'El otro lado de la esperanza': Mapa de la solidaridad humana

En el año 2010 tuve la inmensa oportunidad de conocer Siria. Desconocía que me iba a ofrecer ese país; no obstante el motivo principal del viaje era visitar la ciudad de Petra en la vecina Jordania. Pero fue todo un descubrimiento: un país poco publicitado a nivel turístico, con un patrimonio cultural y arqueológico inmenso. Me siento un privilegiado de haber paseado por la moderna y multicultural Damasco, atravesar el desierto para llegar a la ciudad de Palmira (antes de que Isis se encargase de destruir lo que llevaba siglos en pie) y disfrutar de la Ciudadela de Alepo. Me hiela la sangre que en ese escenario, en el que sus habitantes disfrutaban más que los españoles que íbamos en el tour de la final del Mundial de Fútbol de ese año, ahora solo hay y sigue habiendo, seis años después, crueldad, muerte y destrucción. Y yo que escucho a mis compañeros de trabajo y a mi mismo quejarme de madrugar por las mañanas, enseguida recuerdo a esas personas que cada día pueden pensar si sera el ultimo, victimas de los ataques de su propio gobierno, de Daesh, de los rusos, o los americanos.

El cineasta Finlandes Aki Kaurismaki presenta la segunda entrega de su trilogía sobre la inmigración y lo hace fiel a su personal y no demasiado accesible, a primera vista, estilo. Unos años después de la estupenda “Le Havre”, el director vuelve a su país natal y presenta una historia con algún trazo de comedia para hablar del drama de la inmigración en otro campo de batalla, el que se encuentran los refugiados al llegar a los países en los que, presuntamente, van a encontrar seguridad y paz. Dos hombres, uno sirio y otro fines, sin aparente conexión, inician un camino de ruptura con su actual vida y en el camino acabaran por encontrarse. Una historia hablada en finlandes, árabe e ingles que debe verse, a ser posible, en versión original.

El espectador neófito en el universo de Kaurismaki se sorprenderá de primeras del particular estilo de este director. Se encontrará con un planteamiento que mezcla realidad con un punto de esperpento o de absurdo, como si no fuera en serio lo que le están contando. Los escenarios en los que se mueven los personajes son austeros, como pasados de moda, casi setenteros. Por si esto no fuera poco, sus personajes parecen haber sido vaciados de humanidad, recitan sus textos a la manera que lo haría no un actor profano, sino un mal actor. Como los extraterrestres de “La invasión de los Ultracuerpos” o los sintéticos de la saga “Alien”, se mueven y hablan con aparente frialdad. Pero el hecho de que todo el cast se comporten así, aunque puede producir distancia en principio, al final es un signo distintivo y milagrosamente permite cuajar en el conjunto. Hay un momento de la película en la que Khaled es aconsejado por otro refugiado iraki de la manera en que ha de comportarse para no destacar y ser parado por las autoridades: lo que debe hacer, simplemente, es no reirse. Será que en el fondo los finlandeses no se diferencian demasiado de los personajes de las películas de Kaurismaki.

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El personaje de Wikhstrom aporta el punto amable a la historia. Su ruptura con su vida familiar y la manera de afrontar su destino tiene un punto cómico y permite contrarrestar con la historia de Khaled. El sirio, a su llegada al mundo libre, quiere hacer bien las cosas y se encontrara, primero con un trato que, aun siendo correcto, le asemeja con los delincuentes comunes. En segundo lugar, tendrá que lidiar con ese invento universal del ser humano que es la burocracia. En tercer lugar, su integridad física estará amenazada por ese peligro creciente en Europa y que ha recibido en los últimos meses con Trump un notable impulso, la xenofobia, los grupos racistas de corte nazi que rechazan todo aquel que no tiene la piel blanca. Y finalmente, al final de la cuerda se encontrara con el rechazo de los gobiernos y las administraciones.

La escena cumbre del film es la declaración que Khaled efectúa ante una funcionaria del gobierno finlandes, en la que va relatando los motivos de su salida de Siria: la situación insostenible en Alepo, su huida del país, a traves de las fronteras, los distintos países por los que atraviesa hasta llegar a su ¿destino?. El modo frio pero con una emoción contenida con la que relata la muerte de sus seres queridos y las vicisitudes para poder moverse por el mundo hielan la sangre, igual que contemplar un noticiario en Televisión. Hay un momento en el que la funcionaria le pregunta si quiere efectuar un descanso, pero esta claro que quien necesita el receso es ella. Khaled a su pregunta le contesta “ Yo no”.

Tampoco Kaurismaki santifica al de fuera al cien por cien. Hay un momento en el que el sirio pregunta al iraki qué alcohol beben los infieles en este país. Y aunque acto seguido aparecen bebiendo cerveza queda apuntada el tema de la religión y de la condición que, para un musulmán, tenemos todos los que no comulgamos con su religión. Otra cosa es que ello conlleve respeto y tolerancia o no.

Es curioso que a su llegada a Helsinki Khaled quiere hacer bien las cosas y acude a las autoridades a solicitar asilo. El desarrollo del film mostrara que al final, no son las instituciones quienes garantizan el refugio sino que, lamentablemente, la solidaridad depende de los ciudadanos de a pie. Kaurismaki no ha querido hacer una feel good movie, no es su estilo. No pretende mostrar dos personalidades opuestas que acaban haciéndose inseparables. Eso es muy americano. Simplemente el fines echa una mano en lo que puede al sirio. Pero no solo a él, sino también al variopinto grupo de empleados del curioso restaurante que acaba regentando.

No son actores desde luego conocidos para el publico español pero al frente del reparto se encuentra Sherwan Haji que asume el rol de Khaled y Sakari Kuosmanen que desempeña el de Wikhstrom. Quizás dentro de la tónica de frialdad del grupo, el de Khaled es el que se desmarca y transmite más sensaciones. La mirada del que ha sufrido tanto que ya ni siente ni padece.

La película no cuenta con música pero si con una curiosa banda sonora pues a lo largo del film podemos escuchar canciones interpretadas por distintos grupos, muchos de ellos callejeros, que la convierten sin quererlo en casi un film de genero, y ayudan a hacer avanzar la acción, integrándose perfectamente en ella.

Una mirada al estado de los refugiados en la Europa libre, realizada con el peculiar estilo del director fines, frio y austero, que bajo la apariencia de fabula moderna y amable en muchos momentos, encierra una profunda reflexión sobre el desamparo de los gobiernos hacia quienes huyen del horror de las guerras y apuesta por la solidaridad individual como recurso aunque quizás no como solución.

Texto: Luis Arrechea.

Lo mejor: La escena de la declaración de Khaled. El divertido personal del restaurante.

Lo peor: Que el sufrimiento de los refugiados parezca no tener fin.

Valoración:

Banda sonora: 8

Fotografía: 7

Interpretación: 8

Dirección: 8

Guion: 8

Satisfacción: 7,5

NOTA FINAL: 7,75