Un paseo por la Zaragoza de 1900 (I)

Casas del Puente, donde tenía su sede el Ayuntamiento, y paseo del Ebro, con la Casa de Infantes y la catedral del Pilar al fondo. Ca. 1900. Archivo Guillermo Allanegui
Casas del Puente, donde tenía su sede el Ayuntamiento, y paseo del Ebro, con la Casa de Infantes y la catedral del Pilar al fondo. Ca. 1900. Archivo Guillermo Allanegui

El viajero que llegara a Zaragoza con el siglo XIX a punto de acabar cruzando el viejo puente de Piedra ya no podría hacer su entrada a través de una de las puertas de la ciudad, la llamada Puerta del Ángel, que antaño recibía a los viajeros y habitantes de la margen izquierda que quisieran entrar por allí, ni tampoco podría ver en todo su esplendor el edificio de la Lonja, puesto que adosado a ella en su fachada trasera se hallaba por entonces el Ayuntamiento, algo maltrecho, siendo derribado en 1915.

Atravesado el puente, flanqueado por dos leones en cada uno de sus extremos, aunque por su tamaño eran más bien cachorros del fiero león rampante que representa a la ciudad, nuestro viajero podría dar una mirada más cercana a los edificios que había visto mientras lo cruzaba. Anexa a otra de las fachadas de la Lonja estaba la posada de los Reyes, que parecía invitar a los viajeros a visitarla antes de proseguir su camino, y a continuación la fachada hacia el paseo del Ebro de uno de los palacios zaragozanos, el de los marqueses de Ayerbe, con su amplio jardín trasero, y más allá la mole, comparando su tamaño con el resto de edificios, de una de las catedrales, la del Pilar, que con el avanzar de los años aún se haría mayor con la construcción de las torres que acompañarían a la única levantada por entonces, la de Santiago, la segunda de ellas acabada ya en 1907 y que recibió el nombre de Santa María del Pilar.

Cruzando el paseo del Ebro comenzaría el recorrido por la zona intramuros de la vieja y casi olvidada muralla, cuyos restos estaban en su mayoría ocultos entre las paredes de algunos edificios. Por la calle de La Lonja llegaría a la plaza de la Seo, desde la que podría observar en todo su esplendor una de las cuatro fachadas del palacio que daba el nombre a la calle, construido a mediados del siglo XVI. Poco después, el 16 de octubre de 1901, cedió su nombre al rey aragonés Fernando el Católico, abuelo, aunque no mediante su matrimonio con Isabel la Católica, del arzobispo Hernando de Aragón, quien financió la construcción de la Lonja con la misión de servir de lugar de intercambios comerciales ante la falta de un lugar específico para ello. Edificio de estilo renacentista con fachadas de ladrillo, incluye en su parte alta bustos de yeso policromado de variados personajes que parecen mirar desde las alturas al paseante. La austera fachada de ladrillo esconde un interior de estilo gótico con un mar de columnas y bóvedas de crucería, adornados por el sempiterno león, símbolo de la ciudad.

Vista desde el balcón de San Lázaro, con el palacio arzobispal y el Seminario Conciliar sobre los que aparece la Seo, y la Lonja asomando sobre el edificio del Ayuntamiento, ca 1900. Archivo Mollat–Moya
Vista desde el balcón de San Lázaro, con el palacio arzobispal y el Seminario Conciliar sobre los que aparece la Seo, y la Lonja asomando sobre el edificio del Ayuntamiento, ca 1900. Archivo Mollat–Moya

Mientras miraba la fachada seguramente le distrajo de su atención un rumor de voces a sus espaldas de las mujeres que estaban en torno a una fuente recogiendo agua. Era una de las seis ornamentales que se inauguraron en octubre de 1862, y representaba a una ninfa con un hombro descubierto, que portando dos tinajas vertía a través de ellas el agua al vaso octogonal que la rodeaba. Esta estatua era y sigue siendo conocida por los zaragozanos como La Samaritana, fundida por la empresa Averly, una de las más importantes de la ciudad en su género.

Tras ella, la fachada de la otra catedral zaragozana y la primera en tener tal dignidad, La Seo, unida al cercano Palacio Arzobispal por el llamado Arco del Arzobispo.

Prosiguiendo su camino por la calle Don Jaime I, unificada ya en una sola las antiguas de la Cuchillería, Virgen del Rosario o San Gil, y dejando la estrecha calle del Pilar a su derecha, se cruzaría con los vecinos de la ciudad ataviados con variedad de vestimentas, desde las chaquetas y pantalones de pana a los calzones, zaragüelles y blusones de los campesinos, tocados bien con el pañuelo de colores oscuros, bien con boinas y gorras, o con las mujeres vistiendo amplias sayas, toquillas y pañuelo cubriendo la cabeza, todos enfrascados en su ir y venir diario a sus casas y ocupaciones.También con burros con alforjas llenas de los más variados productos y que servían a sus dueños para hacer más llevadero su transporte, o incluso como medio de locomoción.

Calle arriba y camino del Coso, visitó la vieja parroquia de Santiago el Mayor, en la esquina con la calle Santiago. Otra de las tradiciones que tienen como protagonista al Apóstol nos cuenta que estaba situada en el mismo solar en el que vivía uno de los siete convertidos allá por las primeras décadas del siglo I, que incluso le sirvió de albergue y donde dejó su báculo… cuestiones de tradiciones y de fe.

Galería superior del Patio de la Infanta. En el friso de madera aparecen las representaciones de Gabriel Zaporta y Sabina Santángel, ca. 1900. Archivo Mollat-Moya
Galería superior del Patio de la Infanta. En el friso de madera aparecen las representaciones de Gabriel Zaporta y Sabina Santángel, ca. 1900. Archivo Mollat-Moya

Sin saber que poco después la venerable iglesia dedicada al santo peregrino dejaría de existir, el paseo siguió hasta llegar más adelante al cruce con la calle de San Jorge, punto que nuestro viajero tenía marcado en su cuaderno de viaje para hacer un desvío en su camino y acercarse a visitar uno de los patios más conocidos de Zaragoza, que había visto a través de grabados, láminas y fotografías, y que ahora iba a ver con sus propios ojos, el de la Casa Zaporta, o como era más conocido, el Patio de la Infanta. Una de las residencias de Teresa de Vallabriga, viuda del Infante Luis de Borbón y cuyo título quedó unido al patio más que el de su mecenas.

Originario del siglo XVI, este patio plateresco fue ordenado construir por el rico comerciante Gabriel Zaporta en su residencia con motivo de su boda en segundas nupcias con Sabina Santángel.

Una vez dentro del patio, de planta casi cuadrada, nuestro viajero pudo admirar las ocho columnas de alabastro esculpidas a modo de cariátides, en las que se representan el Sol, la luna y los planetas en las posiciones en las que estaban en el día del enlace de Sabina y Gabriel, quienes quisieron aparecer representados por sus efigies en el alero de madera. Desde el centro del patio se detuvo a contemplar los antepechos del primer piso, donde entre los medallones decorados con bustos pudo ver al que representaba al emperador Carlos V, con su nombre grabado en la espada. Él fue quien, en agradecimiento por el dinero prestado para sus ejércitos, concedió a Zaporta el título de Señor de Valmaña.

El aspecto del patio no era ya el de sus mejores tiempos; en su larga vida había sido residencia particular, casino, lugar de depósito provisional de obras del Museo Provincial y finalmente sede de negocios, entre otros una fábrica de pianos, origen del incendio que unos años antes, en 1894, dañó seriamente el edificio. Aún así, decidió seguir la visita y encaminando sus pasos hacia la escalera, custodiada por una novena columna, comenzó a subir hacia el primer piso. Al levantar la vista, lo que vio le reafirmó en su idea de que este era un edificio que debía visitar… una magnífica cúpula mudéjar de madera sobre una galería de ventanas y un zócalo con tallas también de madera, conjunto sin igual en otros edificios de la ciudad.

Calle Don Jaime I en su embocadura con el Coso. Fototipia Thomas, negativo de nitrato nº 186, ca. 1910. Colección Manuel Ordóñez
Calle Don Jaime I en su embocadura con el Coso. Fototipia Thomas, negativo de nitrato nº 186, ca. 1910. Colección Manuel Ordóñez

Después de su visita, deshizo el camino andado y volvió a la calle de don Jaime I, para antes de llegar al Coso detener su vista en la iglesia de San Gil, que dio nombre al tramo inicial de la actual vía, con la imagen del santo acompañado de la cierva sobre la portada ubicada en lo que inicialmente fue la cabecera de la iglesia y ahora su entrada principal, cierva que, según la leyenda le alimentaba con su leche durante su retiro en una cueva.

Ya al final de su recorrido, con la Funeraria “La Económica” como último edificio esquinero con el Coso, nuestro viajero pudo ver, mirando a su izquierda, una perspectiva similar a la que ofrece la fotografía de Silvestre Hernández. En ella podemos ver a la izquierda el edificio del entonces número 61, ocupado desde el 10 de septiembre de 1892 por la “Gran casa de viajeros y restaurant de Roma” de Lorenzo Medana, antiguo cocinero del Hotel Europa.

Junto a él la fachada de corte clasicista del Teatro Principal, según el proyecto de los arquitectos municipales Miguel Geliner y José de Yarza, con las esculturas de las musas de la Danza, la Poesía, la Comedia y la Tragedia adornando la fachada del primer piso junto con medallones de literatos ilustres y el escudo de la ciudad en lo alto del edificio. Se inauguró en 1799 y, tras muchas pequeñas modificaciones debido a su mal estado de conservación, lo que incluso llevó al Ayuntamiento a pensar en su demolición y en la construcción de uno nuevo en la Huerta de Santa Engracia, el arquitecto municipal Ricardo Magdalena llevó a cabo una profunda reforma a finales del siglo XIX que renovó tanto el interior como el exterior en sus fachadas lateral y trasera. Gracias a ello el Teatro Principal pudo proseguir su función, lo que posibilitó que fuera, por ejemplo, el primer lugar de la ciudad donde se ofrecieran proyecciones cinematográficas en junio de 1896, se organizaran audiciones de un fonógrafo Edison en 1897, sesiones de Wargraph en 1898 donde se pudieron ver películas de la guerra de Cuba o que en noviembre de 1899 se pudiera admirar a Sarah Bernhardt en dos representaciones de Tosca.

Inédita vista del Coso con la embocadura de la calle de los Sitios a la derecha, hoy Amar y Borbón. Ca. 1894. Silvestre Hernández Gil. Archivo Hernández–Aznar
Inédita vista del Coso con la embocadura de la calle de los Sitios a la derecha, hoy Amar y Borbón. Ca. 1894. Silvestre Hernández Gil. Archivo Hernández–Aznar

Tras el otro edificio anexo al teatro en el número 65 se encontraba la estrecha calle del Teatro, y en el primer edificio de la siguiente manzana, el que hacía el número 67, tenía su sede el Banco de España. Con una larga historia antes de su último uso como sede bancaria, la Casa Palacio Tarazona tiene sus orígenes en 1770, cuando Simón Ignacio Tarazona compra el inmueble y dado su estado de deterioro encarga al arquitecto Agustín Sanz que diseñara y construyera una casa-palacio prácticamente de nueva planta.

En 1792 la familia propietaria ya vivía en ella y debido a su enorme extensión, 3.244 m², parte de la finca se destinó a alquiler e incluso la segunda planta sirvió como residencia a Blas Martínez, Teniente de Rey de la plaza de Zaragoza y Gobernador del Castillo de la Aljafería. Considerada una de las mejores casas de la ciudad en su tiempo, pudo haber sido la primera que luciera pinturas de Francisco de Goya en su fachada, pero el pintor de Fuendetodos rechazó la oferta que le hizo su amigo Agustín Sanz. Fue además, sede de la Capitanía General de Aragón desde 1848 a 1867 y en 1875 pasó a ser la sede del Banco de España.

En la calle se ve el trasiego de personas y vehículos, con un tranvía tirado por “tracción de sangre” que conducía desde la estación del Bajo Aragón, o de Cappa, a la de Madrid, conectando ambas estaciones desde 1886. Tartanas realizando su trabajo de reparto de mercancías, un solitario ciclista y peatones por las aceras completan la visión de este tramo del Coso.

Tras contemplar esta panorámica nuestro viajero encaminó sus pasos hasta la plaza de la Constitución, donde a buen seguro se detuvo para tomar un refrigerio o saciar la sed del camino. Pero la segunda parte de su paseo la dejaremos para otra ocasión.

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