Microarquitectura viajera (I)

Pozo ornamental, glorieta de Pío XII, detrás la pasarela sobre el Ebro, 1960. Fotograbado Heraldo
Pozo ornamental, glorieta de Pío XII, detrás la pasarela sobre el Ebro, 1960. Fotograbado Heraldo

Una costumbre inveterada en nuestra ciudad consiste, cual duendecillo pirenaico, en cambiar las cosas de lugar, mal menor si tenemos en cuenta las que se han destruido o simplemente desaparecido sin rastro. Vamos a visitar unas cuantas fuentes, monumentos y esculturas, a las que cariñosamente se ha denominado “microarquitectura” por su volumen, con ese común denominador de movilidad por el que se ha añadido el adjetivo de “viajera”.

Quien no tenga cierta edad o resida en Zaragoza desde hace no mucho tiempo se sorprenderá al ver estructuras sobradamente conocidas, pero en un entorno totalmente diferente. Los cambios de ubicación no suelen responder al capricho aleatorio de un edil que se levanta por la mañana con ganas de despistar al ciudadano, otro tema es el destino del viaje del elemento urbano, no siempre acertado, pero como queda dicho cuanto menos ha supuesto su supervivencia. Todas las imágenes muestran la situación original de cada microarquitectura.

Una de las más desconocidas es el pozo ornamental que decoraba el entorno del torreón de la Zuda, en la glorieta llamada de Pío XII, en línea con la famosa pasarela sobre el Ebro. Llegó la remodelación de este rinconcillo, y en contra de todo pronóstico, y más teniendo en cuenta el escaso valor artístico del brocal, en vez de ir a la enrona o a un patio particular, fue trasladado al Parque Grande (en su momento Primo de Rivera, en la actualidad José Antonio Labordeta).

Bajo él dormían unos restos arqueológicos que así se han quedado, como un espontáneo jardín de matorrales varios.

"La ciudad a sus funcionarios", paseo de la Independencia, 1924. Fototipia Thomas, Institut d´Estudis Fotogràfics de Catalunya
"La ciudad a sus funcionarios", paseo de la Independencia, 1924. Fototipia Thomas, Institut d´Estudis Fotogràfics de Catalunya

El memorial de “la ciudad a sus funcionarios” fue realizado por Joaquín Tobajas y Miguel Ángel Navarro, con una estructura en forma de obelisco, situándose en el paseo de la Independencia a la altura del edificio de Correos. La ubicación se correspondía con la zona donde fueron asesinados el 23 de agosto de 1920 tres funcionarios municipales (por cierto, los tres con calle en la ciudad): el arquitecto José de Yarza, el ingeniero César Boente y el empleado Joaquín Octavio de Toledo.

Una huelga prolongada de los trabajadores de eléctricas hacía que el alumbrado público estuviera encendido día y noche, con el consiguiente deterioro para las bombillas que se iban fundiendo; en particular, al principio del paseo de la Independencia, cerca de los mingitorios subterráneos públicos que había, la falta de luz convertía el entorno en inquietante, así que estos tres funcionarios decidieron ir a cambiar las lámparas. Un individuo salió del subterráneo y los acribilló. La idea del memorial para honrar a “sus funcionarios muertos en la vía pública” surgió ese mismo año, pero no fue hasta marzo de 1924 cuando se hizo efectiva.

Al proyectarse en 1961 "la autopista de diez carriles" en la que se convirtió el paseo, se llegó al acuerdo de trasladar el monumento al entonces paseo de Marina Moreno (paseo de la Constitución), en el cruce con San Ignacio de Loyola. Ahí luce actualmente, aunque un tanto oculto por la altura del arbolado que lo rodea.

Estatua de don Ramón Pignatelli, Salón Pignatelli, ca. 1877. Papel albúmina, Jean Laurent y Cía, UNIZAR
Estatua de don Ramón Pignatelli, Salón Pignatelli, ca. 1877. Papel albúmina, Jean Laurent y Cía, UNIZAR

A mediados del siglo XIX lo que hoy conocemos como plaza de Aragón era el extrarradio de la ciudad, una zona sin urbanizar cercana a la orilla de la Huerva que aún mostraba las consecuencias de la guerra napoleónica. Este amplio espacio recibía el nombre de prado San Jerónimo, dada su proximidad al convento de igual nombre (más conocido por Santa Engracia).

En 1857 la Diputación Provincial de Zaragoza acuerda que don Ramón de Pignatelli y Moncayo merece una escultura acorde con la importancia del personaje (Canal Imperial, Real Casa de Misericordia, Universidad…), por lo que se designa al escultor Antonio Palao como responsable del encargo. Para su diseño, de tamaño reducido, el artista se inspira en una copia del retrato de don Ramón, atribuido a Goya. Manuel Albareda Cantavilla, discípulo de Palao, la hizo a tamaño natural, para ser fundida en bronce en París un año más tarde.

El 24 de junio de 1959 es inaugurada en el centro del ya bautizado como salón (o glorieta) de Pignatelli, con gran afluencia de público y autoridades. Años más tarde, de septiembre a noviembre de 1868, lució enormemente al ser el punto neurálgico de la Primera Exposición Aragonesa.

Poco a poco vio cómo se iba urbanizando la zona con pequeños palacetes, hasta que le llegó el momento de viajar a un nuevo emplazamiento, como elemento principal del primer parque zaragozano, todo él dedicado al prócer don Ramón Pignatelli, junto al Canal Imperial y a los depósitos de agua de Torrero.

"Monumento en memoria de la Exposición Hispano-Francesa de 1908 para solemnizar el primer centenario de la Guerra de la Independencia", paseo Pamplona, ca. 1932. Antonio Passaporte, IPCE, MECD
"Monumento en memoria de la Exposición Hispano-Francesa de 1908 para solemnizar el primer centenario de la Guerra de la Independencia", paseo Pamplona, ca. 1932. Antonio Passaporte, IPCE, MECD

Una vez acabada la magna Exposición Hispano-Francesa en 1908, con gran éxito a todos los niveles, el consistorio quiso reconocer la imprescindible labor realizada como impulsor de la muestra al industrial y político don Basilio Paraíso, con el nombramiento de hijo adoptivo de la ciudad -era natural de Laluenga, Huesca-.

El agradecimiento iba más lejos. Se aprobó erigir un notable monumento que recordara la exposición en el que se incluyera de manera destacable la imagen del homenajeado. Pero don Basilio, y su proverbial modestia, impidieron que se colocara mientras él estuviera vivo. Del diseño se encargó Ricardo Magdalena Gallifa, hijo del arquitecto municipal, y de su realización los hermanos Luciano y Miguel Oslé y Sáenz de Medrano.

La ubicación: junto a la Facultad de Ciencias y Medicina, comienzo del paseo de Pamplona (el fotógrafo tomó la imagen teniendo a su derecha la actual calle de Ponzano y a su izquierda la actual de doctor Cerrada).

Se inauguró el 16 enero de 1910 (don Basilio excusó su presencia). Aguantó el monumento hasta mayo de 1947, pero el creciente tráfico lo desahució, siendo recluido en dependencias municipales. Alguien se apiadó de él, destinándolo en 1951 a un amplio espacio en el parque Grande, colocando ya de paso la figura de don Basilio un 28 de enero de 1952.

Allí sigue, al final del jardín francés, un tanto recóndito, hasta tal punto que semejante conjunto no es reconocido por muchos zaragozanos… mientras que otros cavernícolas lo llenan de pintadas.

"Estatua del emperador Augusto conocida como Augusto de Prima Porta", plaza de Basilio Paraíso, 1940. Juan Mora Insa, DARA, AHPZ
"Estatua del emperador Augusto conocida como Augusto de Prima Porta", plaza de Basilio Paraíso, 1940. Juan Mora Insa, DARA, AHPZ

La estatua de Cayo Octavio Augusto merece un premio a la movilidad urbana sin duda alguna, si por lo menos hubiera tenido un bono de transporte… afortunadamente ha sobrevivido a viajes, traslados, obras y tráfico.

Dedicada al primer emperador romano nos interesa sobre todo porque este personaje ha dado el nombre a nuestra ciudad (de Cesaraugusta a Zaragoza, pasando por Cesaracosta, Saraqusta, Çaragoça). La escultura original es de mármol, pudiéndose visitar en los Museos Vaticanos. Benito Mussolini, dictador italiano, en plena megalomanía imperial, mandó hacer unas cuantas copias y regalarnos una en bronce por tener la ciudad tan primoroso nombre. El 3 de agosto de 1940, con gran parafernalia fascista de camisas negras y azules incluidas, se inauguró en los pequeños jardines centrales de la plaza de Basilio Paraíso, que andaban algo escasos de ornamentación.

Una década más tarde se acometió la remodelación de la plaza, optándose por situar la estatua imperial en un lugar más lógico junto a la Zuda, en las Murallas Romanas, lo cual se emprendió a primera hora del 7 de octubre de 1950. Años después algún sesudo edil determinó que personaje tan importante debía presidir la entrada al ayuntamiento, y para el interior de la casa consistorial que fue Gaius Octavius. Ya en 1974, y la plaza de Paraíso sin fuente, se vio con buenos ojos que de nuevo viera la luz nuestro augusto fundador para recuperar su céntrico espacio, protegido por un murete de algún golpe accidental. Finalmente (o no), en 1989 retorna al espacio murallas, lado Mercado Central (hubo intentona de traslado en 2012 a la calle Alfonso).

"Antigua Facultad de Medicina y Ciencias, fuente luminosa", Plaza de Basilio Paraíso, ca. 1959. Estudio Coyne, DARA, AHPZ
"Antigua Facultad de Medicina y Ciencias, fuente luminosa", Plaza de Basilio Paraíso, ca. 1959. Estudio Coyne, DARA, AHPZ

Y hablando de la plaza de Basilio Paraíso no se puede obviar la fuente luminosa, también peregrina, además de remodelada y ampliada.

Volvamos a 1951, con la plaza recién renovada y la estatua del emperador con cambio de domicilio. Desde la alcaldía se propone dotar al espacio de un elemento distintivo y ornamental, para lo que se propone una fuente artística… y ahí se queda el estudio, hasta que en marzo de 1958 el concejal Franco de Espés retoma la idea, con escusa del 150 aniversario de los Sitios, proponiendo el embellecimiento del lugar. La moción se aprueba y en abril, sorprendentemente, comienza la ejecución del proyecto con la firma de Carlos Buigas (el mismo de las afamadas fuentes de Monjuic) y obras a cargo de la empresa Enclavamientos y Señales. La fuente, luminosa por supuesto, ocuparía los jardincillos existentes, con luz blanca difusa para no cegar a los conductores nocturnos.

El emplazamiento fontano fue un éxito completo, convirtiéndose en un nuevo icono zaragozano y en objeto de deseo para las casas de tarjetas postales. Aunque hay que advertir que la mayoría de ellas nos muestran otra versión, porque en 1961 se amplía notablemente la fuente, con la misma empresa constructora y pagada por Eléctricas Reunidas de Zaragoza (regalo por sus 50 años de existencia). Quedó espléndida, una de las más espectaculares del país, incorporando luces de colores. Pronto surgieron graves problemas de cimentación, irreparables o excesivamente costosos. La “solución”: desmontarla, en enero de 1974, e instalarla en el parque Grande, a los pies del Cabezo y de la escalinata del Batallador.

Por supuesto que hay más arquitectura viajera, pero será tema para una segunda parte.

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