El Museo de Zaragoza homenajea a Pradilla en el centenario de su muerte con una nueva exposición

La exposición estará disponible de forma temporal desde el 26 de mayo hasta el 15 de septiembre
photo_camera La exposición estará disponible de forma temporal desde el 26 de mayo hasta el 15 de septiembre

El Museo de Zaragoza ha presentado hoy la exposición “Pradilla y la pintura: contexto de una obsesión”, una muestra que repasa parte de la trayectoria del pintor aragonés Francisco Pradilla con motivo del centenario de su fallecimiento. Las obras expuestas dan fe de su evolución artística, las amistades que forjó en el mundo del arte y especialmente, su obsesión con la figura de Juana I de Castilla, comúnmente conocida como Juana la Loca. La exposición estará disponible de forma temporal desde el 26 de mayo hasta el 15 de septiembre.

En el acto de presentación han participado el director del Museo de Zaragoza, Isidro Aguilera; y el director general de Cultura del Gobierno de Aragón, Víctor Lucea. “Se trata de una exposición distinta, íntima, única. Hace mucho hincapié en la personalidad de Pradilla y en sus obsesiones más allá de las técnicas y la cronología de sus obras”, ha comentado Aguilera.

Por su parte, Lucea ha destacado la influencia de Pradilla en la cultura española: “Es una de las figuras verdaderamente trascendentes de las artes plásticas en nuestro país y es necesario seguir divulgando con el gran público, con la ciudadanía, todo lo que nos ha regalado. Esta exposición es para disfrutar, aprender y reflexionar”.

El Museo de Zaragoza ha recabado una treintena de obras gráficas, óleos y esculturas propias que, en combinación con préstamos de lugares de referencia en el sector como el Museo del Prado, La Campana de Huesca y el Museo del Romanticismo de Madrid, entre otros, ofrecen a los espectadores una panorámica exhaustiva de la vida profesional de Pradilla. Por otro lado, la exposición se encuentra dividida en tres apartados diferenciados: el primero se centra en la producción artística del pintor; el segundo se aproxima a la obra de maestros, discípulos, compañeros y amigos; y el tercero aborda la obsesión del artista por Juana la Loca.

Algunas de las obras de la exposición han venido del Museo del Prado, la Campana de Huesca y Museo del Romanticismo

Primera y segunda parte: el legado de Pradilla

Francisco Pradilla nació el 24 de julio de 1848 en Villanueva de Gállego, Zaragoza. Con tan solo once años se trasladó a la capital donde comenzó su primera formación artística en el estudio-taller del escenógrafo y pintor Mariano Pescador, quien le propuso completar su formación en la Escuela de la Real Academia de Bellas Artes de San Luis. Estos primeros años de aprendizaje sentaron las bases de su técnica, basada en la ejecución de pinceladas cortes y rápidas y la aplicación de generosas cantidades de pintura.

En 1866 se trasladó a Madrid, donde tomó contacto con reconocidos pintores del momento. Completó su formación en el taller de Augusto Ferri y Jorge Busato y contó con el apoyo del artista aragonés Ponciano Ponzano, que le preparó para su ingreso en la Escuela Superior de Pintura y Escultura y a la que accedió en el año 1868. Pradilla colaboró activamente también con las revistas La Ilustración de Madrid y La Ilustración Española y Americana, donde demostró excepcionales dotes para el dibujo.

En 1874 consiguió aprobar las oposiciones para entrar a la Academia de Bellas Artes en Roma. Años intensos los posteriores, en los que perfeccionó su estilo y se dejó seducir por maestros consagrados de los que asimiló soluciones técnicas que luego plasmó en sus lienzos. Pradilla llevó a cabo durante esta temporada, en compañía de otros pensionados, diferentes viajes en los que siempre encontraba rincones que le inspiraron para composiciones venideras.

Una de sus obligaciones más importantes como pensionado fue el envío de una obra a Madrid. Con este objetivo, comenzó la ejecución de la pintura “Doña Juana la loca”. Este fue su primer acercamiento a la legendaria reina de Castilla, un trabajo que le supuso a Pradilla la consagración como pintor de historia. Cuando terminó su fructífera formación en Italia, volvió a España en la cresta de la ola, aunque durante toda su vida vivió a caballo entre estos dos países del sur de Europa. En 1882 terminó “La Rendición de Granada”, quizás una de sus obras más alabadas nacional e internacionalmente.

Completó su formación en el taller de Augusto Ferri y Jorge Busato y contó con el apoyo del artista aragonés Ponciano Ponzano

En 1896 fue nombrado director del Museo del Prado, asentándose definitivamente en Madrid. Ya es un artista cotizado, pues la revista Blanco y Negro en 1902 lo nombra el segundo pintor español más valorado detrás de su amigo Sorolla. Recibió numerosas distinciones durante esta época. Posteriormente se recluyó en su residencia-estudio donde se consagró exclusivamente a la pintura. Pero no dejó detrás a su querida Zaragoza. En 1904 visitó Alhama de Aragón y el Monasterio de Piedra, dejando constancia en su obra de los paisajes aragoneses.

Tercera parte: la obsesión por la Reina Juana

La obra de Pradilla se encuentra indisolublemente ligada a la figura de la reina Juana I de Castilla, quien protagonizó los cuadros más emblemáticos de su producción. La dura realidad que vivió Juana plagada de amor desmedido, celos, infidelidades, desamor y locura fueron aspectos reflejados en sus obras y que atrajo la atención de reconocidos historiadores y literatos del momento.

Uno de los episodios que mayor interés despertó en Pradilla fue el encierro de Juana en el Palacio Real de Tordesillas, en Valladolid. El pintor se encargó de versionar este tema en multitud de formatos y técnicas caracterizados por un virtuosismo preciosista y una potente composición escenográfica donde plasmó todos los detalles posibles conocidos.

Produjo una obra definitiva de este capítulo de la vida de Juana en 1906 que se encuentra actualmente en el Museo del Prado. El cuadro representa a Juana recluida en sus estancias palaciegas de Tordesillas, acompañada de la pequeña infanta Catalina, de una dama de compañía y una criada, mientras velan el cadáver de su esposo Felipe I de Castilla.

La obra de Pradilla se encuentra indisolublemente ligada a la figura de la reina Juana I de Castilla