Pagando las facturas de la investidura

Una vez superados los primeros rubores, a Sánchez todo le da igual y va pagando las facturas de la investidura con absoluta naturalidad no exenta de una gran desfachatez. Ni siquiera se ha puesto una vez demasiado colorado y hasta se va a Davos a vender la manta agujereada del déficit público y de la política fiscal, a los magnates de la economía mundial a los que nunca se sabe, vaya usted a saber por qué, si se les engaña o se dejan engañar.

Para Sánchez, el tener que votar en contra de que Europa investigue los cuatrocientos crímenes de la ETA que están en el limbo, para que Bildu no sufra incomodidades, es una ligera molestia que pasa rápidamente.

Para Sánchez tragar los dicharachos de los comunistas que se sientan en el Consejo de Ministros y que enervan hasta a algún socialista que se sienta a su vera en La Moncloa, es una ligera molestia que se lleva bien y hasta con alegría, por aquello de que el que paga descansa.

Para Sánchez ir a mentir a Davos y engañar ¿o no? a los mandamases del dinero ni siquiera es molestia, es una especie de turismo de la mentira.

Para Sánchez urdir la trama de los cambios en el las leyes penales para que Junqueras salga a tomar el aire de las elecciones catalanas, ni siquiera es una molestia, es una exigencia del diálogo democrático.

Para Sánchez el ningunear a Guaidó -para que sus ministros comunistas y los amigos de sus ministros comunistas (léase Monedero) sigan pudiendo hacer turismo financiero en Venezuela- es una cuestión de tragaderas, pero tampoco le supone una amigdalitis.

Quizás el único mal rato de Sánchez sea cuando escucha las explicaciones que al pago de sus facturas, dan Ábalos y Calvo.

Mal rato por lo difícil que le debe ser aguantar la risa. Pero poco más.

Pedro García

DNI 45246596

Sant Feliu de Guíxols (Girona)