La hucha del cerdito hizo pof

Sinceramente, ser español es un trabajo de alto riesgo. Si miras atrás, delante y en medio de tu vida, recuerdas grandes momentos en este país valiente como el Cid y tan antigua como sus piedras.

Y otras veces, viene a tu latente memoria todo el hambre que uno o una pasa, los trabajos basura o por subvención que uno o una tiene que aceptar para poder llegar a final de mes o llevarse un trozo de pan a la boca al día. Eso lo sé muy bien. Presumimos de un país del primer mundo, pero si lo observas en silencio y en soledad, quedas abrumado por las colas del hambre en las calles, la ocupación de pisos por violencia como un derecho propio, las secuelas de un Covid que no le importan para nuestra nueva adaptación social y laboral a muchas fundaciones u ONG subvencionadas por nuestros impuestos, la violencia desmesurada en las calles, los robos y palizas salvajes sin ser castigadas, una extraña ley de violencia de género que castiga duramente al hombre, pero no a la mujer, y tampoco al hombre que pega a otro hombre o a la mujer que pega a otra mujer.

No puedes matar un ratón que te devora tus pocos alimentos almacenados en tu casa, porque eres un asesino en serie. Menos mal que las pulgas y los chinches son invertebrados. También nos dicen cómo debemos educar a nuestros hijos, sin tener en cuenta que ellos no velan por sus intereses. A los hombres por ser hombres, nos señalan con una pegatina amarilla, considerándonos bestias violentas a exterminar.

Nos enseñan que, para tener relaciones sexuales, tienen que ser consentidas. Y eso es algo bien evidente. Se crean un feminismo apoyado en ciénagas de ignorancia sectaria por puro interés de engordar bolsillos y por tener un ego de inseguridad personal desmesurada. Y para rematar la faena, las mujeres mayores de 50 años, deben hablar de cómo, con qué y cuándo se masturban, incluso con regla. Me imagino que sacarán algún tipo de decreto para poder hablar con sus jefes, familia, camareros, autobuseros, comercios, personal de limpieza, en los entierros, etc, tanto hombre o mujer profesional, del arte de la masturbación a una o dos manos. Este punto no lo ha explicado muy bien nuestra ministra de Igualdad.

Y para evitar desprecios o multas. Me imagino que los hombres también podremos hablar de ello; incluso sin el consentimiento de nuestras parejas, parejos y parejes. Yo más bien creo que al final de nuestra tortuosa existencia, el lenguaje inclusivo que no lo hablan ni los políticos entre sí o con el pueblo, nos van a solucionar los problemas.

Jorge Juan Bautista Solano