La relación del Real Zaragoza con los árbitros y con el videoarbitraje (VAR) nunca ha sido buena. A lo largo de la temporada ha visto como no se hacía justicia en numerosas ocasiones, pero ha sido con la reanudación de la competición cuando esa enemistad se ha acrecentado. Prácticamente en todos los partidos ha habido al menos una jugada determinante en la que los maños se han visto perjudicados.
El golpe más doloroso que recibieron los de Víctor Fernández por parte de los –teóricamente- encargados de impartir justicia se vivió este mismo lunes. Puado se llevaba solo la pelota en una clara ocasión de gol, probablemente la última del partido. Sin embargo, Pulido le zancadilleó cuando se disponía a encarar a Álvaro. Expulsión de libro al tratarse del último hombre.
Pero la relación de los árbitros y del VAR con los de La Romareda no es lo que debería ser. Hicieron caso omiso a esa jugada, y tras esa infracción, después de varios rebotes, Javi Galán anotó el 0-1. Ahí debía entrar el videoarbitraje, algo que nunca sucedió, y para sorpresa incluso de los jugadores oscenses, se llegaba así al final del encuentro. El Yamiq y Eguaras se comieron al árbitro, vieron tarjeta, y se perderán el próximo encuentro.
Ahora bien, la retahíla continúa. Unos días antes, en el Francisco de la Hera, a pesar de que se logró la victoria, pudo complicarse la cosa. Soro se disponía a correr tras ver volar un balón largo que le dejaba solo ante el guardameta local. Granero, central del Extremadura, ponía la zancadilla al canterano zaragocista, que caía perdiendo la posibilidad de hacerse con el cuero. De nuevo, expulsión por ser el último hombre, y de nuevo, silencio sepulcral desde los colegiados.
Quizá el encuentro más escandaloso fue ante el Almería, con hasta tres jugadas en las que el VAR debería haber intervenido. Maras asestó un codazo a Atienza y, literalmente, le partió la cara. Varios puntos de sutura en el rostro, una herida que no dejaba de sangrar y la necesidad de llevar máscara en los próximos encuentros. Después, se obvió un agarrón a Delmás dentro del área y una mano tras un centro de Álex Blanco en la que, de nuevo, hubo caso omiso. Resultó llamativo que pitasen a Soro dos fueras de juego que no eran cuando, desde que se instauró la televisión, esperan a que finalice la jugada.
Y ya en el primer partido de la reanudación, esta vez ante el Alcorcón, el árbitro volvió a hacer de las suyas, esta vez por ser excesivamente permisivo. Albert Dorca cometió una mano que debería haber supuesto la segunda amonestación del futbolista, con la lógica consecuencia de ser expulsado. Fue el aperitivo de lo que iba a suceder posteriormente.
En definitiva, cinco partidos jugados y seis fallos flagrantes, de esos que te pueden hacer pasar de la victoria a la derrota y, reiterados en el tiempo, del ascenso al abismo. El Real Zaragoza debe olvidarse de lo sucedido y centrarse en su lucha particular por mantener la primera o la segunda plaza del campeonato. El Girona ya espera a los maños.