Con ser un sicario no basta

Recientemente he visto el primer episodio de una serie de televisión cuya premisa argumental es de lo más apasionante, especialmente a la vista de los recientes resultados de las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Tras un atentado terrorista en el Capitolio durante el discurso del Estado de la Nación, el gobierno al completo muere, incluyendo Presidente, Vicepresidente, presidentes de las cámaras legislativas, etc. El protocolo del gobierno norteamericano ante una situación de estas características designa un sucesor, un miembro de segunda fila del ejecutivo, que se queda a salvo en un lugar secreto y asegura que el país no quede descabezado. La campaña de promoción de esta serie la ha descrito como un “cruce” entre “El Ala Oeste de la Casa Blanca “ y “24”, con el objeto evidente de “enganchar” a los seguidores de estas dos producciones televisivas que se encuentran en la antípodas la una respecto de la otra.

En una situación semejante me imagino a los productores de “El contable” cuando tuvieron ante ellos la sinopsis de esta película: Christian Wolff (Ben Affleck) es un contable especialmente dotado para los números y las matemáticas. Bajo la apariencia de un trabajo rutinario en una consultoría de un pequeño pueblo esconde una doble vida, en la que se dedica a blanquear las cuentas de mafias y peligrosos grupos criminales internacionales, y a ejercer como sicario por encargo de sus peculiares jefes.

Los clarividentes encargados de poner en marcha este proyecto seguro que no dudaron en ver en él una mezcla entre “Rainman” y cualquiera de las innumerables películas que nos describen las andanzas de un asesino a sueldo. Porque sí, el cine parece sentir una especial predilección por esos mercenarios del crimen, a los que una y otra vez se empeña en pintar como individuos inadaptados o especímenes rechazados por la sociedad, que es quien les empuja a ganarse la vida quitándosela a otros. “Chacal” con los rostros de Bruce Willis y Edward Fox, el Jason Bourne de Matt Damon, el “Mecánico” que también conoció dos actores, Charles Bronson y Jason Statham, o los profesionales franceses Jean Reno y Alain Delon, son padres putativos de este Chris Wolf. Todos ellos comparten una destreza especial en el manejo de las más variadas armas y todos ellos son seres solitarios, sin familia, condición impuesta por la evidente naturaleza de su trabajo ¡Gajes del oficio!

Pero he aquí que llega Chis Wolf y tiene algo que le distingue del resto de compañeros de profesión, su ya comentada habilidad para las matemáticas, directamente relacionada con una enfermedad que sufre desde su infancia, el síndrome de Asperger. Esta cualidad que lo diferencia de sus colegas, es lo que hace que el relato de la película de Gavin Connor arranque de manera muy interesante. El director acierta al conjuntar tres aspectos tan dispares como son los actos delictivos del protagonista, el trastorno que sufre, y un trauma familiar latente, mediante una serie de flash backs que apuntan a distintos momentos de su vida, sin que, en un principio lleguemos a ver la imagen completa de la personalidad de Wolf. Esas piezas del puzle colocadas con habilidad consiguen atrapar al espectador en la primera mitad de la película.

En esta primera parte, el guión de Bill Dubuque (“El juez”), ahonda de manera inteligente en la descripción del personaje principal a través de la investigación de una agente del FBI, y de su jefe (J.K. Simmons) o de su relación con la contable de una empresa de biorobótica en la que realiza una auditoría (Anna Kendrick). Pero cuando se conocen las motivaciones personales del contable y éste se dedica a eliminar a los “malos” de la función la película pierde gran parte de su interés. Si a esta historia le quitas todos los aspectos relacionados con el síndrome de Asperger y las dificultades familiares del personaje de Affleck nos encontramos ante otro thriller rutinario e incluso previsible.

Uno de los mayores aciertos del film es la interpretación de Ben Affleck. El actor, que ha sido objeto de múltiples críticas y burlas por su falta de expresividad, se siente a gusto con el papel y parece reírse de sí mismo y de esas críticas recibidas. También es verdad que si vas a hacer de un asesino a sueldo autista es mejor ser un tipo cachas como Affleck que un buen actor como Dustin Hoffman. Junto a él un puñado de magníficos secundarios. Además de los ya citados, John Lithgow y Jeffrey Tambor, aportan un trabajo ajustado a las necesidades y a los requerimientos de sus personajes, sin estridencias, pero eficaces.

Gavin Connor trata el tema del síndrome de Asperger con mucho respeto por los afectados o sus familias. El hecho de que un hijo del propio Connor padezca autismo, del que el Asperger es una variante, ha influido notablemente en este enfoque. No hay mención expresa a la enfermedad del protagonista, ni escenas efectistas o sensibleras al respecto, y sólo por referencias externas se llega a la conclusión de que el personaje de Affleck lo padece. Sin embargo, el director, habituado a conflictos fraternales como el de “Warrior” (2011), parece más cómodo planteando el trauma familiar y su relación con el trastorno, que encontrando una manera de canalizar esa tensión.

Lo que le ocurre a “El contable” interesa mientras va en búsqueda de una verdad, de un orden numérico frente al caos de las relaciones humanas. Cuando lo encuentra pasa a ser un asesino más del montón.

Texto: Alberto Garrido.

LO MEJOR: La combinación de genio de las matemáticas con las habilidades de un asesino a sueldo promete emociones fuertes.

LO PEOR: La resolución de la historia es demasiado convencional.

VALORACIÓN:

Fotografía: 5

Banda Sonora: 6

Interpretaciones: 5

Dirección: 5

Guión: 6

Satisfacción: 5

NOTA FINAL: 5,3