Cascanueces de la educación

Desde mi adolescencia me eduqué a mí mismo con la lúcida idea de lo importante que es la educación y formación, tanto para aumentar conocimientos como para formar y moldear una personalidad más interesante y positiva en mi vida. Y, sobre todo, para poder vivir con la ilusión de encontrar un buen trabajo. O, simplemente, ser valorado por quién te contrata.

Estas dos últimas reflexiones aún siguen siendo mis dos asignaturas pendientes. Sólo puedo decir que desde que empecé a formarme en cursos de formación que se hacían cargo el INAEM, desde 1991, academias privadas o centros no lucrativos, hasta la actualidad, principalmente porque debido a circunstancias personales o más bien por una serie de obstáculos infranqueables de mi vida, me imposibilitaban a aspirar a realizar una formación profesional o una carrera educativa estatal, esto último era prohibitivo para mí, he percibido como la forma de enseñar tanto como contenido como la intervención del profesor o profesora, ha ido empeorando gradualmente en cuanto a calidad, debido a que prima antes las subvenciones económicas sobre lo importante que es para un alumno parado; es decir, sin trabajo, que sacrifican su tiempo y su ilusión por encontrar un trabajo cualificado y digno.

Y a pesar de esto, a mí no me importó nunca caminar casi hora y media, ida y vuelta, hacia el centro de formación con las suelas de los zapatos rotos y utilizando de base de apoyo un trozo de cartón de caja de embalar que terminaron en una brutal fascitis plantar, por lo que me tuvieron que poner inyecciones plantares como cura, si la formación era bien interesante, aunque tuviera que hacerlo durante cinco meses y el dolor durase unos 18 meses.

Tampoco me importó, como a miles y miles de españoles que se encontraban en mi situación, el hecho de no tener dinero para comer, como mucho, un mínimo racionamiento de postguerra y eso que no sé lo que es. Pero mereció la pena si me esforzaba para conseguir un buen e hipotético trabajo.

Tampoco me importó hacer un curso que para acceder tuve que hacer hora y media de examen escrito y encontrarme con cuatro alumnas que una decía que esta formación no valía para nada, otra lloraba sus problemas, otra jugaba al Candy Crush durante la clase. Y realizaban los exámenes con libro y apoyados por el profesor. El resto de cabeza y sin apoyo del profesor.

Y para rematar la faena, te metían horas obligadas sobre la igualdad y te decían que los hombres teníamos que aprender a planchar, cocinar y obedecer casi. Fue desde el 2010. No hace mucho. El resto al ser hombres marcados como machistas, según los moradotes, si nos quejábamos a secretaría de la situación, nos decían que por nosotros no les daban money money.

A pesar de esto, lo importante era llegar a casa y estudiar desde las 10 de la noche hasta las cuatro de la mañana, porque daba pena cómo explicaban las clases.

En otra formación de cinco meses, de 15 alumnos faltaban todos los días a clase unos ocho, y no pasaba nada, firmaban esos días, otro día y ya está. Y un día porque falté a clase, ya que fui a buscar alimentos a un banco de alimentos mucho antes del Covid, tuve que llevar un certificado del centro social al profesor. Además de pasar vergüenza me encaré con él.

Y no digamos de otro curso financiado de quince personas, trece eran mujeres y dos hombres, y estar escuchando durante días y días "las mujeres estamos sometidas por esta sociedad machista", "este curso es un asco", "no vale para nada"... Hasta que la profesora se dio cuenta de su metedura de pata con lecciones feministas mezcladas con temas educativos que no tenían nada que ver con la lección, debido a que las quejas feministas se le iban de las manos y tuvo que cortar la polémica. Con decirle que tuvimos que leer para nosotros, 130 páginas y hacer un resumen de cinco páginas, como si fuéramos niños.

Y así curso tras curso. Y todo por querer tener un trabajo digno. En resumen, no hay derecho que uno o una sacrifique su tiempo en formarse, aunque está claro que nadie me obliga a hacerlo, pero para mi desarrollo personal es muy importante. Sin olvidar que todo conocimiento al paso de tiempo se olvida al no haber práctica. Y muchas empresas desde hace años están ciegas de ambición descerebrada y son arrogantes cuando lloran en la tele que no encuentran personal para trabajar y realmente desprecian a miles y miles de españoles que se forman con gran sacrificio, esfuerzo personal y económico para ser despreciados con este tipo de estúpidos comentarios.

Lo único que puedo decir de mí, es que a lo largo de los años, creo que tengo entre títulos oficiales, certificados profesionales y cursos antiguos, casi 21 diplomas, para decorar la pared o envolver bocadillos; están increíbles y su papel es de buena calidad para este tipo de menesteres; he conocido profesores y profesoras que disfrutaban con lo que enseñaban. Eran eminencias en conocimientos aunque solo hablarán de un trozo de madera o de un producto simple de publicidad o de una opción de Photoshop o Corel draw. Y lo más importante, te hacían disfrutar de las clases. Te sentías muy positivo, aunque llegar a final de mes era un infierno.

Sin embargo estos últimos años y gracias al descontrol de subvenciones económicas que reparte el Gobierno y la Comunidad Europea, a diestro y siniestro como si fueran galletas, muchas veces, solo sirven para crear sueldos profesionales e infravaloran la calidad de la enseñanza. Junto al hecho que estén comiendo la cabeza continuamente ante el hecho de que la mujer está peor que el hombre a lo largo del curso.

Es agotador siempre oír lo mismo. Cuando la forma de evitar un conflicto; es decir, yo creo que los hombres estáis pasándolo mal. Pero las mujeres están un poco peor. Esto equilibraría los dos dos géneros humanos clásicos. Pero en vez de pensar sabiamente y no como ingenieros mentales, este tipo de ideas te la meten en la cabeza a presión y con calzador entre lecciones que no tienen nada que ver con ello. O que digan que no se consideran profesores, sino que lo compaginan con trabajos en la organización más importantes que enseñar.

Por lo que me pregunto, si no son profesores que son galletas de chocolate o de jengibre. Porque de una cosa está clara, mi desmotivación por aprender así, es lo peor que me puede pasar en mi vida, teniendo en cuenta que mi futuro es bien incierto. Y no sólo a mí sino a muchísima gente de mi entorno que está harta de poder aprender con extrema necesidad mientras otros se lucran económicamente. Y al finalizar el curso después de aguantar estoicamente y verte en la obligación de tener que realizar prácticas de empresa que no es más que una forma de trabajar duro y gratis. Para que al final se encuentre de nuevo sin trabajo y sin tener un claro futuro. Más bien un agujero negro.

Como postdata, puedo mencionar que en el momento de empezar el primer minuto de prácticas, con sabia ilusión, el jefe de la empresa me dijo con cariño: ¡Qué mie*** de estudios son esos...!

Jorge Juan Bautista Solano