Los desastres de la guerra

Nadie puede poner en duda que las guerras son absurdas, innecesarias, que no benefician a nadie, salvo a los fabricantes de armas, los especuladores, algunos gobiernos… bueno, veo que mi reflexión no es correcta, pero ustedes ya me entienden. Es más, la muerte de una sola persona provoca un tsunami en las vidas de muchas otras. Francois Ozon, un cineasta que nos tiene acostumbrados a cambiar de registro y a provocar con sus films, se tira de nuevo a la piscina ofreciéndonos una historia en blanco y negro, casta, y que además se inspira en una obra del genial director Ernst Lubitsch del año 1932, “Remordimiento”. Generalmente cuando un cineasta osa adaptar a los clásicos la crítica se ensaña especialmente con el perpetrador, pero en este caso, se ha reconocido la visión particular del francés y las nuevas dimensiones del relato que ha llevado de nuevo a la pantalla.

Es el año 1919, la Gran Guerra acaba de terminar. En un pueblo del bando perdedor, el alemán, unos padres lloran junto a Anna, la prometida de su hijo, la muerte de éste en el campo de batalla. Un día, un desconocido, Adrien, aparece en el pueblo y entra en contacto con ellos. Es un francés, un misterioso y atormentado personaje que provocará el rechazo de mucha gente del lugar pero que poco a poco gozará de la amistad de esta familia. Los efectos que produce en ellos y el misterio de su relación con el difunto Frantz revolucionara sus vidas, en especial la de Anna.

Como he apuntado antes, Ozon se aparta de las temáticas provocadoras de sus trabajos anteriores y opta por un estilo al tiempo clásico pero también innovador. Escoge el blanco y negro como corresponde a la tristeza derivada de la época, recién acabada la contienda. Pero hay sorpresas de estilo a lo largo del film, cuyo uso son fuente de discusión para el espectador pues depende de la interpretación que cada uno para que la historia tenga un sentido u otro. Además rechaza toda escena sexual explicita y opta por el simbolismo, por sugerir más que mostrar, por apuntar y transmitir los deseos mas o menos reprimidos de los personajes.

Son muchas los temas que trata Ozon en el film. Es más evidente es el derivado de las heridas de las guerras. Primero el dolor por la perdida de un ser querido, Y además, el odio al “enemigo” que se prolonga más allá del armisticio, y que nubla la mente de la gente. Solo unos pocos reflexionan y reconocen que fueron ellos mismos los que lanzaron al frente a sus hijos. Además se pone de manifiesto que en la historia de nuestro mundo los temas son circulares. La idea de los refugiados, los inmigrantes y la desconfianza ante ellos se plasman claramente cuando franceses y alemanes traspasan las fronteras de sus países.

Más sutiles son las consecuencias derivadas de la aparición de este desconocido. El rechazo inicial al francés evoluciona hacia la aceptación al comprobar el amor que sentía por Franzt. Y así de pronto ese enemigo se convierte en un puente de conexión con el recuerdo del hijo desaparecido. Se dan cuenta que además de llorarlo pueden seguir viviéndolo en la persona de Adrien. Otra cosa es el efecto que produce en Anna. Aunque vemos a través de flashbacks escenas del pasado entre los dos muchachos, cabe preguntarse de quien estás surgiendo esos recuerdos. Y además Ozon juega con la ambigüedad para fabular sobre la relación pasada de los dos muchachos, como se muestra a través del aspecto físico mas o menos masculino/femenino de algunos personajes.

Ozon trata de hablar de los beneficios derivados de tragedia. Hay un hijo muerto pero la presencia de un amigo, aunque del bando contrario, que nos conforta en la tristeza, permite también articular el perdón hacia esa persona y por extensión a todo un país. También se habla de la mentira como beneficio cuando con ella evitamos causar aun más dolor.

Para el papel protagonista Ozon hizo una ardua labor de búsqueda hasta toparse con la alemana Paula Beer, cuya mirada inocente y melancólica es clave como conductora de la historia, y fue premiada en Festival de Venecia de 2016. Más intenso es el rol de Adrien, interpretado por Pierre Niney. Pero ambos hacen de la contención el secreto de un film que requiere la colaboración del espectador para construir e interpretar los hechos. La excelente fotografía de Pascal Marti y la banda sonora de Phillipe Rombi contribuyen al estilo de un film clásico en apariencia pero con mucha carga de profundidad.

Por cierto, imprescindible su visionado en versión original pues un 60% se habla en alemán y un 40 % en francés,

Un giro estilístico de Ozon que aumenta si cabe las expectativas ante este cineasta inquieto que, tras un film tan relajado como este, amenaza ya con volver en su siguientes trabajos a provocar al espectador, Y con Franzt consigue un estimable trabajo que merece la pena disfrutar.

Texto: Luis Arrechea.

LO MEJOR: Que el film avanza y no se queda en la anécdota del desconocido. El trabajo de la pareja protagonista.

LO PEOR: Las dudas finales que pueden surgir en algunos espectadores sobre la interpretación de lo que acabamos de ver.

Valoración:

Fotografía: 8

Banda sonora: 8

Interpretación: 8

Dirección: 8

Guión: 8

Satisfacción: 8

NOTA FINAL: 8