Falta más de un capítulo en el memorial histórico de la hemeroteca socialista. En una buena biblioteca, tan afamada como la de Alejandría, no puede haber fraudes ni ocultaciones de la verdad. Si algo caracteriza a la verdad es el saber de unos y otros, necesario para la certeza histórica. Pero no encontramos, en ningún legajo, sino silencio de ciertas hazañas socialistas. Ser el primero en dar un golpe de estado contra la República, es la verdadera hazaña socialista, acorde con la dictadura marxista del proletariado. En eso, los socialistas le llevaron la delantera al mismo Franco.
No extraña que falseen la historia al haber sido vencidos en dos ocasiones por el dictador, en la revolución de Asturias del 34 y en la guerra civil, teniendo en cuenta que Franco, como emisario de la República, siguió las órdenes del ministro de la guerra, acabando con el golpe de estado socialista. Fue, por tanto, un buen republicano. El odio atávico, tribal y visceral superó la lucidez de la inteligencia, con un saldo de más de cincuenta edificios religiosos incendiados y saqueados, treinta y cuatro miembros del clero asesinados y unos mil muertos. Para Azaña, “el odio se satisfacía en el exterminio”. Y Salvador de Madariaga nos recuerda que “el alzamiento de 1934 fue imperdonable”.
De ello hace ahora en el presente octubre, 85 años. Lo importante no fue cuanto sucedió en la República, sino el anatematizar y demonizar al dictador Franco, una y otra vez. Nadie en su sano juicio niega su condición de dictador, su hermanamiento con Hitler o Mussolini, hermanamiento similar de la izquierda socialista, la de Largo Caballero con el soviético Stalin, el segundo dictador y genocida más grande del mundo tras Mao, el de los 40 millones de muertos según historiadores, y no digamos nada de los 100 millones del comunismo en varios países. Pero Franco fue algo más que dictador, creador de la clase media, como recoge el prestigioso economista Ramón Tamames, nada sospechoso por su filiación comunista.
En cualquier sociedad, la clase media es de suma importancia al posibilitar la paz y el bienestar económico, político, cultural y social. Es el antídoto frente a la dictadura marxista del proletariado, frente a polarizaciones. Por si esto fuera poco, durante el mandato del dictador tuvo lugar el llamado “milagro económico español” de los tecnócratas, el de los planes de desarrollo. España gozó de la segunda mayor tasa de crecimiento en el mundo, un poco por debajo de Japón, y se convirtió en la novena economía más grande del mundo, sólo después de Canadá. Con Franco quedó atrás la pobreza y el subdesarrollo funcional, uniéndose definitivamente nuestra nación en el club de los países industrializados.
Para Enrique Moradiellos, catedrático de Historia Contemporánea, hay que deplorar y olvidar la locura trágica colectiva de la Guerra Civil, cosa que sucedió con encomiable valor moral en la transición democrática, para lo cual se precisa una historiografía científica y rigurosa, ausente en el actual partido socialista, que en modo alguno osa apostar por toda la verdad, solamente por su verdad. Su manipulación de los hechos, resulta indigna, vergonzante e incontestable.
En eso consiste la memoria progresista socialista, en mutilar la historia, en elevar a los altares a una parte y en arrojar al abismo de los infiernos a la otra. El académico y escritor Arturo Pérez Reverte, ha calificado a Sánchez, en una entrevista televisiva, como el mentiroso de verdad. Miente sin rubor, con desparpajo y chulería, que ya es mentir. Manosea la historia en contra del dictum de Cornelio Tácito: la historia solo se escribe bona fides, sine ira et studio. La sociedad democrática necesita al PSOE para su equilibrio y desarrollo. Lo lamentable es que, habiendo tantos viri probati en las filas socialistas, aparezca Sánchez, al igual que Zapatero, personajes tan poco edificantes. Únicamente, la búsqueda de la verdad histórica nos dignificará y hará libres. Deseamos que en los libros y legajos de la hemeroteca socialista, haya en el futuro un espacio o al menos un apéndice destinado para la verdad. Y que afloren esos viri probati que tanto precisa la sociedad.
Alfredo Compaired Aragüés