Un magistral y retorcido thriller

Para aquellos que disfrutamos –a veces sufrimos– de alrededor de 200/300 películas al año, encontrar un film que desde los mismísimos títulos de crédito provoque una reacción que entremezcla repulsa e interés de igual manera, es casi tan satisfactorio como encontrar una cantimplora de agua en pleno desierto.

Animales nocturnos’ (Gran premio del Jurado en Venecia) es un film completamente subyugante, un thriller psicológico neo noir con un montaje y un inteligente uso de la elipsis que combina dos historias, que se convierten casi en tres al entrar en juego los flashbacks (donde los protagonistas denotan un cambio físico que no dejan lugar a dudas sobre su momento temporal), que aprovecha la presencia de varios actores en estado de gracia y una música superlativa para, de la mano de un cada día más sorprendente Tom Ford (famoso modista norteamericano que también posee un don especial para la escritura y la dirección), diseñar un film que te arrastra, te obliga a ver y ejerce un poderoso y oscuro influjo sobre el espectador. Todo ello hasta fundirnos en el acalorado aplauso que promueve su soberbio y a veces no entendido desenlace.

El film –adaptando la novela de Austin Wright por el propio Tom Ford– narra cómo la vida de Susan Morrow (Amy Adams) –una reconocida galerista que vive en su ‘torre de marfil’– se ve trastocada tras la recepción de la novela dedicada que su ex marido (Jake Gyllenhaal) le hace llegar. La novela, titulada Animales Nocturnos, lleva adjunta una nota en la que el escritor pide a Susan que la lea, ya que ella siempre ha sido su mejor crítica. La lectura de la novela, en la que un matrimonio y su hija son asaltados en la carretera por unos delincuentes, irá ganando cada vez más peso en la propia película, de manera que presenciamos un relato dentro de otro relato, desnudando así la realidad de la vida presente y pasada de Susan, provocando un juego con el espectador que tratará de buscar relaciones o no entre, lo que la protagonista lee en la novela con lo que pudo haber sucedido en un pasado. Un pasado que no conocemos como espectadores y que sin embargo irá siendo revelado con pulso, tensión y mucha maldad conforme el presente se encamina a su magnífico desenlace.

Es, como decía en mi introducción, un inmenso placer saborear el riesgo que ciertos realizadores adoptan en ciertos momentos y en ciertas películas. Apreciar como lo diferente va a tener lugar delante de ti, distinguiéndose entre la medianía, revelándose sobre la superficie de lo común, vulgar y casi inanimado. Los primeros tres minutos del film embriagan por lo arriesgado que representa en sí mismos. En ellos veremos cómo, mientras la música absolutamente magistral de un cada vez más reconocido Abel Korzeniowski invade tus sentidos, un estremecimiento de repulsa hacia los desnudos que presenciamos se transcribe delante de tus ojos. Un valor añadido que nos pone sobre aviso acerca de lo atmosférica, oscura y sórdida que va a resultar la historia y los personajes que en ella aparecen.

Todo el diseño de vestuario y escenografía es brillante, como no podría ser de otra manera, combinando lo pulcro y exquisito con lo sucio e indecoroso. La interpretación es de gran nivel en todos y cada uno de sus personajes por pocos minutos que tenga alguno de ellos en pantalla. Ford, quién nos sorprendió a todos con su debut en 2009 (‘Un hombre soltero’), demuestra tener una excelente capacidad para obtener de sus actores una interpretación proveniente de lo más profundo de sus entrañas interpretativas. Amy Adams satisface por una frialdad superlativa, la requerida por su personaje, así como una notable capacidad para empatizar con el espectador a pesar de la ignorancia q poseemos frente a sus motivaciones. Jake Gyllenhaal, en un doble papel, se pone en la piel de un escritor novel que se encuentra ante la gran oportunidad para escribir su gran obra a pesar de que dicha oportunidad provenga de un origen no deseado; mientras también interpreta al protagonista de la novela, un hombre que junto a su familia es asaltado por las inhóspitas y largas carreteras del oeste norteamericano. No posee la brillantez de otros trabajos, algo que sacrifica por la potencia coral del resto del reparto, pero siempre resulta de notable. Ambos rentabilizan sus minutos en pantalla –que no son pocos– y ceden ante la capacidad arrolladora de un Michael Shannon que, una vez más, demuestra lo exquisito de su nivel interpretativo. Completan el notable reparto un curioso Aaron Taylor-Johnson, quien no es fruto de mi devoción pero que aquí destaca (incluso le fue concedido un sorprendente Globo de oro a mejor interpretación masculina), Arnie Hammer, Isla Fisher, Michael Sheen –en un brevísimo papel-, Laura Linney y Karl Glusman.

En definitiva un film perverso, que profundiza sobre el sentimiento de culpa y todas sus vertientes, filmado con gran acierto y que deja un gran poso de satisfacción gracias a la habilidad de Ford en el uso de un guion fascinante.

Texto: Alfonso Asín.

Lo mejor: La banda sonora, diseño de producción. La dirección de Tom Ford. El guión adaptado. La dirección de actores.

Lo peor: Que no se interpreten bien sus simbolismos ni su poderoso desenlace.

VALORACIÓN:

Fotografía: 7

Banda sonora: 9,5

Interpretación: 8,25

Guión: 8,5

Dirección: 8

Satisfacción: 8,5

NOTA FINAL: 8,3