La expresión PERDER EL OREMUS viene de cuando el sacerdote celebraba la misa en latín, extendía los brazos con las palmas hacia arriba, y además leía. El libro tenía unas pestañas que facilitaban el paso rápido de las hojas, pestañas que recibían el nombre de OREMUS. A tenor de lo dicho, ¿recuerda el lector (o adivina) qué decía a veces aquél venerable maestro a quien, por falta de atención, perdía el hilo de la lectura?

¿Estamos perdiendo el oremus?

La expresión PERDER EL OREMUS viene de cuando el sacerdote celebraba la misa en latín, extendía los brazos con las palmas hacia arriba, y además leía. El libro tenía unas pestañas que facilitaban el paso rápido de las hojas, pestañas que recibían el nombre de OREMUS. A veces ocurría que, al pasar las hojas, el oficiante se hacía un lío de pestaña y muy señor mío. De ahí viene PERDER EL OREMUS.

Los lectores de más edad seguramente adquirieron la costumbre de LEER EN CLASE EN VOZ ALTA, con entonación y sentido. Cuando el maestro nombraba a un alumno, éste, sin perder un segundo, debía continuar la lectura en el punto que el anterior la dejó.

A tenor de lo dicho, ¿recuerda el lector (o adivina) qué decía a veces aquél venerable maestro a quien, por falta de atención, perdía el hilo de la lectura?

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Fulanito, ¡has perdido el oremus!