“San Ignacio de Loyola”, la nueva pintura del genio aragonés adquirida por el Museo Goya

La luz y la mirada del Santo destacan por encima de todo
photo_camera La luz y la mirada del Santo destacan por encima de todo

Zaragoza cuenta con un nuevo Goya visible para todos. “San Ignacio de Loyola” ha sido presentado este jueves en el Museo Goya, incluyendo la obra del artista aragonés en su colección todavía por un tiempo indeterminado. Realizado hacia el año 1775, se trata de un Goya joven, elaborado tras regresar de Italia, en su etapa en Zaragoza y bajo el encargo del comerciante navarro, Juan Ignacio Ezcurra. En él se muestra al Santo mirando al espectador, cuya luz y corporeidad llaman poderosamente la atención.

La pintura procede de una colección privada, cuyo dueño ha preferido permanecer en el anonimato. Tal y como ha indicado el presidente de Fundación Ibercaja, Amado Franco Lahoz, el propietario espera que “se disfrute y se ponga en valor” y confían en poder tenerlo durante “muchos años”.

La obra formó parte de la exposición “Goya y Zaragoza, sus raíces aragonesas”, que tuvo lugar en este museo en febrero de 2015. Para su exhibición, el cuadro fue sometido a labores de limpieza en los mismos talleres del Museo del Prado que consiguieron recuperar los valores de luz, la cualidad más destacada de la obra.

La corporeidad de la figura es una de sus características más llamativas tras su vuelta de Italia. El realismo y la emotividad del rostro son consecuencia de su período de formación allí. También la seguridad en la aplicación de las pinceladas mediante las que consigue, con mucha presión, esta luz enérgica.

En la mirada de San Ignacio se puede observar que el maestro no lleva a cabo una representación del Santo, sino un retrato del Santo, apartándose de su iconografía habitual motivo de su canonización en 1622 y mostrándole sin barba. Ha sido colocado en la sala principal, alrededor del resto de retratos del pintor ya que, desde el museo, pretenden “mostrar a Goya rodeado de su contexto, con sus maestros y seguidores”, ha valorado la directora, Rosario Añaños.

“Ad maiorem Dei gloriam”

El genio de Fuendetodos pintaba para su entorno más cercano obras vinculadas a la Compañía de Jesús, que a pesar de ser expulsada, contaba con una gran devoción popular. En este caso, pinta al fundador de los jesuitas, pero anteriormente lo hizo con “La muerte de San Francisco Javier” o con la representación de “San Francisco de Borja”.

San Ignacio sostiene entre sus manos, parte del cuerpo que por ser pintada ascendía los emolumentos del artista, un manuscrito que advierte: “Ad maiorem Dei gloriam” (A mayor gloria de Dios), lema de la Compañía de Jesús, que enmarca toda la pintura.

Esta representación dotó al pintor de mayor renombre entre la comunidad y le sirvió para recibir los encargos de los Condes de Sobradiel y la Gloria para la decoración de la Basílica del Pilar, antes de poner tierra de por medio y convertirse en el mejor pintor de la corte en Madrid.