El 27 de marzo se celebra el Día Mundial del Teatro

“A todos mis amigos y artistas de teatro de todo el mundo”, así comenzaba el manifiesto que han leído los alumnos de segundo curso de la Escuela Municipal de Teatro de Zaragoza con motivo del 61º Aniversario del Día Mundial del Teatro.

Como cada 27 de marzo desde 1962, este día se conmemora la labor de todos los artistas que nos deleitan con su obra sobre los escenarios. Alrededor de todo el mundo se celebran actos y eventos con el fin de reivindicar el teatro y en Zaragoza, no podía ser en otro lugar que en el Teatro Principal.

La vicealcaldesa de Zaragoza y consejera de cultura, Sara Fernández, ha sido la encargada de abrir un acto cargado de emoción en el que se ha reconocido la gran labor de todos los artistas que hacen posible el teatro y se ha leído el mensaje oficial de este año escrito por la actriz Samiha Ayoub.

“El teatro en su esencia original es un acto puramente humano basado en la verdadera esencia de la humanidad, que es la vida” leían los alumnos mientras sonaba de fondo un emocionante piano que daba el ritmo necesario a cada una de las palabras de los futuros artistas.

Ya decía muy sabiamente el actor ruso Konstantin Stanislavsky: “Nunca entres al teatro con barro en los pies. Deja el polvo y la suciedad afuera. Deja tus pequeñas preocupaciones, disputas, pequeñas dificultades con tu ropa exterior -todas las cosas que arruinan tu vida y desvía tu atención de tu arte- en la puerta”.

“Lo que hacemos en el mundo del teatro como dramaturgos, directores, actores, escenógrafos, poetas, músicos, coreógrafos y técnicos, todos nosotros sin excepción, es un acto de creación de vida que no existía antes de subirnos al escenario”, seguía el manifiesto, escrito por la actriz egipcia Samiha Ayoub.

La emoción contenida en cada uno de los alumnos se veía reflejada en las emotivas palabras de aquel poderoso mensaje y es que no es una exageración cuando dicen que “lo que hacemos en el escenario es el acto de la vida misma y generarla de la nada, como una brasa ardiente que centellea en la oscuridad de la noche y calentando su frialdad. Nosotros somos los que le damos la vida a su esplendor” continuaban leyendo los estudiantes.

En un mundo irreconocible que nunca antes había estado tan conectado pero que a la vez parece que se ha vuelto “como islas aisladas, o como barcos que huyen en un horizonte lleno de niebla, cada uno de ellos desplegando sus velas y navegando sin guía, sin ver nada en el horizonte que lo guía y, a pesar de ello, siguen navegando” escribió Ayoub.

No todos los días se tiene la ocasión de poder celebrar al “padre de todas las artes”, el teatro, y de gritarle al mundo como tan bien saben hacer los artistas cuando ellos mismo se suben a un escenario. De recordarnos a nosotros, espectadores, que “nuestra humanidad, que se ha ensombrecido en la duda, vuelva a convertirse en una certeza que nos haga a todos verdaderamente aptos para sentirnos orgullosos de ser humanos y de ser todos hermanos en la humanidad”.

Y es que ellos, dramaturgos, “portadores de la antorcha de la ilustración” tienen una capacidad innata, casi mágica, de difundir la vida, de enfrentarse a todo aquello que es “feo, sangriento e inhumano” y confrontarlo con “lo bello, puro y humano” encima de un escenario.

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