La inmigración es un asunto delicado que puede herir muchas sensibilidades y, si bien es cierto que debe ser abordado desde los dirigentes políticos como parte importante de nuestra realidad social, no menos cierto es que debe ser tratado con rigor y sin demagogias y por supuesto pensando un poco en nuestra misma historia.
Sé de muchos propietarios de tierras que no encuentran mano de obra en España porque nuestros compatriotas no están dispuestos a tareas penosas en el campo. Lo mismo ocurre con la hostelería. No es justo que se hagan generalidades y se criminalice a un grupo de personas que llegan a nuestro país como nosotros llegábamos a Alemania o Francia.
La inmigración hay que abordarla como una nueva realidad cultural y social de nuestro país. Una España multicultural donde todos caben y donde no queremos a ciudadanos de primera o ciudadanos de segunda, sino a ciudadanos integrados. Y, sobre todo, no me parece adecuado utilizar la situación sin duda dura y difícil del drama personal de muchos inmigrantes para restarle votos al adversario.