Hace 100 años el tranvía ya pasaba por el paseo de la Independencia y los zaragozanos hacían la compra en el Nuevo Mercado, hoy llamado Mercado Central. En ese lugar trabajaban también muchos niños que ayudaban en el sustento familiar.
Desde su puesta en marcha en 1885, los tranvías eran tirados por tracción de sangre, esto es por mulas, hasta que a partir de 1902 este se hizo eléctrico y los animales fueron sustituidos por catenarias e hilos aéreos, modernizando las líneas y los coches usados para ello. En una de las fotografías podemos ver uno de esos coches primitivos que fueron reciclados posteriormente, eran los denominados “jardineras”.
vea el fotorreportaje de esta exposición
La plaza del Pilar era más bien una placita, rodeada de casas, y en ella abundaban los árboles, como en la plaza de Aragón. Por el Canal Imperial navegaban barcas, que se podían incluso alquilar, pues su finalidad desde la construcción del Canal, no fue otra que el transporte de mercancías y personas, así como el riego de los terrenos colindantes. La Zaragoza de hace un siglo era igual y al mismo tiempo distinta y así lo muestran las 60 fotografías en diferentes formatos, algunas de ellas a tamaño mural que hasta el próximo 31 de enero pueden disfrutarse en una exposición en el Patio de la Infanta organizada por Fundación Ibercaja.
Las fotografías que se exponen en esta muestra fueron tomadas entre 1908 y 1923 por fotógrafos profesionales contratados por la Fototipia Thomas que, por aquel entonces, se encargaban de inmortalizar entre otras muchas ciudades, vistas de la ciudad de Zaragoza.
La Casa Thomas realizaba una serie de pruebas hasta llegar al encuadre perfecto tras la toma en placa de vidrio de 13X18cm, y como resultado de esto, realizaba un negativo de nitrato que es el que servía para realizar la impresión en forma de tarjeta postal, mostrando los rincones de las diferentes ciudades de España y de América. Pero en los años 70 la compañía cerró y con ella desapareció también su archivo fotográfico, con más de 24.000 negativos disgregados. Por suerte, gracias a cuatro coleccionistas privados, en colaboración con la Asociación Cultural Anteayer Fotográfico Zaragozano muchos de esos recuerdos se han podido recuperar.
Se trata de una asociación referente en la recuperación de patrimonio fotográfico de la ciudad de Zaragoza y a su frente está María Pilar Gonzalo, también comisaria de esta muestra. Gonzalo asegura que estamos ante “una exposición única en España, no solamente por la cantidad de fotografías que alberga sino también porque se exponen en formatos murales de tamaño impresionante”.
Y esos murales parten de negativos químicos (nitratos de celulosa) de 9×15 centímetros con más de 100 años de antigüedad. “A través de la digitalización se ha conseguido extraer toda la información para poder llegar a unas ampliaciones de hasta siete metros en las que no se pierde ninguna nitidez. Se ve cualquier pequeño detalle de ese negativo”, reconoce el miembro de AFZ y coleccionista cedente de un tercio de las imágenes, Manuel Ordóñez.
RINCONES EMBLEMÁTICOS
Así, detrás de cada imagen hay una historia con detalles infinitos. En la plaza de la Magdalena lucía la ya derribada Universidad Literaria y la plaza de San Miguel aún conservaba la Puerta del Duque de la Victoria, que no tardó mucho en desaparecer. De hecho, la imagen de esta última se tomó desde el edificio en el que vivió el mismísimo Goya.
La de España se llamaba entonces plaza de la Constitución y allí estuvo, hasta su derribo, en 1931 el Gran Hotel de Europa, donde se alojaban los viajeros más selectos, como la Princesa Isabel de Borbón. En las escaleras de la Diputación Provincial los zaragozanos trabajadores ya acostumbraban a sentarse al sol para entrar en calor y por eso eran conocidas como El Brasero de los Pobres.
En el paseo de Sagasta el suelo era de tierra y era considerado las afueras de la ciudad. Aunque los zaragozanos más adinerados vivían en la calle Alfonso e Independencia muchos comenzaban a construir edificios en esta zona, para lo que contrataban a los mejores arquitectos de la época.
Las playas de Zaragoza entonces estaban en el llamado paseo del Arenal, en las inmediaciones del Canal Imperial de Aragón a su paso por el barrio de Torrero. Un canal navegable que servía de vía de escape para todos los que querían ir a pasar el día a Navarra o simplemente disfrutar de su tiempo libre alquilando una barquita en el embarcadero.
El Mercado Central apenas ha cambiado aunque lo que sí lo ha hecho es la sociedad que lo rodea. Entre los ciudadanos había claras diferencias sociales y, tal como comenta la comisaria de la muestra, “la infancia no estaba tan protegida como en la actualidad”. Era una “Zaragoza rural en la que la gente vivía en la calle trabajando de sol a sol y se desplazaba caminando o en carros y coches de caballos”, asegura Gonzalo. Aunque cuando fueron tomadas las fotografías, todo era tecnología puntera.
Muchos de los personajes que protagonizan las imágenes pueden contemplarse de cerca en las grandes siluetas que las acompañan, porque desde AFZ quisieron, de algún modo, “devolverles a la vida”.
CALIDAD ÓPTIMA A TAMAÑO MURAL
Los propios creadores de la muestra aseguran que su primera sorpresa al digitalizar esos negativos fue comprobar “la enorme calidad que ofrecían, no solo para imprimirlos sino para hacerlo a gran formato. Cada una de las imágenes conlleva, tal como explica el creativo de la muestra, L. Fran Ríos, un tratamiento particular. “Cada negativo tiene su biografía y tiene un formato que no coincide con el de al lado”, asegura Ríos.
Ese arduo trabajo de edición, pero también de documentación e investigación, fue llevado a cabo por los miembros de AFZ y ha logrado sorprender a todos los zaragozanos que se han acercado ya hasta “Zaragoza en la mirada centenaria de Thomas”.
Los carteles que acompañan a cada imagen son además muy originales y es que simulan conversaciones de Whatsapp entre personajes de la época, como alcaldes, arquitectos, trabajadores o propietarios de comercios. La exposición también muestra algunas de las postales más singulares pertenecientes a la Colección Francisco Palá, tres de ellas elaboradas mediante la técnica de la tricromía, consistente en la superposición de tres negativos de color, magenta, cian y amarillo, que nunca antes habían salido de Madrid.
“En aquella época el turismo tal y como lo conocemos ahora no existía y una forma de viajar era conocer otros lugares a través de las postales”, recuerda María Pilar Gonzalo. Ahora viajar es fácil pero no lo es tanto hacerlo en el tiempo. Los zaragozanos tienen todavía un mes para poder disfrutar de esta muestra y descubrir con la mirada cómo fue hace un siglo su inconfundible Zaragoza.