El amor más grande

Vivimos en tiempos difíciles. Momentos donde la construcción de muros hace pensar en la recaída de viejos vicios, donde casi inertes presenciamos postales de vida injustas y dolorosas, como anestesiados, en unos tiempos en los que halcones viajan en avión mientras los vecinos de al lado apenas presentan recursos para entender la vida más allá del ‘hoy’.

Por no profundizar en el Hard times de Baby Huey hablaré de Charles Dickens, quien escribió en 1854 su décima novela llamada ‘Tiempos difíciles‘ donde narraba cómo la clase proletaria creía en el trabajo como único modelo de vida. No había nada más allá que sufrir para trabajar y así alcanzar la felicidad imaginaria e impostada que al otro, al de encima, le interesa y en la que te hace creer.

Casi como recibiendo esa esencia ‘dickensiana’ la realizadora germana Maren Ade es quien nos golpea en el rostro. Nos lo golpea con fuerza, sin miramientos ni concesiones, con la entereza que la calculada mente germana proporciona, pero mostrando un gesto entre suspicaz y esperanzador a través de un relato en gran modo agridulce, cómico pero doloroso, molesto pero de una enorme ternura y quede claro, ganadora de todos los premios habidos y por haber en los Premios del Cine Europeo, FIPRESCI en Cannes y gran favorita para alzarse con el Oscar a mejor película de habla no inglesa: ‘Toni Erdmann‘, un largo tratado en clave de drama humorístico sobre la esencia de la vida y la felicidad a través una relación padre/hija.

Quizás lo peor que se le puede decir a esta película tan especial son piropos sobre su gran comicidad o sobre lo ligero que transcurrió su amplio metraje (160 minutos), ya que, a pesar de ser comentarios repletos de autenticidad para quién escribe o para muchos otros, puede servir como espada de Damocles para otros tantos, pervirtiendo plenamente así la esencia de la película y el disfrute de su cosmos tan particular.

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Lo cierto es que no tenía conocimiento de esta estupenda y muy a tener en cuenta directora, Maren Ade, la cual escribe y dirige un film complejo, hondo en sentimientos de todo tipo, que disecciona la realidad laboral y la discriminación sexista de una forma directa y sin recato, y donde un padre con una particular forma de entender la vida y con un humor que roza un divertidísimo absurdo tratará de -cueste lo que cueste y por encima de todo- revertir los duros efectos secundarios de quien entrega todo por un trabajo o una profesión a tiempo completo.

Toni Erdmann’ nos presenta a dos personajes sobre los que gira la historia. Uno es Inés (Sandra Hüller), una trabajadora de éxito próxima a los cuarenta de una gran multinacional alemana desplazada temporalmente a Bucarest (Rumanía). Inés es fría, meticulosa y calculadora. Blanca de piel, rubia y de gustos refinados. Por otro lado tenemos al gran protagonista del film, Winfried (Peter Simonischek), un típico gigante alemán de pelo cano y sesenta años (he conocido a muchos de una apariencia física semejante) que da clases particulares y de instituto, separado de trato cercano, y con la única compañía de su viejo perro y su anciana madre. Él es rudo, como su complexión, y utiliza el humor el general y el suyo en particular como el vehículo más preciado en el que realizar tan valioso viaje vital.

Las apariencias engañan. Mientras Winfried y su ex mujer reciben felices el breve paso de su hija por su ciudad ésta demuestra la dificultad que tiene de comunicación y empatía para con ellos. En esta breve presentación de 15 minutos, Maren Ade pone sobre la mesa los rasgos particulares que cada personaje irá exponiendo a lo largo del film, ella poco comunicativa, él impulsivo y despreocupado.

Winfried aprecia en dicha visita cierto comportamiento en su hija que no le encaja: La elegante y exitosa figura que luce Inés parece tener alguna fisura y él, su padre, quiere saber que sucede. Qué no hacer por una hija. Para ello Winfried bajo un aura de poca importancia se presenta de manera sorpresiva en Bucarest, en el hotel donde trabaja su hija para así sorprenderla. Sin ambargo Winfried no irá solo, se llevará consigo la creación de un personaje disparatado, alocado, parlanchín a la par que extravagante: Toni Erdmann, un personaje con peluca y dentadura postiza. Winfried, conforme descubre la realidad laboral que presenta Inés, irá convirtiéndose en mayor número de ocasiones en dicho personaje, alguien que no busca otra cosa que romper la postura social aceptada, el canon establecido y -sobre todo- la coraza de frialdad y solemnidad que está llevando a su hija a una versión alejada de lo que quisiera.

La presencia de Winfried/Toni provocará situaciones alocadas, en contraste continuo, que crearán un cisma en la vida de Inés y a través de las cuales intentará hacer ver a su hija que la vida es otra cosa, que se puede ser más feliz poniendo un punto cómico a nuestro devenir y sobre todo intentar que Inés se quiera más a sí misma ,que su amor propio esté por encima de situaciones y personas que a uno puedan rodear para infortunio de cada cual. La película logró emocionarme de manera impactante. Ciertamente y en parte me sentí reflejado. No en Inés sino en Winfried. Ese padre que mediante el humor, absurdo en muchas ocasiones, desea que su hijo/a deje de llorar por una caída, una discusión o simplemente la no obtención de algún fin preciado. Una esencia trascendental que me llenó de manera impactante durante el visionado y que hace que el absurdo o la vergüenza so obvie de tal manera cuando haces algo por un hijo.

Se ha tachado al film de excesivamente largo pero lo cierto es que, quitando algún breve pasaje todo encaja y todo funciona. Todo tiene su sino, el cual oscila no solo entorno al entendimiento de las psiques de cada personaje, sino a dejarnos engullir por una realidad laboral machista que sentimos como propia, a las dificultades de quién quiere hacer todo para satisfacer a su superior (ojo al personaje de la asistenta de Inés), de una cultura -la rumana- hospitalaria y de arraigo cultural pero en gran crisis económica-social (la escena del servicio y la caseta, o la de los huevos de pascua).

Sin duda Maren Ade a creado una pieza absolutamente magistral, hilarante por momentos, molesta en otros, que refleja mundos diferentes, que pregunta sobre la felicidad y el sentido de la vida, que provoca y que emociona fervientemente. ‘Toni Erdmann‘ ha sido uno de los pocos films que ha podido provocarme llorar de risa para, instantes después hacerme llorar de emoción por la carga dramática del instante. Un film que además de un maravilloso y prolongado plano fijo del rostro de uno de ellos, posee dos de las secuencias más memorables de los últimos años que han logrado agarrarse a mi memoria para no soltarse jamás: un lunch alocado en casa de Inés que provoca un abrazo indeleble al tiempo y una canción de Whitney Houston completamente reveladora de las intenciones de Winfried sobre la figura de su hija: que aprenda a valorarse a sí misma.

Un film de gran belleza, de ternura soterrada que entremezcla sobriedad y extravagancia de una manera tan sublime que la convierten en una de las películas del año. Evocadora y emotiva que me hará mirar siempre con otros ojos el folclore búlgaro.

Texto: Alfonso Asín.

Lo mejor: Sandra Hüller domina la escena de principio a fin. El guión de Maren Ade.

Lo peor: Algo se podría haber recortado.

VALORACIÓN:

Fotografía: 7

Banda Sonora: 7

Interpretación: 9

Guión: 9,5

Dirección: 9,5

Satisfacción: 9

NOTA FINAL: 8,5