Te arreglarán, ellos lo arreglan todo

La mayor parte de los artículos publicados en los últimos días sobre el estreno de esta súper producción chino-estadounidense van precedidos de una explicación sobre el origen de este “manga” japonés, obra de Masamune Shirow, el éxito que tiene en su país de origen, las adaptaciones (animadas) cinematográficas y la expectación ante la primera ejecutada con personajes de carne y hueso. No conozco las implicaciones que este manga en concreto ha tenido en la cultura del anime así que me centrare en las sensaciones puramente cinematográficas de quien se acerca por primera vez a un producto que desconoce. Al final uno sale con la sensación de que no hay nada nuevo bajo el sol, que la historia que nos cuentan ya se ha contado muchas veces, tantas como películas sobre humanos y robots ( o híbridos, sintéticos, cyborgs y derivados) se han hecho. Y por lo que parece, todas las implicaciones metafísicas del cómic original se han quedado por el camino. Pero al menos abandoné la sala con la sensación de haber contemplado un gran espectáculo que encierra una historia ya vista aunque minimamente entretenida.

Mira Killian es la primera de su especie, un cuerpo sintético y poderoso a quien se ha incorporado la mente de un ser humano que se encontraba clinicamente muerto. Después de ella, la sociedad ha evolucionado de tal manera que quedan pocos seres cien por cien humanos pues la mayoría han sido “mejorados” con implantes, órganos y miembros nuevos, hasta el punto que es posible la comunicación mental sin palabras entre las personas. En este contexto, el grupo de operaciones encubiertas en el que Mira está integrada habrá de investigar la progresiva eliminación de científicos de Hanka robotic, la compañía que la creó.

Es un clásico en el cine moderno: la eterna disputa entre la prevalencia de la forma sobre el fondo y viceversa, conseguir un equilibrio que satisfaga al seguidor acerrimo y al espectador palomitero. La forma es impecable. Aunque bebe de films anteriores, incluso clásicos, como Blade Runner, el avance de los efectos especiales permite construir un espectáculo visual apabullante, donde a veces es imposible abarcar con la mirada la cantidad de añadidos digitales que acompañan a los personajes o que pueblan las fachadas de la abigarrante metrópoli en la que transcurre la acción. Y eso que no se ha rodado en scope, formato usual en la mayor parte de las súper producciones. No es un universo tan opresivo como el mostrado en la película de Ridley Scott, la posible súper población queda insinuada en las enormes colmenas de apartamentos pero no se manifiesta como un problema.

Respecto del fondo, ahí es donde seguidores y critica se han cebado con la película. Las implicaciones que planteaba el manga original aquí quedan meramente apuntadas. Y no me refiero a la mil veces ya vista diatriba interna del robot que tiene recuerdos de su pasado humano, sino a la posibilidad de que esa conciencia individual trascienda el cuerpo y la carne y se convierta en algo colectivo que circula por las redes de la comunicación. El guionista William Wheller prefiere simplificar. El personaje de Mira es consciente de lo que es. Lo que le obsesiona son las visiones ocasionales que le hacen plantearse sobre cual fue realmente su pasado como ser humano y el trágico final que la llevó a su estado actual. En este sentido, me parece aceptable como ese argumento policíaco, el asesinato de los científicos y la investigación posterior que desencadena, llega a fusionarse con las dudas existenciales de Mira.

No nos encontramos ante una visión fría y distante del universo ciborg. Aquí los personajes, por debajo de su aparente frialdad, mantienen comportamientos muy humanos. Hay una gran solidaridad en el grupo, interés por la vida fuera del trabajo, un poso de tristeza y soledad. Y su manera de proceder es más honorable que la de los seres humanos, llenos de ambición y falta de escrúpulos.

Solo un titulo avala la corta carrera del director Rupert Sanders: “Blancanieves y la leyenda del cazador”, vistoso producto lleno de caras famosas y efectos especiales que dio lugar a una desastrosa secuela. Sanders dirige Ghost in the shell con corrección, no ha creado escuela sino que toma prestado de títulos como “Matrix” ( que , a su vez, quizás lo copio del manga original) la estética de las peleas a cámara lenta. Detrás del lujo de su puesta en escena hay una traslación plana lejos de las implicaciones filosóficas del cómic original.

La presencia de Scarlett Johansson, polémicas de casting aparte, es un gran atractivo de esta producción que pasa a engrosar el ya abultado curriculum de la actriz como heroína de acción ( Lucy, la saga Los Vengadores…). Aunque su registro dramático, como buena ciborg, pasa por la nulidad gestual y fruncir el ceño. A eso añadir la poderosa imagen de la actriz enfundada en un traje de neopreno de color carne y peleando con los malos, aparte de obsequiar al personal con una escena pseudo lesbica. La aportación de calidad la proporcionan dos veteranos actores: Juliette Binoche, que interpreta con su habitual clase a la científica que da vida a Mira, y Takeshi Kitano, el líder del grupo de operaciones, un actor que no sabe una palabra de inglés y al que se permite hablar en su idioma original, el japonés, quizás pensando en su peso en el film de cara al mercado asiático. Finalmente mencionar la presencia de un habitual del cine indie, Michael Pitt, en uno de los personales clave esta futurista historia.

Las pocas expectativas que tenia ante esta película ha permitido que la disfrutara sin caer en el aburrimiento. Una vez digerida quizás no tenga una opinión tan positiva. Hay mucho talento técnico, visual, creativo detrás, asumiendo los referentes en los que se apoya, y poco talento en el alma de la película, a nivel de guion y dirección, que es al final lo que prevalece, nos emociona y nos engancha. Una oportunidad perdida y solo la taquilla, por ahora no excesivamente abultada, permitirá una posible continuidad.

Texto: Luis Arrechea.

Lo Mejor: El diseño visual y estético. La tristeza y soledad de los ciborgs

Lo peor: El pelo de Takeshi Kitano. La escasa entidad del (auténtico) malo de la función.

Valoración:

Banda sonora: 5,5

Fotografía: 7

Interpretación: 7

Dirección: 6

Guion: 5,5

Satisfacción: 6,5

NOTA FINAL: 6,25