Trenes de mercancías

Ya les he comentado alguna vez que mi intención al hacer una reseña sobre una película es doble. Por un lado intento desvelar lo menos posible del argumento porque pienso que se saborea mucho más si vas virgen a la sala. Por otro lado trato de presentar el trabajo cinematográfico de manera que cada lector pueda tener más o menos claro si la película de la que hablamos puede ser de su agrado y es este segundo punto el que más quebraderos de cabeza me produce al querer presentarles los suficientes puntos de vista para que puedan ser ustedes mismos los que decidan.

Esta semana me toca hablar de “La chica del tren”, película dirigida por Tate Taylor (conocido por “Criadas y señoras” y el biopic de James Brown “I feel good”) e interpretada por Emily Blunt (“Sicario” entre otras muchas), Rebeca Ferguson (“Florence Forster Jenkins” y “Misión Imposible. Nación secreta”, por citar un par de trabajos suyos) y Luke Evans, un chaval muy majo que aparecía en alguna de las “Fast and furious”. La película está basada en la exitosa novela homónima escrita por Paula Hawkins y su adaptación a la pantalla ha corrido a cargo de Erin Cressida Wilson cuyo anterior trabajo resultó una agradable sorpresa: “Hombres, mujeres y niños”. Vale. Ya tienen una serie de datos importantes a tener en cuenta. Sigamos.

A mí la película me pareció entretenida. Un argumento con aspiraciones hitchcockianas que te mantiene más o menos en tensión, aunque confieso que transcurre con demasiada parsimonia y que me recordó en exceso a otra película relativamente reciente. Me refiero a “Perdida” de David Fincher con Ben Affleck y Rosamund Pike que, dicho sea de paso, me parece infinitamente mejor. Pero claro, esa es mi opinión y yo no me he leído el libro, así que decidí preguntar a alguien que sí que hubiera leído el libro. Hice un llamamiento en las redes sociales e inmediatamente contactó conmigo un tío que me confirmo que había leído el libro. “Me gustaría conocer tu opinión sobre La chica del tren”, le dije una vez que nos sirvieron las consumiciones que habíamos pedido en la cafetería. “A veces la mejor opinión es no dar opinión, lo cual también es dar una opinión”, me dijo dejándome atónito, “pero en un ejercicio de coraje y determinación, te diré que el libro me parece mucho más completo y tiene muchas más aristas”, y al decir estas tres últimas palabras me salpicó bastante saliva debido a su peculiar dicción. “También te diré, y con esto ya concluyo, señoría, que…” “Perdona, me llamo Santi. ¿A qué viene eso de señoría?” “Bien. Intentaba decirte para terminar y antes de que me interrumpieras, que muchas cosas son diferentes en la novela, como por ejemplo el personaje principal, cuya caracterización difiere mucho, ¡oiga usted! No obstante debe saber que, como buen español, yo había leído el libro antes de ver la película, algo que también entiendo que solo es posible al amparo de una buena planificación y un concienzudo programa y me atrevo a asegurar que la película es claramente inferior a la novela”. Aún no había salido de mi perplejidad por su pomposo lenguaje cuando se giró un señor que estaba en la mesa de al lado y nos dijo: “Perdonen que intervenga pero no he podido evitar escuchar su conversación. Yo también he leído el libro pero después de haber visto la película, lo cual me va a permitir estar con usted de acuerdo en muchas cosas aunque en otras me va a tener que convencer”. “Siéntese con nosotros, ¡por Dios!”, le animó el primero convirtiéndose en un aspersor al pronunciar esa última “s”. “Se lo agradezco. Realmente me apetece charlar con ustedes y tratar de sacar conclusiones que puedan ayudar a todos sus lectores”, comentó dirigiéndose a mí. “Al fin y al cabo es lo que usted querrá ¿no es así? Poder informar de la película al mayor número posible de espectadores. En ese sentido tengo que decir que leer el libro con posterioridad al visionado de la película me ha condicionado en dos líneas de actuación. Uno”, empezó acompañando su discurso con la gestualidad numérica de los dedos, “no he podido sacar de mi mente la imagen de Emily Blunt y su sobria interpretación, aunque estoy de acuerdo en que su físico no se corresponde con la descripción de la protagonista. Y dos, el factor sorpresa imprescindible en todo tipo de thrillers se pierde por completo, aunque no creo que debamos desvelar si los finales son o no iguales en el libro y en la película ya que no sabemos si quien nos vaya a leer ha visto la película o leído el libro y en qué orden, pero…¡hola Pedro!”, se interrumpió para saludar a otro individuo que se acercaba a nuestra mesa, “¿qué tal estás? Siéntate con nosotros, por favor. No les importa ¿verdad?”, nos preguntó retóricamente. “Estamos hablando de “La chica del tren”. ¿Has leído el libro o visto la película?”. “No y no”, contestó el tal Pedro. “Pero sabes de qué obra te estamos hablando, ¿no?” insistió. “Creo que está muy claro que si digo no es no”, respondió taxativamente, “y además me veo con fuerza para liderar esta postura”. “Te respeto, Pedro, aunque no entiendo tu cerrazón y no voy a dejar que bloquees esta conversación. Sobre todo porque estaba a punto de decir que a mí no me ha resultado tan superior el libro, aunque ya he confesado antes de que vinieras que vi primero la película”.

Mi cabeza daba vueltas por dentro y como si estuviera en un partido de tenis se dirigía de uno a otro interlocutor tratando de ordenar mis ideas cuando salido de la nada se incorporó de sopetón un cuarto hombre que se sentó colocando el respaldo de su silla delante al estilo de los bares de pueblo. “Buenas tardes, compañeros. Debéis de ser los que os habéis citado aquí a través de las redes sociales para hablar de “La chica del tren”. “Sí”, intervine antes de que me quitara la palabra cualquiera de aquellos tres lenguaraces. “Tengo que escribir una crítica sobre la película y quería tener la opinión de la gente en función de si se había leído el libro o no y si lo había hecho antes o después de ver la película. Y ya tengo recogidas ambas opiniones. Incluso hay quien no ha visto el libro ni ha leído la película. Perdón. ¿Encarna?” quise romper el hielo con un chiste malo que no pude evitar al empezar a hacer trabalenguas. “Pues yo también quiero opinar porque creo que todos tenemos ese derecho y no es solo patrimonio de unos pocos”. “Claro, claro”, le contesté pensando ya en el gin tonic que me iba a beber tan pronto como me deshiciera de este cuarteto. “Cuéntanos qué te ha parecido a ti la película, venga” “No la he visto”, dijo con mucha seguridad. “Jajajaja” empecé a reirme hasta que me di cuenta de que lo decía en serio. “¡Ah! Perdona, que pensaba que era broma,…disculpa,…” “ ¡Ya estamos con los aires de superioridad de los críticos! ¡Sois una casta! No entiendo qué es lo que te hace tanta gracia”. “No sé”, balbuceé, “es que hemos quedado para hablar de la película, y si no la has visto…” “Ya, pero me he leído el libro” me interrumpió, “y creo que eso ya me legitima para opinar sobre una historia que según la propia autora se vio de alguna manera conducida a escribir porque la editorial quería aprovechar el tirón comercial que había tenido en aquella época “Perdida” de Gillian Flynn”. “Tampoco lo leí. Ni vi la película que Fincher rodó basándose en esa novela. No quise”, continuó el tal Pedro renegando de todo. “Pues si eso es así” dijo el primero de los contertulios duchándonos a todos con su saliva, “su opinión no tiene ningún valor porque el conocimiento es fundamental para tener criterio. Por eso puedo decir públicamente que yo leí el libro y vi esa película..” “Pero ¿en qué orden?” preguntó el segundo en llegar, “¿Qué más dará?” interrumpió acalorado el último. “Es importante”, contestó iniciando una desordenada discusión, como también lo es, si queremos comparar “Perdida” y “La chica del tren” si lo vamos a hacer desde la perspectiva del lector de las novelas o del espectador de las películas” “¡Correcto!”, confirmo el primero que se sabía triunfador, “y sobre todo conocer si se ha leído antes. Porque si te has leído “Perdida” antes de ver la película de Fincher pero ves “La chica del tren” antes de leer la novela de Hawkins, no puedes comparar una novela con la otra. Ni mucho menos una novela con una película”. “Depende”, inició el último aparecido, imponiendo su voz a Pedro que había hecho ademán de decir algo,“porque…

Aprovechando la algarabía, cogí mi móvil simulando que recibía una llamada y salí de la cafetería para escapar de ese manicomio en el que se había convertido mi vida durante unos minutos mientras me juraba a mí mismo que en mi próxima crítica me olvidaría de hacer trabajos de investigación y volvería a las andadas con gin tinics, chavalotas y escaqueo.

Texto: Santi Abad.

LO MEJOR: La corrección y falta de pretenciosidad.

LO PEOR: Lo mucho que recuerda a “Perdida” y la parsimonia narrativa.

VALORACION:

Fotografía: 6

Dirección: 6´25

Guión: 6

Interpretación: 6

Banda Sonora: 6

Satisfacción: 5´75

NOTA FINAL: 6