Leyendas similares a la original completaban el conjunto. Digamos que el arquitecto municipal fue el primer eslabón en la cadena de transformación de la materia para obtener el armonioso conjunto a partir de bloques en bruto.

Colocado en el lugar donde estuvo el reducto, la actual glorieta de Sasera, tuvo que esperar unos meses hasta que por fin el 29 de enero de 1909 fue inaugurado con toda la ceremonia que merecía, con discurso del alcalde Sr. Fleta, desfile militar y colocación de tres artísticas coronas ofrecidas por la Junta del Centenario, la guarnición y el Ayuntamiento, haciendo coincidir la fecha con el centenario de su última batalla.

Rodeado de unos jardines y por bancos de piedra que tuvieron que ser recolocados en su lugar en alguna ocasión, ya que por arte de no se sabe quién aparecían volcados, vivió plácidamente presidiendo la glorieta hasta que en 1963 fue sustituido por otro monumento, el que vemos actualmente.

Digamos que estamos en el segundo eslabón de la transformación. Personal del Ayuntamiento desmontó los bloques de piedra y los retiró del lugar para dejar paso a la estatua de Federico Amutio, que a su vez se había convertido en símbolo de la resistencia ante el invasor a pesar de que su autor no tenía esa intención cuando la realizó. Él la llamó simplemente Por la Patria.

Monumento a los defensores del Reducto del Pilar en la glorieta de Sasera rodeado de un pequeño jardín. Al fondo, la Algodonera del Pilar, antigua fábrica de tejidos Madurga. Ca. 1950. Colección particular
Monumento a los defensores del Reducto del Pilar en la glorieta de Sasera rodeado de un pequeño jardín. Al fondo, la Algodonera del Pilar, antigua fábrica de tejidos Madurga. Ca. 1950. Colección particular

Este segundo eslabón del que hablaba casi echa por tierra el principio universal de Lavoisier, aquí somos capaces de lo imposible, y no es que la materia se creara o destruyera, sino que desapareció, como si David Copperfield hubiera estado ensayando su número de la estatua de la Libertad. No sabemos las órdenes que tenían los operarios municipales, pero en todo o en parte los bloques se trasladaron a alguno de los almacenes municipales para ser guardados allí hasta decidir qué se hacía con ellos. O al menos eso se pensaba, siguiendo la misma lógica que la de otros monumentos desguazados, esperando una futura reubicación o en el peor de los casos, su uso como material de construcción para no se sabe bien qué fin. La fuente de la Princesa sabe bien de qué hablo, ya que durante los años en los que languidecieron sus piedras repartidas entre el almacén municipal y la arboleda de Macanaz, muchas de ellas fueron reaprovechadas antes de poder ser re ensambladas en su nueva ubicación. O la fuente de la Aretusa que acabó en otro almacén municipal en los antiguos viveros cercanos al Parque Grande y de la cual nunca más se supo hasta fechas recientes, en las que, desde Anteayer Fotográfico Zaragozano, al menos hemos podido identificarla.

Decía que se pensaba que habían sido trasladados a algún almacén municipal, porque constancia no había ninguna. Nadie de los sucesivos ayuntamientos, al menos de modo oficial, ha sabido dar noticias de dónde había ido a parar el desmontado obelisco obra de Magdalena. Si permanecía en un almacén, si había sido trasladado, si se conservaba completo aunque desmontado, si solamente unos bloques… misterio.

Avanzamos unos años y llegamos a 2021. El proyecto de transformación de los antiguos depósitos de Torrero en parque comienza finalmente y, según decían, los vecinos del barrio iban a poder disfrutar de una amplia zona verde con un estanque que recordara su primitivo uso, amén de pisos de protección oficial. Lo que sí sucedió y eso ya no tiene remedio, es que las obras de acondicionamiento de la zona se llevaron por delante las tapias originales que rodeaban el antiguo recinto recayentes en la calle de Santiago Guallar, así como el portón de entrada que sobrevivía y que no se contempló conservar como testigo de una construcción civil de finales del siglo XIX.

Dos fragmentos del obelisco dedicado a los Defensores del Reducto del Pilar tratados como escombros al aire libre durante las obras realizadas en los depósitos de Pignatelli. 11-04-2022. María Pilar Gonzalo Vidao
Dos fragmentos del obelisco dedicado a los Defensores del Reducto del Pilar tratados como escombros al aire libre durante las obras realizadas en los depósitos de Pignatelli. 11-04-2022. María Pilar Gonzalo Vidao

Durante los trabajos se movieron toneladas de tierra, se desmontaron las compuertas de los antiguos depósitos, tuberías, válvulas, conducciones, etc., que se fueron amontonando en uno de los rincones del solar, llamado a ser parque en un futuro. Junto a esos materiales había restos de aperos, columnas, adoquines en grupos, piedras de varias formas y tamaños y, también, unos bloques tallados de sección cuadrada. Uno de ellos con guirnaldas y otro más pequeño con volutas… ¿les suenan?

Sí, esos bloques colocados en el suelo sin ningún tipo de protección, desgastados por haber estado, muy probablemente, 60 años a la intemperie no sabemos si ya desde su desmontaje en ese lugar, convertidos en bloques de piedra olvidados a los que nadie les daba importancia porque se había perdido su memoria, son dos de los bloques del obelisco que se inauguró con toda la pompa y ceremonial el 29 de enero de 1909 como homenaje a los gloriosos defensores de Zaragoza que murieron protegiéndola del invasor, y que habían pasado a ser piedras anónimas y olvidadas por todos.

Recientemente se inauguró ese parque que sustituye a los antiguos depósitos de Torrero y en cuyos incipientes jardines están colocados el bloque adornado con guirnaldas y el de las volutas, languidecidos por el paso del tiempo, junto con otros bloques fragmentados del monumento desperdigados como si fueran restos arqueológicos. Como tercer eslabón de la cadena de transformaciones de la materia, el bloque de mayor tamaño está colocado al revés de la posición que tenía en el monumento, y sin ninguna identificación que diga de dónde viene, quién lo diseñó y a quién honraba cuando nació. El resto del monumento quizá está fragmentado o directamente transformado en polvo… porque como demostró Lavoisier, la materia ni se crea ni se destruye, solo se transforma… aunque esa transformación sea lo más parecido a una destrucción.

Restos apilados durante las obras de los depósitos de agua de Pignatelli-11 de abril de 2022. María Pilar Gonzalo Vidao
Restos apilados durante las obras de los depósitos de agua de Pignatelli-11 de abril de 2022. María Pilar Gonzalo Vidao

Desde nuestra Asociación Cultural Anteayer Fotográfico Zaragozano solicitamos a los responsables del Ayuntamiento de esta Inmortal ciudad que rescaten a estas piedras históricas de su olvido, que se coloquen en la  posición que concibió Ricardo Magdalena y se señalicen para que los zaragozanos de hoy recuerden, de nuevo, y frente a unos fragmentos del monolito original, a los defensores en cuyo honor se erigió.

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