Dos niños jugando al «piedra, papel y tijeras» bajo los pétalos de un cerezo, grullas alzando el vuelo, las olas de un mar embravecido o antiguos mitos y leyendas. Escenas de la cultura oriental bordadas en una tela ligera de seda que es mucho más que eso. Quince kimonos toman ahora el Museo de Zaragoza en un viaje por Japón a través de la seda, los colores y la belleza de estos atuendos en una exposición que se podrá ver hasta el 2 de noviembre. Se trata de la última que acogerá este espacio antes de su cierre temporal por la remodelación de su cubierta. Se prevé que estas duren unos 18 meses, según los plazos marcados por el Ministerio de Cultura.
Recién llegados desde Toulouse, los kimonos forman parte de la colección particular de Anita Henry. Estas piezas, a las que considera sus «bebés», son auténticas joyas de tela que van desde mitad del siglo XIX hasta kimonos más actuales de hace 20 o 25 años. Entre rojos, granates, rosas y morados, los kimonos ocupan los pasillos del Museo de Zaragoza. La exposición se completa con estampas japonesas de la colección oriental del propio museo en las que se ilustran los diferentes tipos de kimonos en la vida cotidiana, en la ceremonia del té, en las bodas e incluso en las relaciones amorosas.
Esas estampas forman parte de la colección particular de Federico Torralba o de Miguel Ángel Gutiérrez. Además, en la exposición también se puede hacer un recorrido por las diferentes estaciones del año a través de bonitos grabados. «He elegido kimonos con diferentes tipos de seda para mostrar los detalles, colores y formas que distinguen unos atuendos de otros», ha relatado Anita Henry, impulsora de la exposición.
En la exposición también se puede ver una Noren, es decir, una cortina de tela japonesa y la decoración de kimonos de origami en papel washi artesanal. Y es que la muestra es una colaboración con el Emoz, Escuela Museo de Origami de Zaragoza, en el que Corinne Déchelette, francesa especialista en cosmética y japonófila desde hace más de 30 años, utiliza los pliegos del papel para descubrir facetas de la cultura japonesa como : kimonos, kokeshis, flores, índigo, el monte Fujim y el festival Hina Matsuri.
«Hay una conexión intelectual entre el origami y el kimono que no es otra cosa que los pliegues. Tanto la prenda como este arte japonés tienen eso en común. Formar parte de esta exposición es un sueño porque puedo mostrar esa pasión del papel por la seda y del amor por Japón», ha relatado Corinne Déchelette. Por tanto, ambas exposiciones se complementan en los dos espacios en un viaje oriental a través de la tela y el papel.
La idea de Anita Henry es seguir ampliando su ya extensa colección de kimonos para hacer una exposición permanente en el Museo de Zaragoza. Algo que sería un sueño todavía por cumplir. Por el momento, ha asegurado «estar muy feliz» de que los maniquíes se embellezcan con los kimonos en el espacio expositivo. Por su parte, el director general de Cultura del Gobierno de Aragón, Pedro Olloqui, ha valorado que el «Museo de Zaragoza tiene una línea de actuaciones excepcional en cuanto al arte oriental. Es una línea que convierte a este museo en referente dentro de la red de los museos aragoneses y de España».
Asimismo, ha expresado su deseo de que las obras de remodelación de la cubierta duren los 18 meses establecidos para poder disfrutar del museo pronto «con todavía más esplendor».