La libertad invisible

Generalmente suelo dormir muy tarde, trabaje o no, me gusta la noche por la tranquilidad del silencio y porque me permite analizar cómo me fue el día o simplemente me vienen pequeños dejavús de preocupaciones que hay que capear como a los toros. Y en ocasiones suelo ver repeticiones del programa españoles en cárceles extranjeras. Y me viene a la memoria, el recuerdo de un amigo que me encontré en la oficina antigua del paro de Torrero.

Me dijo que había estado en la cárcel porque empezó años atrás a consumir drogas y a juntarse con malos amigos. Un día engañó a su hermano pequeño que le acompañó de conductor y robó en una tienda. Y ambos fueron detenidos. Él exculpó a su hermano. Fue un tiempo a la cárcel. Salió y estuvo robando, incluso en Barcelona. Siendo detenido al recibir un tiro en el brazo al salir del local. Estuvo durante unos años en la cárcel y al tiempo salió.

Él me mencionó que, aunque cometió graves errores, tenía derecho a ser feliz, pero no había apoyo institucional y psicológico para gente como él. Y que no son tan bonitas las cárceles como las pintan. Me dijo de quedar de vez en cuando para hablar, pero yo estaba pasando un mal momento de lucha diaria y no podía ayudarle. Y a veces uno ayuda con ilusión y recibe más palos que alegrías. Pero podíamos vernos alguna vez por el barrio cuando pasara.

A las dos semanas vi a su sufrida madre y le pregunté por mi amigo. Y me dijo que le denunció falsamente un antiguo preso que estuvo con él para rebajar condena. Y que le escribió lo mal que lo estaba pasando allí. Y que tenía miedo. A los pocos días apareció ahorcado con un cinturón. Denunciaron a la cárcel por lo del cinturón y por el duro contenido de la carta.

Al ver este tipo de programas, me parece bien que ayudemos o más bien por cuestiones políticas de índole económico a personas que vienen de una guerra. No seamos ignorantes, siempre hay gente solidaria que se lucra del estado para ayudarles. Pero qué hay de estos españoles olvidados en cárceles inhumanas extranjeras. Lógicamente por ellos nadie recibe subvenciones para su defensa o repatriación a las nuestras.

O los que están aquí tampoco le apoyan lo suficiente para luchar por un futuro mejor. Y te lo dice un tipo como yo, que vivo libre y con media nevera llena. Respecto a su madre me dijo que tomé la decisión correcta y que no debía sentirme culpable. Pero quizás se podía haber hecho algo por su futuro. Me imagino que habrá que esperar a que España entre en guerra para ver quién nos ayuda a tener un futuro mejor en este país de quijotes.

Jorge Juan Bautista Solano Amigo