Una de las escenas más famosas de “La dama de Shangay” de Orson Welles es aquella que transcurre en el interior de una atracción de feria llena de espejos y laberintos, y en la que vemos a Rita Hayworth y al propio Welles duplicados y enfrentados en una batalla a muerte. Esta mítica escena parece reproducirse en casi todo el metraje de la nueva película de Francois Ozon, donde el director francés enfrenta a sus personajes, mas que con sus gemelos, consigo mismos, con las diferentes personalidades que pueden habitar en el interior de una persona y que a veces son tan potentes que no son suficientes para habitar un solo cuerpo o una sola mente.
Lo cierto es que, aparte de las filias y las fobias que despierta este notable y polémico director, no se le puede negar su carácter prolífico y lo que le gusta cambiar de registro. Apenas hace unos meses hablamos aquí de “Franz”, el exquisito remake de “Remordimiento” de Lubistsch, que se hizo con 11 nominaciones a los premios Cesar, y ahora Ozon se zambulle en el terreno del thriller erótico-psicologico que ya ha visitado en otras ocasiones. En su filmografia hay obras aplaudidas por la critica como “En la casa”, “Bajo la arena” o “Joven y Bonita”, y otras mas discutidas como “Cinco veces dos”ó “Una nueva amiga”. La que hoy nos ocupa se encuadra dentro de este ultimo grupo y seguro que tendrá amantes y detractores a partes iguales.
La protagonista de esta historia es Chloe, una chica con problemas depresivos y que sufre fuertes dolores estomacales, que decide ponerse en manos de un psiquiatra para intentar hallar solución a su estado anímico. Las sesiones son un éxito aunque no profesionalmente para Paúl, el terapeuta, pues acaba enamorándose de su paciente. Juntos inician una vida en común aparentemente placida hasta que Chloe cree reconocer por las calles de París a un hombre de gran parecido con su novio y que le llevara a investigar y adentrarse en un terreno peligroso para ella y su estabilidad emocional.
Como digo, Ozon juega con las duplicidades desde el primer momento. No solo argumentalmente sino técnicamente. Utiliza el formato scope para dividir la pantalla y colocar a sus personajes enfrentados, uno a cada lado, fabricando composiciones simétricas. Y avanza en este sentido duplicando a sus propios actores y haciendo un uso juguetón y muy real de los efectos especiales.
Otro de los signos de identidas de “El amante doble” es la provocación. Desde el minuto cero, Ozon intenta ir un poco mas allá de lo previsible y emplea el sexo como instrumento. Desde esa primera imagen de la cámara abandonando el interior de la vagina de la protagonista, pasando por escenas sexuales muy estéticas hasta llegar a una en concreto que parece metida con calzador y solo por el mero hecho de darle a su film este toque de erotismo diferencial en la linea de títulos como “Instinto Básico” aunque se queda a mitad de camino y a veces recuerda a “El cuerpo del delito”, aquel despropósito de Madonna.
Yo la película, no obstante, la seguí con bastante curiosidad. Su tono de thriller, su historia cada vez mas enrevesada, me produjo curiosidad. Se ha hablado de si el estilo y la complejidad de esta historia, escrita por el propio Ozon y Philippe Piazzo, según la novela de Joyce Carol Oates, recuerda por su complejidad y riesgo al cine de Brian de Palma, tanto por su tono misterioso como por su estética y erotismo. Pero en realidad a mi me recordó más al cine de David Cronneberg por el tono de pesadilla y el carácter aseptico y frío de muchas imágenes. Un potente mensaje que me llega de la historia es que la imagen que el espejo nos devuelve cuando nos miramos en él, puede ser la de un extraño, la de una persona que desconocemos, como si fuera ajena a nosotros mismos.
De todas maneras, a medida que avanza el metraje, los comportamientos y las decisiones de los personajes se vuelven cada vez mas ilógicas hasta que, llegado el tramo final, Ozon opta directamente por dar un giro a los acontecimientos y obliga al espectador a aceptarlos como ciertos, sin una explicación. Y ahí es donde se cae por completo este castillo de naipes. Aquí cada espectador asumirá si le vale y sigue jugando al juego que el director le propone o si se planta.
Marine Vacth fue todo un descubrimiento en “Joven y Bonita”, donde interpretaba a una adolescente que descubría e investigaba su sexualidad. Aquí vuelve a dar el cien por cien y adopta un tono más introspectivo, traumático, son pocas las veces que la vemos sonreír. Frente a ella también supone un descubrimiento el complejo papel que interpreta Jeremie Renier, al que ya vimos en “Saint Laurent” ó “La chica desconocida” de los hermanos Dardenne. Y el toque de calidad y veteranía lo proporciona Jacqueline Bisset en un rol pequeño pero trascendente hacia el final del film.
Mencionar la destacada fotografía de Manuel Dacosse que se pone al servicio de las obsesiones visuales del director, y la banda sonora de Philippe Rombi que acompaña buena parte del intrigante metraje.
Un Ozon polémico, demasiado preocupado por la forma y quizás pensando que el contenido no importa tanto. Presuntamente provocativo pero vacío en muchas ocasiones. Ahondando en la psique humana, en los traumas infantiles, en la necesidad del ser humano de sentir poder, en el amor y en el sexo… una mezcla de propósitos no muy equilibrada pero siempre estimulante en la medida que requiere la participación del espectador con resultados muy dispares. Con todo es uno de los directores franceses mas presentes en nuestras pantallas, con un media de una película por año, que siempre resulta interesante y en ocasiones, apasionante.
Texto: Luis Arrechea.
LO MEJOR: La labor actoral. El juego con las duplicidades.
LO PEOR: El cuarto de hora final donde todo vale. Algún lugar común propio del cine de terror.
VALORACIÓN:
Fotografía: 7
Banda Sonora: 6,5
Interpretaciones: 7,5
Dirección: 6,5
Guión: 5
Satisfacción: 6,5
NOTA FINAL: 6,5