Nadie puede negar que Tim Burton sea un director de cine peculiar. Especial. Algo rarito, para que negarlo, con su forma de entender la vida y el aspecto barroco que desprende su figura. Extraño sí, pero también alguien que ha sabido emplear toda la complejidad y amplitud del término para diferenciarse a través de un sello casi único.
Burton no tuvo una infancia modelo y es gran parte gracias a ello que se sintió muy pronto separado del modelo estándar, algo que obviamente, ha conformado el engranaje principal de su obra cinematográfica. Basta con recordar la temática y la particularidad de los personajes que habitan sus films: desde lo bizarro de ‘Bitelchús’, la complejidad inigualada de ‘Eduardo Manostijeras’, la originalidad del visionario ‘Ed Wood’, el William Bloom de ‘Big Fish’ o la solitud de Víctor en un ‘Frankenweenie’ que transformó su polémico corto original –el que le valió el despido de Disney– al largometraje nominado al Oscar del 2012. Bichos raros que han hecho mella en el corazón de los tantos y tantos seres humanos que de alguna manera han podido pensar que no encajan en algo, o en poco, o en nada.
‘El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares’ supone la última propuesta del director estadounidense, esta vez sin varios de los miembros más afines a toda su filmografía (los actores Depp y Bonhan Carter, y el compositor Danny Elfman); pero con la que trata de recuperar la esencia y el estilo olvidado en sus más recientes propuestas, y gracia a las que, al fin y al cabo, ha llegado donde ha llegado. Lo cierto es que es difícil que ese mismo director que sorprendía por la carga dramática de un universo multicolor en ocasiones, en blanco y negro en otras, y a través del cual desintegraba los conceptos de la soledad o la potenciación del ser único y especial, vuelva a emocionarnos de la manera que lo hacía. Eso sí, en ‘El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares’, adaptación de la exitosa novela homónima de Ramson Riggs (Maryland, 1980), no se encuentra en un punto excesivamente alejado de sus mejores trabajos.
La película es un cuento fantástico young adult con pinceladas de terror barroco y viajes temporales que se divide fácilmente en presentación, nudo y desenlace –como la inmensa mayoría–, siendo las dos primeras las más satisfactorias a mi juicio. En el primer tercio asistimos con atención como Burton nos presenta a Jacob, interpretado por un más maduro Asa Butterfield (‘El niño del pijama de rayas’ o ‘La invención de Hugo), un joven que no encaja en la sociedad materialista de hoy día y que tiene una gran afinidad con su abuelo (un placer siempre contemplar a Terence Stamp en pantalla). La vida de Jacob dará un convulso giro al querer descubrir los orígenes de la figura de su abuelo, un siempre incomprendido hombre atribulado, que le llevará a investigar en Gales el antiguo hogar de Miss Peregrine para niños peculiares.
Toda la segunda parte resulta muy interesante. En ella se desarrolla la parte central de la historia y a través de un colorido inusitado y los acordes que aporta el tándem Matthew Margeson/Mike Higham (quienes logran que no echemos mucho en falta al gran Danny Elfman) empezaremos a comprender quiénes eran esos niños, que habilidades tenían y qué fue de ellos. Con buen ritmo, la presencia de una siempre deslumbrante Miss Peregrine (Eva Green) y el conocimiento de la existencia de la figura de Barron (Samuel L. Jackson en un papel algo demasido histriónico y que parece perfectamente escrito para Johnny Depp) llegamos al desenlace de la historia con buen sabor de boca y con la sensación de haber recuperado a un gran Burton, a aquel que utilizaba el colorido, la música y el diseño de personajes extravagantes para contarnos lo que quisiera contarnos.
Sin embargo es en el último tercio, el del desenlace, donde se nos viene algo abajo la producción. Una resolución en la que, homenaje a Ray Harryhausen aparte (ya saben, todo eso de los esqueletos guerreros estilo ‘El ejército de las tinieblas’), comienza a deslavazarse la narración y se traiciona gran parte de la historia, curiosamente a la vez que comienza a carecer Miss Peregrine de minutos en pantalla. Toda una lástima dado lo atractivo de un guion donde los pájaros protectores se convierten en mujeres, donde las habilidades de las niños comienzan a cobrar sentido, donde los huecos resultan el mayor peligro de los peculiares –clara metáfora sobre la defensa de lo particular y diferente en contra del borreguismo reinante– y donde la revisión del pasado familiar ayuda a comprender el presente y a solventar las dudas de un joven adolescente desubicado en el planeta Tierra.
En definitiva una película distraída, bien producida y que tiene buenos momentos para recordar. Un film que se disfruta con la presencia de Eva Green, Terence Stamp, un casi desconocido Rupert Everett y una algo desaprovechada Judi Dench (también creo que estaba pensado para la Bonham Carter) que puede servir para enganchar nuevamente a Tim Burton en el carro del éxito tras varios pasos en falso.
Lo mejor: El diseño de producción y colorido de la propuesta. Todo lo acontecido en la década de los cuarenta. Eva Green. El humor de Barron.
Lo peor: El desenlace en la actualidad. Algún lío con los bucles temporales. Un Samuel L. Jackson exagerado por momentos. El personaje del padre de Jacob (Chris O’Dowd)
Valoración:
Banda sonora: 6,5
Fotografía: 7,5
Interpretación: 6,5
Dirección: 6
Guion: 6,5
Satisfacción: 6,5
Nota global: 6,6
