Exposición Palacio de Montemuzo
La exposición se podrá ver hasta el 7 de mayo. Foto: Laura Trives

A Joaquín Ferrer le han dicho en innumerables ocasiones lo bonito que pintaba el mar, a lo que él siempre contesta lo mismo: «Pues siendo de Zaragoza no sé cómo voy a pintar el mar». Y lo cierto es que queriendo o no, la obra del artista evoca al fondo marino, al azul de las olas y a los tonos verdosos de lo más profundo. Quizás sea también por las líneas suaves y ondulantes que plasma en el papel o por la libertad de los trazos que recuerdan a la naturaleza plena. Ahora, la calma, el sosiego e incluso el mundo más onírico llegan al Palacio de Montemuzo con la exposición «Horizontes de papel» que podrá verse desde este jueves y hasta el 7 de mayo.

Su obra juega con las ilusiones ópticas, pues cuando uno se acerca a los cuadros parece que puede ver el tejido de una tela cualquiera. Sin embargo, la realidad es que toda su creación está hecha en papel con una herramienta muy particular: el tiralíneas. Cientos de líneas crean formas sinuosas y volúmenes en acrílico sobre un fondo de acuarela. Los tonos terrosos, ocres, azules y verdosos predominan en la exposición en la que a través de 45 obras se puede ver la seña de identidad del pintor.

«Pinto todos los días, para mí la pintura no es solo pintura sino que es una necesidad fisiológica. Es un misterioso impulso que nace de dentro y que me da una felicidad incomprensible porque no hay nada más feliz que un pintor que puede ejercer su obra con libertad total», ha explicado Joaquín Ferrer este jueves.

En la exposición destacan las dos obras de mayor dimensión que, en una posición volátil y liviana, dan al espectador una sensación de paz y sosiego. Ferrer comenzó su carrera artística en 1977 realizando abstracción geométrica y ahora el color y la línea son las bases que cimientan toda su obra.

Influenciado por artistas como Joan Miró, Ives Tanguy, Kandinsky o Rothko, Ferrer apuesta por las figuras más curvilíneas y por la naturaleza más pacífica dentro de una obra minuciosa y paciente. «No puedo decir cuánto me lleva pintar uno de estos porque pinto todos los días, es un trabajo paciente, eso sí, además yo siempre pinto de pie y eso hace que a veces tenga que parar para sentarme», ha confesado.

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