La iglesia de San Pablo se llena de velas, oscuridad y almas para acercarse a la muerte

La iglesia de San Pablo se llena de velas, oscuridad y almas para acercarse a la muerte con motivo de Todos los Santos.
Calavera en la Iglesia de San Pablo
photo_camera Las visitas guiadas se pueden hacer hasta este fin de semana. Foto: Laura Trives

Es un día cualquiera de finales de octubre. La noche cae sobre la puerta del fosal de la iglesia de San Pablo cuya torre se erige en un cielo oscuro y sin nubes. El suelo de madera cruje en cada pisada ya dentro de la iglesia. Entrar por esa puerta ya es excepcional y es que por allí solo entraban, hace cientos de años, las personas que iban a ser ajusticiadas. Hoy no se utiliza apenas pero en caso de hacerlo solo puede salirse por ella. Pero hoy es un día excepcional. No hace frío, aunque el ambiente es gélido, más aún después de conocer que los allí presentes caminan sobre cuerpos que una vez fueron allí enterrados. Más aún después de que Sergio García, el guía, justifique que las numerosas velas repartidas por el templo son para que las almas de los difuntos no se pierdan en esa noche en la que el mundo de los muertos y el de los vivos está más cerca que nunca.

No siempre se puede recorrer San Pablo "de tumba en tumba" y es que no todos conocen que allí en la iglesia del pópulo, en la que da nombre al barrio, o mejor dicho, bajo sus pies, había fosas funerarias. Era el cementerio del barrio y los más pudientes enterraban a sus familiares en criptas mientras que aquellos que no lo eran tanto debían conformarse con ver cómo los cuerpos se apilaban uno encima de otro. Hasta que en 1833 la situación se volvió insostenible, pues había muchos más difuntos de los que realmente cabían y el mal olor y las humedades hicieron que el suelo se abriese y diera lugar a brazos o piernas saliendo de la fosa. Al menos, así lo cuenta Sergio.

Así pues, fue en ese año en el que el Cementerio de Torrero se convertiría en el lugar de entierro por excelencia. Aunque muchos de los que se enterraron en San Pablo siguen allí, ya sea de cuerpo presente (algunos están perfectamente conservados) o de espíritu.

Fue Doña Gracia de Hita la encargada de dotar de una virgen bizantina a la humilde iglesia de San Pablo, pues la noble quiso ser enterrada allí y no contemplaba otra manera de hacerlo que sin su venerada virgen. Y allí, en el ala izquierda del templo y a unos cuantos metros bajo el suelo está la desconocida Cripta del Pópulo. Una cripta inaccesible desde 2008 en la que se acumulan decenas de pequeños ataúdes con niños dentro y otros tantos restos óseos por el suelo. Así se puede ver en unas fotografías durante la visita guiada.

CRIPTAS SECRETAS E HISTORIAS

Una visita guiada en la tenue luz de las velas iluminará ligeramente un recorrido apasionante por la muerte, la tradición y por aquellos espacios de San Pablo que normalmente no se pueden visitar. Es el caso de la impresionante Capilla de Diego de Monreal donde una escalofriante calavera recibe sonriente a los visitantes. "Sonríe porque se ríen de nosotros, de los terrenales que pensamos que la muerte no nos va a alcanzar y ellas, las calaveras, saben mucho más", cuenta Sergio.

Y allí, unos metros bajo al suelo está la impactante Cripta Capitular, un lugar en el que descansan 48 almas de 48 de los sacerdotes de la iglesia de San Pablo en sus correspondientes ataúdes que ahora veríamos como una simple caja, pero que hace cientos de años estaban solo al alcance de unos pocos. Con las fechas de defunción grabadas en la piedra hay algo que nos llama la atención y es que un tal Mosén Pedro Dosset tiene dos días diferentes. ¿Por qué? Eso no nos toca a nosotros desvelarlo…

Dicen que cuando uno ha sido grande en su vida a la hora de fallecer emana un aroma especial, dulce quizás. El Olor de Santidad es un perfume diferente y especial que envuelve a aquellos que han obrado bien, un olor que viene directamente desde el cielo y que, cuenta la leyenda, Sebastián Iancis, emanaba con su último aliento. La de Sebastián Iancis es una de esas historias que te dejan sin pestañear y que, con la lúgubre luz de San Pablo, quizás hagan temblar a más de uno. Pero uno de los grandes encantos de esta visita son todos los secretos y sorpresas que esconde y que, claro, no podemos desvelar pues la magia se perdería…

La visita continúa haciendo un recorrido por el archivo parroquial y por otros rincones de la iglesia donde se podrá conocer, entre otras cosas, quiénes eran los corredores de la percha o por qué la gran Heroína de Los Sitios, María Agustín, con su honor y valentía estaba enterrada como una más en una de las fosas comunes a las afueras de la iglesia. Un recorrido como el que hacía la comitiva del viático por las calles del barrio de San Pablo para administrar la última comunión a los moribundos para que estos pudieran partir de la vida terrenal en paz.

Así, con el crujir de la madera y el ambiente gélido en los huesos, las luces de San Pablo se apagan en una nueva visita en la que, sin duda, la muerte está más presente que nunca.