El Mercado que sobrevivió

Calle del Mercado. Al fondo el torreón de la Zuda y a la derecha las casas que fueron derribadas para construir el Nuevo Mercado de Félix Navarro. En primer plano, la fuente ornamental colocada en 1873. J. Laurent y Cia. Ministère de la Culture (France) - Médiathèque de l’architecture et du patrimoine. 1878
Calle del Mercado. Al fondo el torreón de la Zuda y a la derecha las casas que fueron derribadas para construir el Nuevo Mercado de Félix Navarro. En primer plano, la fuente ornamental colocada en 1862. J. Laurent y Cia. Ministère de la Culture (France) – Médiathèque de l’architecture et du patrimoine. 1878

Si comparamos los planos de Zaragoza anteriores al siglo XIX y el actual podemos comprobar fácilmente que en el llamado casco histórico se han abierto calles rectas como quien corta un pedazo de mantequilla con un cuchillo caliente. La de Alfonso I se abrió en la década de 1870 para liberar la zona de un amasijo de callejuelas con variados desniveles y conseguir un acceso directo a la catedral del Pilar mediante una calle con un suave desnivel desde el Coso hasta la plaza. Cuando paseen por la zona y al llegar al llamado callejón de las once esquinas no les salgan las cuentas, las que faltan se perdieron en la remodelación. La apertura de San Vicente de Paúl fue otro tajo limpio para sanear la zona y dar un acceso desde la ribera hasta el Coso del tráfico rodado, que pedía a gritos espacio para poder circular sin esos “estorbos” que constituían los edificios que llevaban siglos, algunos de ellos, viviendo en la ciudad sin pensar que caerían para “dar aire” a los avances del transporte.

Los ayuntamientos respectivos no tuvieron piedad de los bloques que debían desaparecer para abrir y modernizar la zona y menos aún de quienes los habitaban. Todo sea en pos de la modernización de la ciudad, la expropiación era un arma poderosa y seguramente quien gobernaba pensó en eso llamado el bien general, o que el beneficio común, según su punto de vista, claro, compensaba esos daños ahora llamados colaterales, pero que para los implicados de colaterales tenían poco. Les obligaban a dejar sus viviendas y negocios para encontrar nuevo acomodo.

Nuevo Mercado, con el edificio de “El Pequeño Catalán” a la izquierda. Negativo de nitrato ES.280179. Fundación Anastasio de Gracia. 1918
Nuevo Mercado, con el edificio de “El Pequeño Catalán” a la izquierda. Negativo de nitrato ES.280179. Fundación Anastasio de Gracia. 1918

El cuchillo estuvo a punto de cortar ese casco histórico por tercera vez y fueron varias las ocasiones en las que se preparó calentándose para actuar, en el proyecto de prolongar el paseo de la Independencia hasta la misma plaza del Pilar llevándose por delante el conocido Tubo zaragozano, que habría desaparecido para que la avenida resultante modernizara más la capital. Numerosas viviendas y negocios, de nuevo, habrían sido arrasados, junto con la Casa del Canal de nuestra plaza de Santa Cruz, cuya iglesia se salvaba por los pelos, para que el asfalto ocupara su lugar, no así el actual museo Goya, que también estorbaba. El proyecto del Gobierno Civil ya contemplaba la prolongación y por eso su fachada principal se construyó de modo que recayera en esa futura calle principal, con lo que ahora resulta un tanto extraña su orientación. El proyecto se desestimó definitivamente en el Plan General de Larrodera de 1968 y podemos seguir conociendo esas intrincadas calles y sus numerosos bares, todo sea dicho, en persona y no en fotografías.

Pero lo que casi se lleva por delante a otra construcción, hoy icónica de la zona, y que no es otra que el Mercado Central, fue la llamada Vía Imperial, nacida en el anteproyecto de Ordenación General de Zaragoza de 1943 y que supuso un cambio aún más radical del entorno afectado. La idea era conectar la Puerta del Carmen y la ribera del Ebro con una ancha vía que permitiera una salida directa hacia un puente que, paradójicamente, aún no estaba construido. Su apertura se llevó a cabo cortando limpiamente el terreno anteriormente ocupado por los lavaderos de Castellví y mutilando calles como las de Peromarta, Pignatelli o Azoque, que vieron desaparecer edificios conforme la Imperial calle iba avanzando. Alcanzado el Coso, la histórica manzana entre Cerdán y Escuelas Pías constituía el nuevo frente contra el que luchar en su imparable avance y en 1977 comenzó su derribo, obligando de nuevo a comercios y particulares a buscarse los garbanzos y la vivienda lejos de allí. Con su desaparición se perdió el escaso rastro que quedaba de la antigua zona de albarderos y cedaceros que dieron nombre originariamente a esas dos calles desaparecidas.

Plaza de Lanuza, con el edificio que marcaba la separación entre las calles de Escuelas Pías y Cerdán, que asoma a la izquierda. Lucien Roy. Ministère de la Culture (France) - Médiathèque de l’architecture et du patrimoine. Ref. AP10L03722. 1907
Plaza de Lanuza, con el edificio que marcaba la separación entre las calles de Escuelas Pías y Cerdán, que asoma a la izquierda. Lucien Roy. Ministère de la Culture (France) - Médiathèque de l’architecture et du patrimoine. Ref. AP10L03722. 1907

Y a punto estuvo también de perder un tramo el colegio de los Escolapios, esa proa en la esquina de la entonces calle General Franco y que después recuperó su nombre de Conde de Aranda, para no molestar en el trazado imperial, aunque finalmente la molestia no era tanta y permaneció sin sufrir el mordisco modernizador.

Ya había ido creciendo el nuevo vial desde la Puerta del Carmen hasta el Mercado, que llevaba ahí casi 75 años desde que fue inaugurado el 24 de junio de 1903. ¿Y ahora qué?, se preguntaron los responsables del proyecto. Habrá que seguir derribando como estaba previsto, pensaron algunos. Total, cuando se amplió el Coso la Universidad molestaba y hubo que sacrificarla en pos de la modernidad, ¿no vamos a poder tirar el mercado? Además, está viejo y cochambroso y es un nido de suciedad, los vecinos agradecerán que se sanee la zona, pensarían.

Además del plan del derribo y que los restos del edificio acabaran en el vertedero, surgió la idea de que se podría desmontar como un juego de construcción y llevarlo a otra parte que molestara menos, para darle un uso alternativo. Se barajó la opción de llevarlo al parque temático de monumentos obsoletos, también conocido como Parque Grande, para hacer compañía a Neptuno, al Quiosco de la Música, al monumento a la Exposición Hispano-Francesa de 1908 o al humilde pozo que en su día adornaba el entorno del torreón de la Zuda. Una especie de Pueblo Español pero centrado en monumentos desplazados. La ubicación barajada era al final de la avenida de San Sebastián, lo que habría conllevado la disminución de los jardines centrales, aunque otras zonas habrían obligado a la tala masiva de árboles para acoger el reconstruido edificio. Otra propuesta era llevarlo a los solares del cuartel de Palafox, que podrían quedar libres en la llamada “operación cuarteles”, con la idea de utilizarlo como centro de convenciones o incluso como Palacio de Congresos y Exposiciones aprovechando sus cuatro entradas y la posibilidad de distribuir los futuros stands o espacios expositivos en el lugar de los puestos de venta originales.

Mercado Central desde la embocadura de la calle Cerdán, con el comercio “El Pequeño Catalán” al fondo en el edificio posteriormente derribado. Colección David Conrado Barlés a través del “Desván de Rafael Castillejo”. 1971
Mercado Central desde la embocadura de la calle Cerdán, con el comercio “El Pequeño Catalán” al fondo en el edificio posteriormente derribado. Colección David Conrado Barlés a través del “Desván de Rafael Castillejo”. 1971

Pero mientras tanto en 1976 surge la iniciativa de incoar un expediente para declararlo Monumento Histórico-Artístico y sobre todo otro movimiento con el que no se contaba al planear su derribo, que fue el vecinal. Ya en 1968 se constituyó la Asociación de Detallistas a favor de la continuidad del Mercado que en junio agrupaba ya a 237 vendedores. Al mismo tiempo se constituyó una asociación de propietarios de las calles Cerdán y Escuelas Pías que tenía como objetivo la permuta de la manzana central entre ambas por el solar resultante del derribo en la plaza de Lanuza, en el que se levantaría un edificio de nueve plantas. Como vemos, los objetivos de ambas asociaciones eran diametralmente opuestos.

Los detallistas argumentaban que era el Mercado el que contribuía a una forma de vida específica del entorno y a fomentar todo su comercio. Además, la función que ejercía como regulador de precios era una cuestión de interés general y su desaparición perjudicaría a este sistema de regulación, peligro que plasmó el ilustrador Carlos Azagra en un expresivo cartel con el lema “Salvemos el Mercado” en el que con un fondo de edificios en construcción, un grupo de “empresarios” presumían de que si derribaban el mercado se harían dueños de los precios. Y no solo de los alimentos que se vendían, ya que también subyacía el asunto de la especulación urbanística.

Personalidades de la época hacían pública su opinión a favor y en contra del mantenimiento o no del edificio. El que fuera alcalde Mariano Horno mostraba una encendida defensa del derribo primando la necesidad de una amplia vía de entrada a la ciudad, mientras que el catedrático Guillermo Fatás o quien posteriormente fuera el primer Justicia de Aragón de la democracia, Emilio Gastón, defendían la permanencia del edificio en un lugar emblemático que habían ocupado los sucesivos mercados de Zaragoza desde el siglo XIII, tanto por su valor simbólico como por el arquitectónico.

Mercado Central desde la calle Torre Nueva, con el solar del derribado establecimiento “El Pequeño Catalán” al fondo de la imagen. Colección David Conrado Barlés a través del “Desván de Rafael Castillejo”. 1977
Mercado Central desde la calle Torre Nueva, con el solar del derribado establecimiento “El Pequeño Catalán” al fondo de la imagen. Colección David Conrado Barlés a través del “Desván de Rafael Castillejo”. 1977

En 1977 y coincidiendo con la tramitación del expediente antes mencionado se llevó a cabo una gran campaña de recogida de firmas que con el lema “Salvemos el Mercado” consiguió recabar más de 30.000 en unos 8 kilos de folios. El doctor Solsona, ciudadano muy reconocido en la zona, instaba a las familias de la zona de San Pablo a ir acompañados de sus hijos, cuya firma, aunque inválida, tendría un alto valor simbólico para la supervivencia del edificio. Una que sí fue válida y por otra parte muy significativa fue la del entonces alcalde Miguel Merino, quien declaró que era necesario replantearse la Vía Imperial para salvar el Mercado.

Después de todos los llamamientos de vecinos e instituciones como el Colegio de Arquitectos, del de Abogados y de gente anónima, finalmente fue declarado Monumento Histórico-Artístico según el Real Decreto 544/1978 de 10 de febrero de 1978 y publicado en el BOE el 25 de marzo del mismo año. El Nuevo Mercado diseñado por Félix Navarro se había salvado. O eso parecía, al menos en lo que respecta al edificio. Aún hubo quien reclamaba su eliminación o traslado insistiendo en la idea de que la inversión para hacer la Vía Imperial había sido demasiado alta para dejar que un viejo mercado la arruinara. Cierto es que las condiciones en las que se encontraba exigían un fuerte desembolso para que tanto vendedores como público pudieran tener un entorno limpio y acorde a las necesidades de un establecimiento de su clase. No fue hasta 1982 cuando el ayuntamiento confirmó la situación jurídica para que el Mercado siguiera con sus funciones y se emprendió una reforma para sanearlo, aunque no muy afortunada ya que se cubrieron los puestos de modo que quedaba oculta la estructura metálica del techo.

Calle Escuelas Pías una vez derribados prácticamente todos los edificios de la manzana que la separaban de la calle Cerdán. José Antonio Duce. 1977
Calle Escuelas Pías una vez derribados prácticamente todos los edificios de la manzana que la separaban de la calle Cerdán. José Antonio Duce. 1977

En 2018 se acometió por fin la reforma integral, vaciando completamente el edificio y reestructurándolo de manera que la construcción diseñada por Félix Navarro luciera como el primer día. El 5 de febrero de 2020 fue su reinauguración, 117 años después de la primera, con un Mercado al que podríamos llamarle, otra vez, Nuevo y que a pesar de todas las vicisitudes sigue cumpliendo la función para la que nació y en el lugar donde fue construido.

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