Una mala compañera de viaje

Basado en hechos reales”. Cuando una película comienza así significa que lo que vamos a ver es una exposición más o menos fiel a unos sucesos ocurridos en el pasado y que no son de ficción. No confundir con la variante “inspirados en hechos reales”, donde se toman unos acontecimientos de referencia para novelarlos a capricho del guionista. Dentro del primer grupo hay muchos subgrupos. El que nos ocupa se englobaría dentro de la sección “bigger than life” que incluye relatos de superación, de lucha contra los elementos, y que generalmente tienen un final feliz. Un peligro, porque este tipo de historias son carne de telefilm, es más, Antena 3 ha reservado las tardes de los fines de semana para estos relatos lacrimógenos que se convierten normalmente en los más visto de la jornada. Que nostalgia de aquellos fines de semana cuando en TV se veían películas de verdad, de aventuras, del oeste, de piratas…

En fin, dejando de lado este momento “abuelo cebolleta”, llevar al Cine un argumento como el que nos ocupa supone transitar la linea fina que separa el Cine del casposo y tramposo telefilm de sobremesa. Y en este caso el riesgo es doble pues se trata de una historia ocurrida apenas 3 años atrás y quizás muy fresca en la memoria de la gente, historia ademas publicitada por los medios durante el rodaje y promoción de la película, que impide que podamos llegar vírgenes a la sala, ignorantes de los que vamos a contemplar.

A Ramón Arroyo le diagnostican una enfermedad degenerativa con apenas 35 años. Pero lejos de abandonarse y después de asumir su nueva condición, Ramón encontrará en el deporte una nueva ilusión, un medio de afrontar su mal y su nueva vida, consiguiendo una hazaña que otras personas en perfecto estado de salud ni nos plantearíamos ejecutar.

Es una frase hecha pero a veces la realidad supera a la ficción. El Cine Español hecha mano en escasas ocasiones de sucesos reales de este genero. La historia de la familia Álvarez Belón luchando contra los efectos devastadores de un tsunami en “Lo imposible”, la lucha de Ramón Sampredro por vivir y morir con dignidad en “Mar Adentro” o la enfermedad de Alexia González Barros y su difícil entorno familiar, social y religioso en “Camino” son algunos ejemplos recientes, historias que te clavan en la butaca y no te dejan indiferente cuando se encienden las luces de la sala. Historias tan increíbles que no parecen que un guionista pueda haberlas inventado.

Marcel Barrena, antiguo periodista cinematográfico, adapta este historia de manera amable, intentando combinar drama, sentimiento y humor con una finalidad de entretenimiento y didactismo. Y logra lo que los americanos llaman “ a feel-good movie”, un film que despierte emociones pero que no caigan en saco roto, que te permita obtener una enseñanza que cada uno gestionemos como mejor sepamos. Es difícil, no obstante, que en algunos momentos, se caiga en el trazo grueso, en la lagrima fácil, pero básicamente consigue que la emoción venga de la historia de lucha y superación y no de la historia de enfermedad y dolor.

Personalmente, los mejores momentos de la película provienen de la intimidad. Aquellos que protagonizan el matrimonio protagonista, primeros felices en el dormitorio, mas tarde decidiendo como afrontar la enfermedad, o contentos de los progresos obtenidos, como la escena de la playa. Y también los momentos del tratamiento medico, muy didácticos, donde conviven los enfermos pesimistas abandonados a su fatal destino junto a aquellos positivos cuyas palabras son mejor que una medicina.

El terreno actoral es vital para llevar a buen puerto una historia tan delicada. Dani Rovira y Karra Elejalde nos hacen olvidar su pasado reciente en “Ocho apellidos vascos” y componen un retrato creíble. Rovira, muy delgado para el papel, transmite primero el abandono y la indefensión inicial y la entereza y sacrificio posterior, dejando aflorar sus toques de humor en su relación con su suegro, papel interpretado por Elejalde, un personaje de vuelta de todo, que encontrara en la enfermedad de su yerno dar un nuevo sentido a su vida. Y entre ambos, la excelente Alexandra Jiménez, como Inma, esposa de Ramón Arribas, borda su papel de mujer fuerte, el apoyo de su marido, quien mantiene la entereza, busca soluciones, sostiene a la familia y deja las cosas claras al manifestar que la lucha no es solo de quien padece la enfermedad sino de todos los que le rodean. Habría sido deseable mostrar alguna faceta más de la vida de Inma en su lucha diaria.

Destacar también el pequeño papel de Bruno Bergonzini, actor aquejado de la penosa enfermedad, cuyo discurso en la película es de lo mejor del film. También destaca en un pequeño papel Maria de Medeiros aunque en mi opinión toda su historia y la que le vincula con el personaje de Elejalde podía haberse quedado en el montaje final.

La banda sonora musical es del portugués Rodrigo Leao, y la película esta llena de canciones en ingles que acompañan los momentos de entrenamiento del protagonista. Y merece la pena quedarse a los títulos de crédito para escuchar la canción compuesta por Lucas Vidal y Amaia Montero.

A Ramón Arribas le dijeron que la enfermedad no le permitiría andar ni 100 metros, y realidad y ficción nos demuestra que fue mucho mas lo que pudo hacer. El film vale como enseñanza de los héroes cotidianos que nos rodean y que superan retos para ellos casi imposibles, se ve con agrado, también cae en tópicos pero sale victoriosa gracias a unas interpretaciones sentidas de unos actores vinculados a la comedia que demuestran su plena versatilidad para afrontar otros retos.

Texto: Luis Arrechea.

LO MEJOR: No recurre a la lagrima fácil (aunque los pañuelos se ven en la sala al encenderse las luces). Las escenas en la sala de tratamientos.

LO PEOR: Toda la historia sentimental del suegro sobra.

VALORACIÓN:

Banda sonora: 6

Fotografía: 6

Interpretación: 8

Dirección: 6

Guion: 6

Satisfacción: 6

NOTA FINAL: 6,3