Confinamiento voluntario

La tensión de sentirse amenazados de forma permanente por una espada de Damocles llamada Covid-19 suele producir estrés. ¿Cómo sería una ciudad en la que todos sus habitantes permanecieran aislados en su casa? Parece ciencia ficción o una novela de Huxley sobre el futuro, pero puede llegar a ser una realidad. Para llenar sus muchas horas de ocio a los autoconfinados ya no les basta recurrir a la televisión y a internet; necesitan algo que les enganche y llene más personalmente: el libro. La mejor encuesta sobre esta cuestión es preguntar en las librerías. En contraste con la hostelería, las librerías están vendiendo más que nunca.

Pienso que ese cambio de comportamiento entre las dos formas de confinamiento (obligatorio y voluntario) no es caprichoso ni incoherente. Se debe a que ha aumentado el miedo. El miedo es una emoción que cumple un papel fundamental: la supervivencia. Sin miedo, viviríamos de forma tan temeraria que pondríamos continuamente en peligro nuestra vida. Aunque algunos miedos pueden ser disfuncionales, entorpeciendo la toma de decisiones, el miedo en sí mismo no es el problema. El problema suele ser reaccionar con actitudes irreflexivas, generando así miedos irracionales.

Algunas personas han descubierto un recurso para estar confinado sólo físicamente, no espiritualmente: la lectura, tal como se observa en este testimonio: “Aprender a leer es la cosa más importante que me ha pasado en la vida. Recuerdo con nitidez cómo esa magia, traducir las palabras de los libros en imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras del tiempo y del espacio y permitiéndome viajar con el capitán Nemo en Veinte mil leguas de viaje submarino, luchar junto a d’Artagnan, Athos, Portos y Aramís contra las intrigas que amenazan a la Reina en los tiempos del sinuoso Richelieu, o arrastrarme por las entrañas de París, convertido en Jean Valjean, con el cuerpo inerte de Marius a cuestas” (Discurso de Mario Vargas Llosa al recibir el Nobel). En un país que se lee muy poco ha tenido que ser el confinamiento quien capte muchos nuevos lectores. Una vez más se cumple lo de “no hay mal que por bien no venga”, porque la lectura continuada, el hábito lector, es muy beneficioso en todas las edades. Para Borges, “la espada o el arado son una extensión de la mano; el espejo o el telescopio de nuestros ojos. El libro, en cambio, es una extensión perdurable de la imaginación y de la memoria”.

Xus D. Madrid