La condena más injusta de la antigüedad ateniense

Que a día de hoy con todas las injusticias que abundan en nuestra sociedad, se impongan condenas por simplemente hacer uso de la libertad de expresión, es algo contradictorio en una democracia. ¿A que sí? Pero esto no solo está ocurriendo ahora, las condenas injustas siempre han existido, si nos remontamos en la sociedad clásica griega, podemos ver un ejemplo muy claro y conciso.

Gracias a Sócrates, la famosa llamada “polis” se desarrolló con el paso del tiempo de forma favorable, las polis eran las ciudades-estado totalmente independientes y la sociedad se solía organizar así. A pesar de todo el tiempo que ha pasado desde aquella época, la figura socrática continua estando viva en muchas personas actualmente. Y es que, aunque algunos quieran olvidar su nombre, Sócrates fue una de las figuras más importantes para la historia de la filosofía antigua. Él era un ciudadano ateniense que se dedicaba a ir lanzando preguntas a la gente con la que se cruzaba en la plaza y la ignorancia de la gente se quedaba al descubierto porque no sabían nada.

Se dio cuenta de que la gran mayoría de personas, vivían en una nube de tranquilidad pensando que sabían todo cuando realmente no sabían absolutamente nada. Seguidamente, se percató de que él desconocía más cosas de las que conocía, es decir, él solo sabía que no sabía nada pero eso ya era saber algo. Con lo cual, llegó a una conclusión firme y dijo: “Yo solo sé que no sé nada”.

Sócrates, enseñaba a los ciudadanos mediante la mayeútica, el método socrático de aprendizaje que iba desde la ignorancia hasta el conocimiento haciendo preguntas.

Por esa simple razón, se le consideró como el más sabio de Atenas. Desgraciadamente, en aquella época hacer pensar a la gente parecía que era delito (ahora lo sigue siendo, por desgracia) y el pueblo ateniense, estando en una democracia, le condenó. Fue condenado por supuestamente adoctrinar el pensamiento de los más jóvenes y también por un descubrimiento que se produjo. Durante su época, la democracia tuvo muchas idas y venidas, y en una de esas veces que no había democracia, el Gobierno de Atenas se quedó en manos de unos tiranos (el Gobierno de los treinta tiranos), el pueblo se reveló y quitaron la tiranía para implantar de nuevo la democracia. Entonces, parte de su condena viene de que se descubrió que dos de esos treinta tiranos, fueron sus discípulos. El pueblo ateniense estando en democracia, condena a Sócrates al ostracismo (condenado al destierro para irse de Atenas) o a beber cicuta. Finalmente, Sócrates fue fiel a sus principios como siempre y murió bebiendo cicuta.

Por esta misma razón, su discípulo Platón, le dará tanta importancia a la política. Platón estará en total desacuerdo con la democracia, la gente verá esa forma de gobierno como un avance y él la verá como un auténtico retroceso porque la democracia condenó al mejor ciudadano del mundo y a su maestro. Platón estuvo tan en desacuerdo con esa forma de gobierno que incluso intentó llevar a cabo una ciudad platónica ideal, la intentó realizar tres veces pero las tres veces fracasó. En el tercer y último intento, Platón fue vendido como esclavo pero un amigo suyo le compró para que pudiera volver a Atenas y así dedicarse a la filosofía y fundar la Academia. Esa ciudad platónica ideal no fue más que un mero intento de utopía al fin y al cabo.

La condena socrática refleja el miedo a pensar que tenía la gente en aquella época, Sócrates solo quiso que la gente pensara por sí misma y se cuestionara preguntas para reflexionar. Hay teorías que ponen en duda la existencia de Sócrates, otras dicen que la figura de Sócrates fue verdadera pero que se basa desde el punto de vista platónico, ya que Sócrates no escribió nada. Sin embargo, yo me quedo con ese Sócrates amable, cercano, inquieto por hacer preguntas a las personas por la calle y despertar la curiosidad de pensar a todo el mundo. Y lo más seguro es que si Sócrates siguiera estando en vida, nuestra sociedad en pleno siglo XXI, le volvería a condenar. Todavía se sigue mirando con cierta rareza extraña al que piensa y se halaga al que no lo hace. ¿No es más condenable el no pensar que el pensar?

Este tipo de injusticia sigue ocurriendo a día de hoy, solo hay que ver a artistas como Pablo Hasel (rapero y poeta), condenado a más de cinco años de prisión por cantar la realidad en canciones y señalar a los ladrones. Gritar la verdad e invitar a que la gente piense por sí misma tiene el precio muy caro, por lo visto si destapas las evidencias te acusan de injurias a la Corona. Mientras, si robas y saqueas a tu país durante infinitos años, te puedes fugar con el botín. ¿Qué ironía, no? Seguro que si estuviera el sabio de Sócrates ahora y viera todo lo que está ocurriendo, iría como un loco por nuestra plaza pública preguntando a los ciudadanos la siguiente pregunta… ¿Dónde queda la libertad de expresión en la democracia?

Sofía Gutiérrez