«La quietud»: El proceso familiar (y sus mujeres)

El realizador argentino Pablo Trapero es una de las voces más destacadas de una nueva ola de cine argentino que comenzó a mediados de los noventa y en la que destaca sobre todo la crítica socio-política y el realismo del trasfondo humano y sus cotidianeidades. Trapero saltó a la fama con ‘El bonaerense’, aquel film de 2002 en el que nos contaba la vida de un humilde cerrajero en un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires, y fue consolidándose hasta más recientemente (2015) presentar ‘El clan’ con la que lograba alzarse con el Goya a mejor película iberoamericana, un film muy notable donde se adentraba en el proceloso mundo de la dictadura militar argentina.

Ahora nos presenta tras estrenarse en Venecia y Valladolid su último trabajo, ‘La quietud’ film protagonizada nuevamente por su esposa, Martina Gusman, además de la actriz francesa de origen argentino Bérénice Bejó, de la veterana Graciela Borges y de los actores Edgar Ramírez y Joaquín Furriel.

La quietud’ comienza con pausa, con unos largos planos secuencia laterales que muestra la enorme extensión de la finca familiar que alberga a gran parte de los protagonistas, así como dar título al propio film. Un aparente remanso de calma –de ahí el juego con el nombre– que se verá alterado por la actualidad política/judicial a la que es sometida la familia (aquí volcará Trapero gran parte de su interesa por la crítica de El proceso, o como fue vulgarmente conocida la dictadura militar argentina de finales de los setenta tras derrocar a Isabelita Perón y hasta la llegada de Raúl Alfonsín en 1983; quizás el momento más oscuro de la historia de Argentina donde el terrorismo de Estado, la violación de los derechos humanos y la desaparición y asesinato de miles de personas fue pan nuestro de cada día) que será objeto de ‘análisis’ en el film y entorno al cual descubriremos desde una mirada femenina.

El drama va tomando forma conforme vamos comprendiendo la relación simbiótica de las dos hermanas, una bajo el paraguas del padre (Gusmán) y la otra, espejo de la madre, de viaje desde Francia (Bejó) tras la enfermedad de carácter cerebrovascular del cabeza de familia. Este evento juntará a las tres verdaderas protagonistas del film, un triángulo de alto nivel interpretativo que hará descolocar las bases de la aparente calma de una familia de alta burguesía argentina con un pasado y un presente complejo, oscuro y caprichoso. Entorno al triunvirato Bejó-Gusman-Borges aparecerán unos personajes satélite que aderezarán la historia –a pesar de que todos los focos apuntan a ellas– como son los interpretados por el actor ya de renombre internacional Edgar Ramírez (sobre todo a raíz de las nominaciones a los Emmy y Globos de Oro de la serie ‘American Crime: El asesinato de Gianni Versace’) y del galán Joaquín Furriel, un actor fácilmente reconocible dentro del cine nacional tras su aparición en varias producciones pero con el que me encuentro particularmente reñido desde su funesta aparición en el thriller de atracos ‘Cien años de perdón’ de Daniel Calparsoro.

La película no está exenta de riesgo a través de unas escenas de elevada carga sexual y enreda con el cautivador juego de parecidos de las dos actrices protagonistas, punto este altamente inquietante en más de un momento de la narración. Un doble acierto de casting.

La cuidada textura del film, su fotografía y la capacidad interpretativa de sus tres protagonistas hace que la película atraiga de principio a fin, teniendo un desenlace deslumbrante y adictivo. Resulta casi inevitable que el maestro Buñuel no se te venga a la cabeza a partir de cierta secuencia durante una cena y en una gran mesa, sin duda ‘El ángel exterminador’ sobrevuela sobre mi mente, no sé si sobre la del notable director argentino.

En definitiva una película más que interesante, llena de misterios y lados oscuros, que transita por lugares comunes del cine de Trapero pero desde el trasfondo de la burguesía en lugar del proletariado, y desde un punto de vista mucho más femenino de lo que nos tenía acostumbrado. Variantes válidas y resolutivas de un director que se consolida en la cúspide de un cine que llega renovado y con innumerables brotes verdes.

TEXTO: Alfonso Asín.

LO MEJOR: Las tres actrices y la incomodidad de varias secuencias.

LO PEOR: Joaquín Furriel.

VALORACIÓN:

Banda sonora: 7

Fotografía: 8

Interpretaciones: 8

Dirección: 7

Guión: 6,5

Satisfacción: 7,5

NOTA FINAL: 7,3