«Dolor y Gloria»: Mirando hacia atrás sin ira

Llegaban los primeros ecos del éxito de Almodóvar en Venecia con “Entre tinieblas” y yo salia de los desaparecidos cines Buñuel de Zaragoza de ver una reposición de “Laberinto de pasiones”. Me había divertido, sorprendido, un punto escandalizado y con la pedantería del cinéfilo adolescente que se cree lo sabe todo, miré a mi amiga Lola y le espeté: “ Evidentemente, esto no es cine”. Dos años después sin embargo, Pedro Almodóvar se había incorporado a mi vida y a mi educación cinéfila. Cada titulo que estrenaba era un paso hacía arriba en mi crecimiento como aficionado al cine, pero también como demócrata, como persona abierta a nuevos estímulos. Sus innovadores argumentos que mezclaban comedia, drama, thriller, fantástico, su provocadora expresión del sexo, su cada vez más depurada estética. Sus primeros triunfos, sus resbalones, la familia Almodóvar con sus chicas y chicos, su equipo técnico, su familia… un universo que yo he hecho mío.

Y esa presencia del director en mi vida ha conllevado que ambos nos hayamos ido haciendo mayores. Almodóvar se ha ido depurando pero siempre manteniendo los rasgos característicos de su personalidad. No ha hecho concesiones a las modas. Y hay que reconocer que un hombre que ya con “Mujeres al borde de un ataque de nervios” pudo haber hecho carrera fuera de España, haya seguido rodando en España y siendo fiel al idioma español. Un hombre adorado en Francia, admirado en Hollywood y no suficientemente bien tratado en nuestro país.

Y de pronto, Almodóvar tiene ya casi 70 años. En los últimos años su tono se ha tornado ya más grave, como si los avatares de su vida personal hayan impregnado su labor creativa. Y aunque intentó hacer una comedia loca y necesaria para los tiempos que corren ( “Los amantes pasajeros”), el resultado fue un fracaso. Pero solo es un desliz en una carrera coherente que se acerca a la cumbre.

Y mientras veía este Dolor y Gloria, me venia a la cabeza una tarde madrileña, mientras esperábamos para asistir a un concierto en el Consulado de Italia sito en la Calle Mayor, cuando pasó por nuestro lado el director manchego. Recuerdo que me sorprendió verlo mayor y un tanto abatido. Y ese imagen he vuelto a mi memoria al ver esta película.

Dolor y Gloria nos presenta a Salvador Mallo, un director que se encuentra en una dura etapa de su existencia. Apartado del trabajo ( que no de la creación) durante tiempo, su vida transcurre entre la depresión física y psicológica. Como si arrastrará una pesada losa que le impide ser feliz. Sin embargo los azares de la vida irán enfrentándole a fantasmas y realidades de su presente y su pasado, poniendo en su camino estímulos y retos que creía ya enterrados.

Quizás los que esperen uno de esas “dramas más grandes que la vida” que solo Almodóvar puedo ofrecernos se sientan decepcionados ante lo que es un homenaje a si mismo y a quienes somos amantes del Cine y de su obra. Y eso no quiere decir que el director se mire el ombligo y cuente su historia. Seria reiterativo, porque está claro que su vida y recuerdos ya la hemos visto en obras pasadas, e incluso de manera mas fidedigna que aquí. Pero no podemos ignorar que la historia de un director de cine, homosexual, procedente de un entorno rural, con inquietudes artísticas, es algo ajeno a él. Lo que propone es una reinterpretación de su vida y recuerdos, cambiando ambientes, nombres y sucesos, pero el fondo es todo real.

El Salvador Mallo del comienzo, ese hombre que lleva sobre sus espaldas el peso del mundo, que tiene todas las dolencias inimaginables, y algunas por concretar, al que la depresión y los dolores impiden ir erguido, podría ser un trasunto de la situación actual del Planeta Tierra. Como en el film de Darren Aronofsky Madre. Un ser machacado al que le cuesta levantarse de la cama y que se encuentra en franco declive físico y moral.

Desde esta perspectiva, Almodóvar articula una historia que mezcla el presente con los recuerdos de la infancia de su protagonista, muchos narrados en primera persona, y con una protagonista especial: su madre. Y mientras vamos y venimos de ese mágico entorno manchego, otros actores importantes para la vida del protagonista podrán disfrutar de su momento al tiempo que su interactuación con Salvador irá modificando su estado de animo. La parte de la infancia es un prodigio de inventiva, con una visión cruda y realista de la historia de España de hace cuatro días, pero dotada de una belleza, cariño y sensibilidad pocas veces vista en el cine reciente.

Y mientras los recuerdos de la infancia nos hacen conocer al protagonista, completamos su realidad con otros personajes. Cada actor del film será importante para que otros personajes salgan a escena y unos y otros, vayan condicionando la vuelta a la vida de Salvador. La reaparición de un antiguo amigo y colega del pasado con el que hay una deuda pendiente de resolver y que demuestra que siempre hay tiempo para saldar viejas deudas; la vuelta efímera del amor perdido que supuso un trauma en nuestra vida para poder gozar de un nuevo encuentro lleno de esperanza e ilusión: la fidelidad de la gente cercana que se entrega incondicionalmente y sin esperar nada a cambio…

Y la madre. La madre siempre presente. Quizás podamos pensar que Almodóvar ya ha dicho todo sobre su madre. Pero nunca es suficiente. Es cierto que en Volver hay mucho de ello. Es mas, hay en Dolor y Gloria expresiones sacadas directamente de ese titulo ( “que mal estoy de los remos, sentía a fulanita que me tocaba en la puerta de la casa…) pero aquí el director reserva un tramo final para confesarse a su madre en los últimos días de su existencia: un prodigio de humor, ternura y realismo, con toques de culpabilidad por no haber dado todo lo que estaba en su mano por ella. Pero todo lleno de agradecimiento y admiración.

Hay también referentes de su cine que están presentes. Las drogas siempre han estado ahí, la mayor parte de las veces como estimulo mas que como una amenaza. Por primera vez hay una visión mas critica de las mismas, no censuradora, pero si con la luz roja de peligro. El alcohol también aunque los personajes ya comienzan a disfrutar también de una buena taza de te. Se nota que vamos cumpliendo años.

El Cine y el Teatro, los clásicos de toda la vida, los pequeños locales de barrio y compañías experimentales, el gusto por las artes presente en la multitud de libros, cuadros, referentes literarios…

Y como siempre, la pluma de Almodóvar poniendo en boca de sus personajes frases intensas y arrebatadoras. El director compone uno de sus mejores guiones de los últimos años, no solo porque lleva al espectador de un espacio temporal a otro sin que por ello uno tenga la sensación de que la trama no avanza ( para dar un paso adelante a veces es necesario ir para atrás), sino por que los sucesivos “set pieces” con cada uno de los personajes que aparecen en la vida de Salvador constituyen autenticas películas en si mismas, relatos cortos con principio y fin e integrados en un todo conjunto. Guion y dirección van de la mano y para mi supuso un goce para los sentidos dejarme llevar por un universo que parece conocido y novedoso a un tiempo. Y a pesar del tono grave de la historia, el guión no deja de estar salpicado de frases y situaciones llenas de humor que nos permitan dejar ver al Almodóvar de los ochenta y noventa. La escena del coloquio en la filmoteca vía móvil es un ejemplo de comedia elegante y sostenida en el tiempo.

Y lo mejor llega al final. Almodóvar nos regala hacia el final una ultima secuencia situada en la infancia del protagonista llena de fantasía, de erotismo, de ensoñación, con dobles lecturas, apuntes que pueden condicionar (o no) el futuro de los protagonistas. Una delicia de secuencia en un film que precisamente no anda escaso de talento.

Y por su puesto, la Estética Almodóvar. Las primeras imágenes de los títulos de crédito nos presentan una maraña de colores que representan el caos físico y psíquico de su protagonista, como una madeja en la que hay que poner orden. A partir de ahí recuperarnos las lineas rectas, las cuadriculas, los colores rojo pasión. Cada plano, cada encuadre no es gratuito, aparte de ser obras de arte, son un goce para los sentidos. La imagen de la estancia de la cueva donde el pequeño Salvador lee un libro mientras la luz del sol entra por el techo, madre e hijo pernoctando en el banco de una estación rural de tren, las estancias de la casa madrileña llena de obras de arte, la performance de Alberto Crespo en el escenario…José Luis Alcaine ejecuta uno de sus trabajos mas bellos, sobre todo iluminando esa infancia llena de luces a pesar de la oscuridad. Y Alberto Iglesias compone de nuevo una obra digna quizás no tan reconocible como la de anteriores trabajos con este director fetiche, que recoge bien el estado anímico del protagonista.

Ya manifiesto desde aquí mi absoluta admiración y aplauso por la actuación de cada uno de los actores de este film. Y he de alabar a un Antonio Banderas que realiza una auténtica creación. Y es cierto que en algunos momentos ES Pedro Almodóvar. Incluso la primera parte del film, con ese look desaliñado, las canas y el cabello y la barba mal cortados recuerda al manchego. Pero por encima de todo nos muestra a un ser casi destrozado, a punto de tirar la toalla, que parece no buscar nada pero que acaba encontrando las llaves y las claves para seguir viviendo.

Penélope Cruz recupera un poco el tono de Raimunda de Volver aunque solo en apariencia. Su mirada refleja la ilusión de la juventud, el cansancio del trabajo y la falta de expectativas, pero sobre todo el amor por un hijo al que sacar adelante. Su papel es encarnado en la madurez por la maravillosa Julieta Serrano, una autentica gozada en la que combina el humor típico almodovariano en el que se habla de la muerte, con las conversaciones con su hijo en las que se hace una dura pero sentida revisión de la vida.

He podido reconciliarme con un actor al que no apreciaba mucho, Asier Etxeandia, que tiene una de las mejores partes del guion subido a un escenario, demostrando la versatilidad, intensidad y emotividad de este actor de voz un tanto ingrata. Leonardo Sbaraglia protagoniza con Banderas la parte mas emotiva de la historia, mostrando en sus ojos y en su sonrisa el recuerdo de un pasado grave que ha sido superado. Y finalmente, Nora Navas es un personaje aparentemente secundario pero de importancia, la amiga fiel que está para soportar al divo y sostenerle en sus caídas.

A destacar la mirada limpia de los jóvenes Asier Flores, que encarna al niño Salvador, y Cesar Vicente, como el albañil pintor. Los primeros planos sobre sus rostros, iluminados por el sol que penetra por el techo de la cueva, son un prodigio de pureza y sensibilidad.

Completan el reparto viejo amigos de la troupe como Cecilia Roth y nuevas incorporaciones como Raúl Arévalo, Julián López, Pedro Casablanc, Susi Sánchez o la cantante Rosalía.

Podríamos pensar que estamos ante un punto y final. Que Pedro Almodóvar ha hecho un film que perfectamente podría cerrar un ciclo vital. Y quedaría muy bien para los libros de historia. Pero yo confío en que las dolencias y los dolores del alma estén pasados, o, al menos controlados. Para eso tenemos los amigos, la farmacopea ( mejor que las drogas), el Cine, el Teatro, los libros, la inspiración, las inquietudes, el publico, los cinéfilos…. Y como dice Salvador Mallo, solo encuentro sentido a mi vida rodando. Pues que así sea.

TEXTO: Luis Arrechea.

LO MEJOR: La escena del coloquio en la Filmoteca. El dibujo al Salvador niño. El sentido monólogo en el teatro. La despedida en la puerta de los antiguos amantes. Todas las escenas de madre e hijo…. En fin, todo.

LO PEOR: Por poner algún pero, debo revisar la banda sonora de Iglesias. Mis sentidos no podían abarcar tanto placer.

VALORACIÓN:

Fotografía: 10

Banda Sonora: 9

Interpretaciones : 10

Dirección: 10

Guión: 10

Satisfacción: 10

NOTA FINAL: 9,83