Si hace unas semanas hablábamos de Alexander Aja, a propósito del estreno de “Infierno bajo el agua” , como un cineasta que, a pesar de haber dado el salto al cine comercial de Hollywood, había logrado mantener vivos rasgos de su personalidad cinematográfica correspondientes a sus inicios en el cine de terror francés, hoy toca hacer lo propio con Pascal Laugier. Su obra Martyrs supone la cumbre de un tipo de cine que se realizó en Francia en la primera década del presente siglo, caracterizado por dar una vuelta de tuerca al género: el gore, la violencia, la crueldad, el sufrimiento pasaban a ser protagonistas poniendo a prueba al espectador. Películas que tuvieron nula distribución comercial en nuestro país pero un gran éxito en su pase por Festivales de Terror como el de Sitges: Alta tensón, El interior, Frontiers o Martyrs, de Laugier.

Precisamente en Sitges pudimos ver el pasado 2018 su ultima obra de factura canadiense. H.P. Lovecraft fue un escritor estadounidense famoso por sus trabajos en el género de terror. No hay vida más azarosa que la de este autor en particular, que tanto él como su familia caminaron de la mano de la locura y la depresión. Este autor es la fuente de inspiración de los relatos escritos por la joven Beth, que junto a su hermana Vera y su madre se dirigen a emprender una nueva vida en una casa heredada por su familia. Sin embargo, en su primera noche en su nuevo hogar, sufren el brutal ataque de dos desconocidos que marcará para siempre la vida de la familia.

No es conveniente saber mucho de como discurre este relato de horror en el que Pascal Laugier vuelve a poner a prueba a sus personajes y a los espectadores. No nos encontramos ante un simple slasher americano, sino de una obra mucho más compleja en la que el guión del propio director va deparando muchas sorpresas y muy poca tranquilidad pues se trata de un torbellino de emociones intrigas, sustos y sufrimientos que mantienen la atención durante la hora y media de metraje. La referencia a Lovecraft como referente de la joven Beth no es gratuita pues sus aspiraciones no son solo dedicarse a escribir relatos de terror sino que posee una facilidad para crear mundos personales y una dificultad para encarar los aspectos mas cotidianos de la vida real que como adolescente tiene que afrontar.

Se puede decir Ghostland son varias películas dentro de una sola en las que el espectador comparte el sufrimiento de los personajes y desea como ellas encontrar la luz al final del túnel. La estética por la que ha optado Laugier está claramente inspirada en el mundo que rodea clásicos como “La matanza de Texas”: película ambientada en esas zonas indefinidas de la América profunda, con casas ubicadas en medio de la nada. En el interior, el abigarramiento es el protagonista: muñecas y guiñoles de rostros desfigurados, animales disecados que cuelgan de las paredes, espejos, sótanos en los que, una vez más, la luz no funciona…soledad y nadie en muchos kilómetros a la redonda, el escenario apropiado para que un asesino, un psicópata ( o varios) hagan de las suyas. Lo verdaderamente inaudito es que nadie pase más de una noche en una casa con un look semejante. Pero esto siempre ha sido así en este género que tanto nos hace sufrir.

No es oro todo lo que reluce en la película de Pascal Laugier. Como si fura impuesto por un productor exigente, o para dar satisfacción al público adolescente o simplemente, por pereza del propio guionista/director, los tópicos del género están también presentes, sobre todo en esas etapas de transición hasta que pasan las cosas ( y eso que en Ghostland los fuegos artificiales comienzan a los diez minutos). A saber, armarios de los que salen cosas que nos asustan al compás de una música estridente, escenas de terror que, al final de todo, son solo pesadillas, o la tentación de toda indefensa doncella que es mirar por la ojo de la cerradura… son trampas recurrentes que no desmerecen el conjunto.

Porque de los que se trata aquí es de sufrir, y de eso van sobrados el trío protagonista de este slaher que además se precia de darnos suficientes giros de guión como para sorprendernos. Porque debajo de este guiñol terrorífico se nos habla también de la necesidad de tomar partido, de no esconder la cabeza o mirar a otro lado sino de enfrentarse a los problemas o a las amenazas, que en este caso, son de tamaño mayúsculo. El espectador si puede decidir participar o no en la pesadilla que se ofrece en la pantalla pero las protagonistas, obviamente, no.

Crystal Reed, Emilia Jones, Taylor Hickson, Anastasia Phillips son los nombres que protagonizan este titulo cuyo rostro más conocido sea el de la cantante canadiense Mylene Farmer.

En resumen, Ghostland es un cuento gótico para amantes de las emociones fuertes, un caramelo envenenado lleno de sangre, sufrimiento y crueldad al que alguno le puede reprochar los sucesivos golpes de efectos a los que Pascal Laugier parece dar mucha importancia pero son necesarios para que el espectador piense que está abandonando la casa de los horrores cuando en realidad lo que está haciendo es volver a entrar en ella. Recomendada solo para amantes del terror y para los que, entre tantas emociones, aun deseen buscar una razón o un mensaje entre tanto salvajismo.

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LO MEJOR: El parecido que tiene uno de los psicópatas con el cantante Marilyn Manson. Que no tenga piedad con sus personajes.

LO PEOR: Las trampas de manual que no necesita Laugier

VALORACIÓN:

Fotografía: 7

Banda Sonora: 6,5

Interpretaciones : 7,5

Dirección: 7

Guión: 7

Satisfacción: 7

NOTA FINAL: 7

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